Portaluz ofrece la segunda entrega de una reciente entrevista exclusiva al destacado investigador y comunicador, el sacerdote Luis Santamaría del Río. Quienes aún no hayan leído la primera parte, pueden acceder a ella en el buscador de nuestro portal o bien pulsando aquí.
El experto Santamaría del Río responde ahora a diversas inquietudes que revelan claramente el rostro execrable, oculto, que alienta a centenares de sectas; destruyendo las vidas de millones de personas en muchos países. “Chile, Argentina y Uruguay son muy parecidos a lo que es Europa en el problema de las sectas. En Chile el sociólogo Humberto Lagos -que me parece un estudioso creíble- ha dicho recientemente que en Chile hay trescientas cincuenta sectas. Yo en España tengo contadas también 350. Sectas que se conocen. En España tengo calculadas son 400 mil personas las que padecen de forma directa el daño de las sectas”, comenta Santamaría.
Entre esos cientos de grupos los más peligrosos son aquellos que no conocemos, advierte el sacerdote; en particular esas donde sus líderes y miembros dan culto a lo maligno o abiertamente a Satanás. “La perversidad y el influjo de las sectas puede explicarse desde la psiquiatría y la psicología, sí. Pero es de tal magnitud que la causa va más allá”.
Desde una perspectiva de fe, ¿todas son serviles a los planes del demonio?
Desde una perspectiva de fe podemos ver de una u otra manera la acción directa o indirecta del demonio, que quiere apartar a los hombres de Dios.
¿Hay carencia de sacerdotes ocupados de esta necesidad pastoral? ¿Cómo evalúas la respuesta de la Iglesia?
La Iglesia tiene un magisterio, una enseñanza muy rica sobre este tema. Yo he trabajado lo que han dicho los papas, Juan Pablo II en más de cincuenta ocasiones se ha referido al tema de las sectas en sus enseñanzas. O sea, la Iglesia tiene a nivel universal –el Papa y la Santa Sede que colabora con él– y luego a nivel de episcopados regionales, sobre todo aquí en América Latina, aunque ahora esa preocupación ha saltado a África. Pero luego, en la realidad diaria hay tantos desafíos que enfrenta la Iglesia, que este tema queda postergado siempre. Yo entiendo que es mucho más importante la secularización; entiendo que es mucho más importante la falta de fe en la propia Iglesia, la conversión pastoral a la que nos llama el Papa Francisco; pero luego está también este ámbito en el cual hay que estar con quienes sufren. La Iglesia tiene una opción preferencial por los pobres, en los que ve al mismo Cristo. Esta opción se detecta y se demuestra sobre todo en la ayuda a esos pobres que nadie más puede ayudar. Que no son los pobres de dinero, de alimentos, de justicia; pues para todos esos puede haber otras instituciones, también fuera de la Iglesia Católica, que los ayudan, y bendito sea Dios. Pero por ejemplo, un endemoniado, un poseído, ¿quién ayuda a esa persona? Una víctima de una secta, de una estafa espiritual, de un abuso espiritual y en muchas más dimensiones, ¿quién lo ayuda?
A propósito de la pregunta anterior, ¿contra quién es este combate que das?
Es una lucha contra el mal. Contra el mal en su dimensión personal, del demonio, que capitanea esa acción del mal y luego ese mal que tiene muchas otras manifestaciones que son ajenas a lo diabólico. Porque yo creo que al demonio le damos poco trabajo. Cedemos tanto a su acción ordinaria que es la tentación y caemos tanto en el pecado, en la injusticia, en el mal… que pienso que al demonio le tenemos muy ocioso.
¿Te ha tocado acompañar a personas que han pasado por estas experiencias?
Por sectas sí, por el satanismo no. Pero en la RIES sí. Yo trabajo en red con otros compañeros y algunos llevan muchos más años que yo.
