Rezar de corazón a corazón

Rezar de corazón a corazón

Rafael Pascual Elías OCD por Rafael Pascual Elías OCD

2 Junio de 2025
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Han pasado los días y todavía sigue vivo el fuego encendido al poder orar con calma ante el cuerpo de mi madre Santa Teresa de Jesús. Ha estado expuesto a la veneración de los fieles durante dos semanas en la iglesia donde se encuentra su sepulcro, en Alba de Tormes, muy cerca de Salamanca. Son muchas las horas que he pasado en esa iglesia en oración cuando vivía como hijo de la santa abulense en esta villa. Horas y horas en soledad por las tardes donde a veces el silencio se rompía por la visita de algún grupo de turistas. Hace casi 10 años de aquellos momentos tan intensos en callado amor junto al sagrario y muy cerca del sepulcro de Santa Teresa. 

Me costó dejar este lugar tan carmelitano, pero la providencia divina es así, te lleva y te trae cuando quiere y como quiere para bien de tu alma. Me tuve que ir al poco de participar en la solemne procesión de las fiestas de agosto y vuelvo pocas horas antes de una procesión extraordinaria con mucha más solemnidad.

Estamos en la tarde del 24 de mayo de 2025 cuando los peregrinos no dejan de llegar a Alba desde hace dos semanas. Quieren orar ante el cuerpo de Santa Teresa de Jesús después de ser estudiado y tratado para su mejor conservación. Lo primero que hago nada más llegar es ir a la iglesia y quedarme en oración ante la urna de plata que contiene su cuerpo. Está en el centro del crucero al pie del altar. Los peregrinos pasan y rezan. Algunos se quedan en los bancos para dedicar más tiempo a la oración. Son de todas las edades y vienen con respeto, mucho respeto, y devoción. Pasada una hora larga, dejo la iglesia donde he visto a la gente rezar de corazón y en silencio. He vuelto a tener ese gozo de estar cara a cara con Santa Teresa junto a su sepulcro, pero ahora con la gran dicha de estar en la iglesia y abierto. Me voy, pero vuelvo enseguida para la procesión que recorre gran parte de la villa con la compañía de numerosas cofradías que custodian la imagen de Santa Teresa que se guarda en la clausura del monasterio. Dicha imagen solo sale para las grandes fiestas de agosto y octubre.

Volver a estar en procesión por las calles y plazas de Alba y oír esas exclamaciones tan llenas de júbilo y repetidas de ¡Viva Santa Teresa! me hacen volver atrás y al mismo tiempo mirar al cielo y dar muchas gracias a Dios por vivir este momento histórico. Por si fuera poca la emoción, todo se enciende más en gozo cuando, entre la muchedumbre que sigue la procesión por los laterales de las calles, se levantan unas manos y se aúpan unas cabezas para que los vea. ¡Es un grupo de universitarios de Madrid que vino el fin de semana anterior y han vuelto! No me lo esperaba. Sabía por ellos que habían venido y estaban muy emocionados. Les dije que venía al siguiente fin de semana. Terminada la procesión y la misa nos quedamos en oración ante Santa Teresa. No hay que decirles nada. Nos mantenemos en silencio, varios de rodillas y también algunos con el rosario. Según nos vamos sentando nos miramos y en silencio nos decimos todo. El silencio habla por sí solo. Sus rostros muestran que están felices y llenos de Dios, de felicidad que solo puede venir de poner su corazón ante el mismo Dios y sus santos. Uno se atreve romper este silencio orante y preguntar algo sobre el cuerpo de Santa Teresa, dónde están la mano y el pie que faltan y porqué están el brazo y el corazón en otros relicarios a los pies del retablo, luego otro que cómo nace el Carmelo Descalzo, otro sobre la oración de Santa Teresa, otro sobre la intervención del P. Gracián en todo este proceso de hacer reliquias con el cuerpo de Santa Teresa..., así, en diálogo orante y bajo, pasamos los minutos. Son más de las 11 de la noche y ninguno se quiere ir. Siguen entrando peregrinos. Como estábamos en una capilla no molestamos al estar un poco alejados. Es todo preguntar y preguntar, y hacer comentarios y agradecer a Dios vivir un momento así en unión. Algunos vuelven a la oración y también aprovechan para confesarse. Da pena terminar este encuentro, pero hay que marchar. El día se acaba, llegan las 12 y tienen que volver a Madrid. Nos despedimos junto al río donde han dejado los coches. Se van con el corazón lleno de alegría por haber orado ante Santa Teresa y conocer un poco mejor su vida y sus escritos.

