Astrología y adivinación: así las analizó (y rechazó) hace ocho siglos Santo Tomás de Aquino

Astrología y adivinación: así las analizó (y rechazó) hace ocho siglos Santo Tomás de Aquino

La racionalidad y la fe rechazan la posibilidad de conocer el futuro: así lo explicó el gran teólogo medieval, que delimitó muy bien lo que les corresponde a las ciencias naturales, lo que queda bajo la providencia de Dios... y lo que es pura superstición, dañina para el ser humano.

Portaluz. Luis Santamaría del Río

7 Marzo de 2025

En 2025 se cumplen 800 años del nacimiento de santo Tomás de Aquino, sacerdote dominico italiano que marcó un antes y un después en la Historia del pensamiento occidental (véanse las catequesis de Benedicto XVI sobre él: parte 1parte 2parte 3). Filósofo reconocido dentro y fuera del cristianismo, fue capaz de conjugar el sistema aristotélico con la fe, presentando una síntesis que influyó notablemente en los siglos posteriores en forma de una obra monumental: la Summa Theologiae

Sin embargo, los escritos del Doctor Angélico -tal como es conocido, entre otros títulos- no se limitan a la famosísima Suma. Fue autor de numerosos tratados, entre los que se encuentran dos opúsculos no muy conocidos: uno sobre la astrología y otro sobre la costumbre de "echar a suertes". En el foco del teólogo, el análisis desde la razón y desde la fe de unas prácticas cuya moralidad está en entredicho, por caer en el ámbito de la superstición.

Las razones de unos escritos muy especiales

imagen gentileza mikhail nilov

Los especialistas datan De sortibus ("Sobre las suertes") y De iudiciis astrorum ("Sobre los juicios de los astros") en torno al año 1270. ¿Por qué es importante conocer la fecha de redacción? Porque ambos escritos no sólo suponen una reflexión teórica sobre un problema práctico para la vida cotidiana de los creyentes -si deben confiar o no en las suertes y en los astros-, sino que responden a unas circunstancias determinadas. En efecto: entre 1268 y 1272 la sede papal estuvo vacante durante 34 meses, y en la diócesis italiana de Vercelli, muy dividida a la hora de elegir al sucesor de un obispo fallecido, quisieron recurrir a las suertes para ello (y consultaron al sabio dominico).

También hay que tener en cuenta el contexto intelectual de la época, sobre todo en la Universidad de París, donde fray Tomás era maestro de Teología. El obispo de la capital francesa condenó en 1270 como heréticas algunas ideas que se enseñaban en la academia (donde gozaba de gran popularidad la filosofía aristotélica, base racional del pensamiento tomista), y entre ellas se encontraban la negación de la providencia de Dios y el determinismo. Unos años después, el mismo prelado parisino rechazó, entre otras muchas tesis, la de "que nuestra voluntad está sujeta al poder de los cuerpos celestes". Era un momento muy delicado, y los importantes avances intelectuales protagonizados por santo Tomás de Aquino y su maestro san Alberto Magno, entre otros, eran mirados con sospecha de herejía.

El azar, la fortuna y el conocimiento del futuro

Anastasia-Shuraeva

¿Existe el azar? La experiencia cotidiana muestra que hay cosas que ocurren por casualidad. ¿Podemos pensar, entonces, que existe la suerte y, en consecuencia, hay personas con "buena suerte" y personas con "mala suerte", afortunados y desafortunados? Y, siguiendo con estos razonamientos: ¿es posible conocer por anticipado lo que será fruto del azar? El conocimiento científico es capaz de prever lo que sucede por necesidad, no las casualidades. ¿Existe ese otro tipo de conocimiento? A esta pregunta responden afirmativamente todas las propuestas de adivinación, videncia y demás -mal llamadas- "ciencias ocultas". En el fondo, el destino estaría escrito, y basta tener la destreza adecuada para conocerlo (predecirlo). Así se cae en el determinismo: todo está determinado de antemano... de manera que el ser humano no es realmente libre.

Además de que esta pretensión de conocer el futuro -ya sea por las suertes, ya por la astrología- es a todas luces irracional, por parte de la fe cristiana es directamente rechazada, ya que se considera que sólo Dios puede conocer el futuro. Y se entra, de esta forma, en la gran cuestión teológica y filosófica de cómo conciliar la providencia divina con la libertad humana. 

¿Qué pasa con la adivinación?

gentileza de andrea piacquadio

En su tratado De sortibus, santo Tomás de Aquino explica que "los hombres consultan la suerte en asuntos humanos que de algún modo se relacionan con ellos, que por su propia prudencia no les es dado conocer ni efectuar". Después de reflexionar sobre diversas ocasiones ordinarias en las que se recurre a "echar a suertes" alguna cosa, comenta que otras veces "los hombres, para conocer algo de los eventos futuros, en ocasiones discurren recurrir a las suertes, y este tipo de suerte la podemos llamar suerte adivinatoria, pues se llama adivinos a los que prevén el futuro, como atribuyéndose a sí mismos lo que es propio de Dios". 

