Falta menos de un mes para la Navidad y la noticia de los tres hombres que pasaron once días al timón de un petrolero que salió de Nigeria y desembarcó en las Islas Canarias parece tener poco que ver con ella. Sin embargo, llama la atención la emblemática historia de los tres migrantes que sobrevivieron milagrosamente al frío, al agua, al sol y a la deshidratación, acurrucados en el hueco de la popa del barco en contacto con el agua. Porque no podemos dejar de pensar en el destino de la familia de Nazaret, un icono para todo refugiado, migrante o desplazado.
El Dios cristiano hecho Hombre, junto con María y José, fue migrante y refugiado en Egipto. Aquella familia tuvo que huir a Egipto para escapar de las cimitarras de los canallas de Herodes dispuestos a matar a Jesús. Esa familia conoció el exilio, la precariedad, los riesgos del viaje, la lejanía de casa.
No sabemos qué movió a los tres hombres a la empresa desesperada de escapar navegando en el Atlántico aferrados al enorme timón del petrolero. Sólo podemos suponer que la situación en la que vivían les hacía preferir el riesgo de ser tragados por los abismos o morir de hambre, como les ocurre a tantos otros en sus mismas condiciones.
También se ha informado de que los tres hombres, tras recibir atención médica en Las Palmas, serán enviados de vuelta a Nigeria como "pasajeros clandestinos". La imagen que los retrata, angustiados y deshidratados mientras están sentados en el timón del barco está dando la vuelta al mundo, ayudándonos a no olvidarlos y a no olvidar a los muchos que cada día desafían las aguas del gran cementerio llamado Mediterráneo en busca de un refugio seguro, huyendo del hambre, la carestía, la miseria y las guerras. Sería para ellos un regalo de Navidad inesperado que se les permitiera permanecer en Europa. La Fundación italiana Casa dello Spirito e delle Arti se está movilizando para hacer realidad este sueño.