Así han venido muchos peregrinos, en este mismo plan. Con verlos se nota que lo que quieren es rezar y dejar que Santa Teresa les guíe por el camino de la oración hacia el encuentro con Cristo. Es lo que confirmo a lo largo de todo el domingo cuando participo de la eucaristía y rezo también entre los peregrinos. ¡Todo es gracia de Dios! Y más aún al tener el privilegio de estar junto al relicario del corazón en el altar. Celebrar la santa misa teniendo a menos de dos metros el corazón de una monja nacida en Ávila, santa y doctora de la Iglesia, que sigue cautivando tantos corazones es algo que no se puede explicar con palabras...

¡Llega el gran día!, el lunes 26, en que se cierra el sepulcro con todo el protocolo establecido. La urna de plata donde se encuentra su cuerpo es puesta en andas de madera para ser conducida por algunos de los carmelitas descalzos allí presentes. ¡Qué regalo poder llevar a Santa Teresa en andas! ¡No es una imagen! ¡Es su cuerpo! La emoción va creciendo según salimos a la calle. Toda la gente espera a su santa, a Santa Teresa de Jesús, ¡Viva Santa Teresa! ¡Viva! Los vivas no cesan mientras la banda de música acompaña la procesión hasta la plaza para bajar después a la entrada del museo y llevar a la santa castellana hasta su camarín.

La oración es muy intensa en esos momentos. Personas, situaciones, intenciones, recuerdos, ... Todo pasa por mi corazón al tener tan cerca a mi madre Santa Teresa... Me emociono por dentro pero no llego a llorar. ¿Quién me iba a decir esto cuando bajaba todas las tardes a rezar a los pies de su sepulcro...? Miro el arca y toco la plata poniendo nombres de gente que hubiera querido estar este fin de semana en Alba y no ha podido por diversos motivos. Los nombres salen solos. La procesión sigue su camino. Al llegar a la puerta del museo, en un descanso, antes de entrar, voy más allá y en silencio no presento nombres, bueno sí, pero en vez de presentarlos los dejo metidos en el sepulcro en oración. Digo los nombres y lo que necesitan; también añado un deseo. Hago como con San José, que escribo nombres y peticiones concretas y se las dejo debajo. Pues ahora lo mismo, escribo esos nombres y peticiones mentalmente en oración y antes de seguir la procesión los introduzco en la urna de plata. Ahí ya no puedo más y lloro. Lloro y saco lo que llevo dentro de mi corazón para compartirlo con mi madre Santa Teresa. Ella ya lo sabe y conoce la realidad y los nombres que dejo junto a ella. Todo queda en secreto entre madre e hijo. Las lágrimas dejan de salir por fuera, pero por dentro no. La procesión retoma su ritmo y toca a su fin al llegar al camarín y dejar la urna dentro del sepulcro. La oración no termina, sigue y se prolonga en silencio en la iglesia hasta que todo concluye con la eucaristía de las 12:30, una vez que Santa Teresa de Jesús vuelve a estar en su sepulcro. En esta ocasión estoy junto a su brazo. Al mirar en diagonal me doy cuenta que estoy viendo el lugar donde tantas veces oraba.

Todo termina, o, mejor dicho, continúa de otra manera porque la oración sigue dando vida al que esto escribe al recordar lo vivido en Alba de Tormes ante el cuerpo de Santa Teresa. No dejo de dar muchas gracias por la vocación al Carmelo Descalzo. Es ella, la santa de Castilla, la que roba mi corazón cuando tengo apenas 20 años; me hace dejar el seminario diocesano para tomar el hábito carmelitano y comenzar una vida nueva. Me lleva de un lugar a otro y entre otros, el de su muerte, Alba de Tormes, donde quería haber estado más tiempo ya que sólo llego a vivir escasos 12 meses. Un año, pero muy intenso porque coincide con el final del V Centenario de su nacimiento. Primero celebro el nacimiento de Santa Teresa. Pasados los años vuelvo para venerar su cuerpo. El sepulcro de Santa Teresa se ha vuelto a abrir, ahora, en mayo de 2025; es cuando Dios tenía previsto hacernos este gran regalo para rezar de corazón a corazón.