De esta forma, añade, "de muchas maneras, se busca la cognición de aquellas cosas que sobrepasan la capacidad humana. Algunos demandan una respuesta clara de Dios o de los demonios". Lo primero corresponde a las profecías en el sentido que aparece en la Biblia, y se trata de un don divino. Lo segundo, por el contrario, corresponde a "los nigrománticos, los cuales, por medio de encantos y sacrificios a los demonios, solicitan alguna respuesta". De forma parecida, otros "buscan diligentemente información en algunas cosas ocultas": los astros, los animales, las líneas de la mano, etc.

Sea como sea, "la suerte es una investigación de lo oculto que excede la capacidad humana, realizada por algo hecho por nosotros", según explica el Aquinate. Cuando se efectúa a través de la astrología, se piensa que "todos los actos, acontecimientos y cosas humanas están sometidas a la necesidad de los astros" y, por lo tanto, "se puede predecir el futuro", ya que las acciones y decisiones del hombre "proceden de la fuerza astral". Algunos incluso dicen que influirían en los sueños que incluyen presagios. Pero santo Tomás lo niega, ya que "no es posible que los cuerpos celestes influyan en algo incorpóreo".

Los astros no pueden influir en el intelecto y la voluntad

imagen gentileza felix merler

Siguiendo este mismo razonamiento, el pensador dominico afirma que las estrellas sí influyen en cuestiones naturales, de carácter físico, como el clima, las estaciones o el estado del mar, pero no pueden afectar al intelecto y la voluntad del ser humano. "Y, como todos los actos humanos principalmente proceden del intelecto y la voluntad, no se puede, por la inspección de los cuerpos celestes, prever certeramente el futuro de los actos de los hombres". Una idea que remarca señalando que "de la disposición de las estrellas no se sigue ninguna necesidad para que el hombre actúe".

¿Y si un vidente acierta? "Algunas veces los astrólogos por la inspección de las estrellas predicen cosas verdaderas", pero se trata de "eventos comunes", pues "en los particulares con frecuencia yerran por causa de la razón, la cual no está sujeta a los cuerpos celestes". Santo Tomás también advierte sobre un peligro que corren quienes acuden a la adivinación: "cuando por las suertes o por cualquier otro medio los hombres buscan más allá del debido orden las cosas ocultas, se inmiscuyen los demonios para inducir a los hombres al error so pretexto de la adivinación". 

El rechazo cristiano de la superstición

vision de santo tomas de aquino

Entonces, ¿es lícito o no hacer uso de las suertes? Se trata del análisis moral de la cuestión. La primera respuesta del pensador es directa: "a ningún cristiano le es lícito hacer un pacto o sociedad con los demonios". Y aquí incluye "no sólo las invocaciones manifiestas a los demonios que algunos nigromantes usan, sino también cualquier pacto secreto con los demonios". Estamos ante una práctica supersticiosa, se haga como se haga.

Santo Tomás de Aquino aclara, en este sentido, que "se llama superstición nociva a la que evidentemente contiene algo ilícito, como las invocaciones y los sacrificios a los demonios o cosas de este tipo. Engañosas se llaman cuando alguien que hace uso de una cosa le atribuye un poder que no posee, lo cual parece hacerse en vano". Y pone el ejemplo siguiente: "cuando, contra la enfermedad, un enfermo toma cierta medicina que pueda sanarlo, no hay engaño supersticioso; pero si alguien se atase al cuello ciertas cosas que en modo alguno se relacionan con la salud, incluso de acuerdo con las indicaciones de los médicos, entonces esto sií parece relacionarse con la superstición engañosa".

De forma parecida, en De iudiciis astrorum, que es un escrito mucho menor en su extensión, el Doctor Angélico reitera que no hay error -ni pecado- alguno en pensar que "el poder de los cuerpos celestes produce cambios en los cuerpos inferiores", expresando así que se trata de cuestiones propias de la física. Por eso "no hay inconveniente en hacer uso del juicio de los astros para conocer los efectos corporales", tal como pasa con agricultores, marineros o médicos. 

Adivinación: la muerte de la libertad

dimitrisvetsikas1969

Sin embargo, "la voluntad del hombre no está sujeta a la necesidad de los astros, pues, de lo contrario, perecería el libre arbitrio, por cuya aniquilación no serían imputadas al hombre ni las obras buenas para el mérito, ni las malas para la culpa". En otras palabras: si la astrología pudiera adivinar las acciones futuras del ser humano, estaríamos ante la fatalidad de un destino inevitable marcado por las estrellas y planetas, y no sería posible la libertad. 

Si esto es algo que se deriva de la razón y del sentido común, ¿de dónde viene la atracción de las prácticas adivinatorias astrológicas? ¿Por qué se piensa que son veraces? Según santo Tomás, "el diablo, para conducir a todos al error, se inmiscuye en las acciones de aquellos que consultan los juicios de los astros". Y cita a san Agustín, que achaca los aciertos puntuales de los astrólogos a la "obra del espíritu seductor, a quien se le permite conocer algunas verdades sobre las cosas temporales".

Y, tras algunos razonamientos que ya vimos en su otro escrito -el dedicado a la licitud de las suertes-, el sabio dominico concluye, igual que en el primer opúsculo, que "hay que tener por cierto que es pecado grave recurrir al juicio de los astros en aquellas cosas que sí dependen de la voluntad del hombre", sobre todo teniendo en cuenta la posible influencia demoníaca en estas prácticas.