Cada vez que participamos en la Santa Misa, el amor de Cristo crucificado y resucitado se comunica a nosotros como alimento y bebida, para que podamos seguirlo a Él en el camino de cada día, en el concreto servicio a los hermanos.
"Es una gran responsabilidad que la Iglesia quiere compartir con todos los creyentes y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad", señaló el Pontífice
"La fe nos da la seguridad de esa presencia de Jesús... que nos impulsa a superar las tormentas existenciales... que nos aferra para ayudarnos a afrontar las dificultades".
"La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores...".