por Portaluz
15 Mayo de 2025Riccardo Dimida, seminarista italiano en Roma, narra su impactante testimonio de conversión y vocación. Pertenece al Instituto de los Siervos del Corazón Inmaculado de María, una comunidad religiosa que centra su espiritualidad en el amor y la reparación al Corazón Inmaculado de María, en profunda comunión con el Corazón de Jesús.
Creció en un pequeño pueblo de la Toscana (Italia), disfrutando de una infancia feliz y despreocupada. Desde su temprana juventud se incorporó a la Acción y eran años felices que atesora en la memoria.
Fue al ingresar en la universidad que su fe se tambaleó, cuando comenzó a descubrir el mundo en toda su amplitud y diversidad, algo desconocido para un chico de pueblo. "Los viajes -muy frecuentes- me brindaban la ocasión para transgredir las reglas, para pisar siempre el acelerador en la búsqueda del placer y de emociones fuertes. Dentro de mí todo era una gran mezcla de buenos principios, aunque nunca verdaderamente profundizados. Quería mi bien y el de los demás, pero también deseaba disfrutar de los placeres de la vida, y quería que todo eso ocurriera en la mayor medida posible. Era como si viviera una vida de día y otra de noche, tratando de no dejarme nada por experimentar", relata al portal de la Fundación Carf, entidad que financia la formación de sacerdotes.
Eran años intensos los que vivía, porque al mismo tiempo, a pesar de volver a casa muy tarde un sábado por la noche o muy temprano el domingo por la mañana..., incluso con pocas horas de sueño, igual asistía a la Misa dominical. Podía pasar cualquier cosa, pero no dejaba de ir a Misa; "era como una tarjeta que debía fichar a toda costa", comenta.
En un momento de lucidez, gracias a la conversación con un amigo, decidió enmendar el rumbo, terminar sus estudios y dar un sentido trascendente a su vida.
La lucha interior
Fue tal su empeño que, después de obtener la Licenciatura, inició la maestría y ganó dos becas que lo llevaron, primero, seis meses a Amberes (Bélgica), y al año siguiente, otros seis meses a Ciudad de México, en la Universidad Nacional Autónoma de México. En lo íntimo, su alma continuaba atrapada en el conflicto, buscando hacer el bien, estar cerca de Dios o, al menos, volver a Él de tiempo en tiempo para pedir perdón a pesar de las frecuentes caídas. "Fue una gran batalla la que libré para cumplir con mi deber como estudiante en el extranjero sin perderme en las muchísimas ocasiones de desenfreno, intentando hacer prevalecer la parte luminosa de mí sobre la oscura", confidencia Riccardo.
Después del título, comenzó a trabajar como recepcionista en un hotel, y al cabo de un año decidió abrir una pequeña empresa junto con otros socios. Se dedicaban al rubro de la iluminación LED, la automatización eléctrica y el ahorro energético. Fue una época "muy oscura", reconoce, marcada por un ambiente laboral que le colocaba constantemente en situaciones críticas. "Entonces, yo intentaba descargar el estrés a través de comportamientos tóxicos, tanto hacia mí mismo como en la relación con los demás. Es cierto que unos años antes había comenzado un camino de conversión serio, pero mi vida nocturna seguía presente y aún no había tocado fondo. No lograba dormir, había adelgazado, y vivía todo de forma profundamente negativa".
Abandonarse en las manos de Dios
Llegaron los años del COVID y el sufrimiento espiritual de Riccardo se potenció. Vivía con gran estrés y sin rumbo claro. Tocó fondo. Se encontraba en una profunda crisis laboral y personal: solo, derrotado, sin poder dormir, cada vez más agresivo con los demás y consigo mismo.
En esa soledad vio que su relación con Dios había sido como un intercambio: él cumplía y Dios lo premiaba. La verdad era que Dios no era el Señor de su vida. "Todo giraba en torno a 'mi esfuerzo', 'mi mérito'", reflexiona.
La paz comenzó a llegar el año 2021, tras una peregrinación al Monte Athos con unos amigos. La sacralidad de aquel lugar lo impactó profundamente. Luego, en septiembre del mismo año fue a Lourdes y rezó con fervor para encontrar un director espiritual. Un mes después, una religiosa le presentó a un sacerdote del Instituto que luego sería su nueva familia. Por fin se abandonaba en las manos de Dios para reparar lo que fuere necesario.
Discernimiento y Consagración
En junio de 2022 se consagró a la Virgen como laico en el Movimiento de la Familia del Corazón Inmaculado de María. Finalmente, en octubre de 2024 dejó oficialmente el trabajo.
Hoy Riccardo vive en Roma. Gracias a la Providencia es miembro del Instituto de los Siervos del Corazón Inmaculado de María y asiste a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. "La gracia de Dios actúa incluso a través de los gestos más pequeños Quiero expresar mi gratitud a todas aquellas personas que encontré en el camino y que, literalmente, me salvaron. La Virgen, inevitablemente, me conducía siempre a Jesús.", dice al finalizar