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Condujo el camión "ebrio y drogado", signos de muerte. Desde el monasterio, su hermana oraba por él

La euforia de la droga tiene para los adictos consecuencias inevitablemente fatales. Miguel Ángel con un rostro que hubo de ser re-construido lo sabe. Pudo sobrevivir sólo por la oración y ofrecimientos de su pequeña hermana.

por 13TV/ Portaluz

28 Enero de 2014

La primera vez que las fosas nasales de Miguel Ángel López captaron el impacto gélido de la cocaína, le atrapó aquella sensación de euforia y fuerza renovada, que el obligado incremento del ritmo cardíaco alentaba. Hasta hace algún tiempo aún le sudaban las manos de sólo escuchar ciertas palabras que constituyen el argot colectivo de los adictos y dealers (proveedores). Atrás muy atrás en el tiempo habían quedado los claros días cuando junto a su madre iba a misa cada domingo y soñaba para él otra vida...

Vida al límite sobre ruedas

“Empecé fumando un primer cigarro, luego probé mi primer porro, alcohol y todo desencadenó en apartarse de los caminos del Señor y luego, con el valor añadido, que la droga te va dejando, vacío y sin personalidad”.

Miguel, ante las cámaras de 13TV en España en el programa “+ Que Noticias” señala que hoy quiere vivir desde la verdad, por ello reconoce que al volante de su camión recorrió toda España “ebrio y drogado”.

Desde joven sabía que los camiones -“a más grandes mejor”- e ir de un sitio a otro era lo suyo. Tenía independencia y buen dinero cada mes... factores que en lugar de ser un trampolín para sustentar su estabilidad enfocó en la adicción. “No solamente probé cocaína, sino que durante 22 años me metí de todo lo que ofrece el mercado, lo cual generó una adicción en que te metías una y otra droga hasta quedarme vacío”.

En su estado Miguel no podía imaginar las implicancias que traería la -para él- inesperada decisión de su pequeña hermana, quien viviendo una pasión con sentido ingresaba al Monasterio de las Oblatas de Cristo Sacerdote, cuya espiritualidad privilegia el orar por la santidad de los sacerdotes y religiosos.

Siempre hay esperanza, aunque todo parezca perdido

Su pasión tuerca la compartía con algunos de sus amigos de parranda y cuando uno de ellos le invitó a probar el turbo de su nuevo vehículo fue el mejor panorama que podían ofrecerle. Ese día, y “porque Dios lo permitió”, expresa, nuestra excesiva velocidad ocasionó un accidente que por poco les mata y dejó el vehículo “casi convertido en chatarra. “Me rompí todos los huesos de la cara, las cervicales rotas, un coágulo de sangre rondando, una hernia discal y un soplo en el pulmón”, dice, fueron el resultado de su aventura.

Con riesgo vital, salvarle fue un desafío para los médicos que debieron luego insertarle diversas prótesis para reconstruir los huesos de su cara. Postrado, obligado a desintoxicarse, aquellas noches en el hospital se tornaron en instancias para reflexionar sobre las acciones que había emprendido por años... “Durante mis sueños, tenía conciencia del bien y el mal... a un grado que en esta tierra no se imagina. Entonces desperté y le dije a Dios «¿Qué es lo que ha pasado?». Y entonces me vi, la verdad, y le dije: «Señor, tú me has hecho esto y tú me vas a curar, porque tú me has traído aquí para algo y yo te voy a servir en la medida que tú me des el honor de poder servirte». Pues así empezó mi conversión”.

Oración y amor, una mezcla irresistible para Dios

Lo que Miguel desconocía es que desde que ingresó en el monasterio su hermana oraba y ofrecía sacrificios cada día a Dios, pidiendo por su sanación y él hoy tiene absoluta conciencia del poder transformador de la oración en su vida... “Si dicen que la oración no es necesaria, ¡miren dónde estoy! Cuando estaba metido en el mundo de las drogas -afirma- todos los sentidos funcionan al mismo tiempo, era todo simultáneo, hay una confusión total. Ahora que he recibido la ayuda del Señor, vivo una vida sacramental, rezo el rosario, voy a misa todos los días, tengo sensaciones nada comparable con la droga: estoy sereno, actúo con coherencia y disfruto más”.

Luego de permanecer más de 22 años “en un mundo de oscuridad” como él mismo señala, y haberse hecho “esclavo” de la droga, lo que era en su historia un peso aplastante, una vez sanado es sabiduría para ayudar a otros desde su comunidad de fe, la Renovación Carismática Católica en la localidad de Torrijos. “Soy un instrumento para los jóvenes y sus madres. Les digo que piensen lo que hacen, que reflexionen y que se fijen en otros que han estado en este tema. Cómo acaban, no cómo están ahora, sino los que son mayores, cómo están en psiquiátricos, enfermos, y el que no, en la condenación como estuve yo...porque el adicto es sólo una marioneta de otros que son más listos. Hoy yo no me tengo que esconder porque Dios está conmigo”.