Jesús ofrecía esa misma acogida, pero también puso a ustedes, sacerdotes, sobre sus espaldas, el mandato de sanar, de liberar…
Yo no hago ministerio de liberación. En algún caso de víctimas de brujería, pues sí ha habido algún momento de oración. Pero aquí (con víctimas de las sectas), sobre todo lo que hay que hacer y lo que hago muchas veces es plantear, ofrecer, un camino de fe. Mucha gente que ha sido muy dañada en lo espiritual y ha quedado muy reacia a emprender un camino de fe, porque le han estafado espiritualmente, le han engañado respecto a Dios, a la verdad, a la salvación; pues a esas personas (sugiero) darles un testimonio, invitarles sin ninguna presión –porque vienen de una situación de mucha presión, coacción, control–, ofrecerles el encuentro con Cristo como el único que libera de verdad. Yo me he encontrado con algunos casos en los que –antes de proponérselo– las personas me han pedido confesión; y ha sido una experiencia total y radicalmente liberadora. Por lo que han vivido en esa secta o en esa experiencia de New Age o de esoterismo y por muchas cosas anteriores que a lo mejor habían originado esa situación vital que los hizo vulnerables, captables por la secta, y que ahora ya pueden liberarse de esto poniéndolo en las manos de Dios. Ha sido muy curioso. Son momentos en los que veo la acción de Dios, que actúa a través de sus sacerdotes; sin tenerlo planeado, programada una cita o reunión, encontrarme confesando y absolviendo a alguien allí en la biblioteca de la RIES donde iba a dar simple orientación. Experiencia inesperada de ver la misericordia de Dios que restaura a estas personas y les posibilita una vida nueva. Porque la secta convence a la persona que no es posible una vida para ella fuera de la secta o después de la secta.
¿Y existen hoy las sectas abiertamente satánicas?
Sí. Existen las sectas adoradoras del demonio. Pero hay muchas subdivisiones. Hay sectas satánicas que creen en Satán como un ser personal, como el Satanás de la Biblia, del que hablamos los cristianos y lo adoran como si fuera su dios o lo adoran como el rival de Dios. Tienen sus misas negras, ritos que son la liturgia católica invertida, etcétera. Pero hay otras que creen en el demonio en un plano más simbólico. Lo llaman Lucifer, con ese sentido del que trae la libertad al hombre, que lo libera de Dios, que le da la luz. Otros dan un paso más y al final Satanás, Lucifer, el demonio, no es más que la excusa para endiosar al propio hombre promoviendo y hacer cada uno lo que le dé la gana; afirman que no hay normas porque Dios es quien las pone y el demonio nos las quita. Hay otros con su parafernalia satánica, con sus ritos, donde el satanismo es una excusa para tener prácticas sexuales aberrantes o para consumir sustancias con esa excusa. Es decir, hay una gama muy amplia. Otras para las que el satanismo es la razón del vandalismo, de las profanaciones. Autores como Vicente Jara dicen que las sectas satánicas estrictamente no serían sectas y por eso las llaman “grupos” satánicos, porque normalmente no van captando gente. Estamos ante un fenómeno muy complejo y muy secreto en el que la gente va buscando eso, esas experiencias fuertes, ese seguir al demonio y no porque los haya captado un líder proselitista. El satanismo no hace proselitismo normalmente.
Parece una locura que si tengo lo verdadero, a Dios por padre, alguien opte por seguir a un falso dios, a un remedo de Dios. ¿Por qué seguir al demonio, el mono de Dios?
Una secta siempre es un sucedáneo de lo religioso. Pero cuando hablamos de satanismo, además, vemos que es totalmente lo contrario, es lo antagónico. Entonces aquí sí podemos hablar de una atracción en la que podemos ver más directamente la acción del demonio. Mucha gente llega al satanismo después de haber hecho un itinerario progresivo de profundización en lo esotérico. A lo mejor han empezado por cosas que parecen más inocentes en el ambiente de la Nueva Era; han pasado de algo aparentemente psicológico o terapéutico a algo mágico; de la magia a lo esotérico, luego a un conocimiento secreto y van avanzando hasta que llegan finalmente a la magia ceremonial que está casi a un paso del satanismo, de venerar al demonio.