
Escuché una vez con cierto pesar que la amistad es enemiga de la compasión. Quien crea que eso es así, ha debido de asumir, conscientemente o no, ese discurso individualista, tan extendido en nuestra sociedad occidental, de que el mundo se divide en ganadores y perdedores. Se llega así a pensar que la compasión es una debilidad que no debe de ser mostrada pues existe el riesgo de enfrentarse al desprecio y la incomprensión de muchas personas. Sin embargo, con sus palabras y gestos el papa Francisco me ha demostrado que la compasión es una de las grandes cualidades que puede mostrar el ser humano. En realidad, es Cristo el compasivo por excelencia, el que dice en el evangelio: "lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).
La compasión es signo distintivo del cristiano y el evangelio está lleno de ejemplos de la compasión de Cristo. El papa Francisco lo recordó, por hacer una sola cita, en una homilía en la Casa de Santa Marta el 17 de septiembre de 2019, y que se refería a la resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc 7, 11-17). Dijo entonces: "La compasión, de hecho, nos lleva por el camino de la verdadera justicia, salvándonos así de estar encerrados en nosotros mismos". Tal es la clave: salir de uno mismo, ir al encuentro del otro, tener ojos para ver su realidad. Me llama la atención de que el papa dijera que la compasión nos lleva hacia la verdadera justicia. Y es que nos hemos acostumbrado a una cierta idea de la justicia, una justicia ciega, de contrapartida, mercantilista, de obligación... Esa justicia no puede satisfacer al ser humano. Es tan fría como pequeña en su alcance, y lo peor es que en algunas ocasiones está próxima a la crueldad. Sin embargo, prosigue el pontífice: "Había mucha gente acompañando a esa mujer, pero Jesús ve su realidad: ella se queda sola a partir de ese momento y hasta el final de su vida, es viuda, y ha perdido a su único hijo. Es, precisamente, la compasión, lo que nos hace comprender profundamente la realidad".
En la citada homilía, el papa Francisco da una certera definición de la compasión: es una lente del corazón que realmente nos hace entender las dimensiones. Caigo ahora en la cuenta de que el pontífice se esforzó siempre en hacer entender algo que no todos quieren entender, pues en el fondo no quieren implicarse: "La compasión no es un sentimiento de pena, que se experimenta, por ejemplo, cuando se ve morir a un perro en la calle. Es involucrarse en el problema de los demás, es jugarse la vida allí". Cabría añadir que lo opuesto no deja de ser egoísmo, aunque se disfrace de justicia y de cumplimiento de obligaciones. Por eso, en la misma homilía, hay una crítica a la actitud de los discípulos previa a la multiplicación de los panes y que se conforma con despedir a la multitud: "buscan una solución, pero sin compromiso" y "no se ensucian las manos, como diciendo que esta gente se las arregle".
En el legado del papa Francisco hay un rechazo al lenguaje humano de la indiferencia, contrapuesto al lenguaje de Dios que es la compasión. Nos recuerda que debemos dejar que el Espíritu Santo nos lleve por el camino de la compasión.
Además, el papa Francisco me ha dado, como escritor, algunas buenas lecciones sobre literatura. Fue, además de un gran lector, profesor de literatura por breve tiempo en un colegio jesuita, y eso también le marcó. En 2021 escribió un epílogo para el libro El tejido del mundo, en el que participaron más de 44 escritores, artistas, teólogos y periodistas. El tejido del mundo no es otro que el relato o la narración, que todos los escritores cultivamos, aunque no seamos autores de ficción. Es "un tejido que conecta todo y a todos, presente y pasado, y permite abrirse hacia el futuro con sentimientos de confianza y esperanza". El papa habla también del misterio de la literatura, porque "se puede escuchar una historia y, al final ser una persona totalmente diferente".
La literatura es, sin duda, una cuestión de sensibilidad, aunque también lo es de compasión. No es esta una idea original del papa Francisco, pues la historia de la literatura está llena de ejemplos en los que brota la compasión. En palabras del pontífice, la compasión es una de las tres características del estilo de Dios, que se suma a la cercanía y la ternura. Uno de los grandes relatos evangélicos es la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). No se trata solo de cuidados y curaciones, pues "la compasión transforma la vida de los dos protagonistas, y esto vale para cada persona y para cada comunidad".
A partir de las palabras del papa Francisco se me ocurre extraer este consejo para escritores y comunicadores: no os dejéis llevar por la crueldad imperante, dejaos conquistar por la compasión, la compasión activa de Dios, para que vuestra vida y la de los demás se transforme.