“Hasta los 17 años, mi relación con Dios podría decirse que era unidireccional. Yo iba a misa, me confesaba, asistía a Adoraciones y formaciones, pero simplemente porque era parte del día a día en el colegio. Lo veía como una obligación y mi interés no iba más allá, no estaba dispuesto a acercarme a Él de verdad ni dejar que entrara en mi vida”, confidencia.