
por Portaluz
9 Junio de 2025Mientras conducía por Denver hace seis años, de camino a un compromiso social, Sam Schultz pasó junto a un grupo de personas que compartían una comida con personas sin hogar en un parque. Algo se agitó en su corazón y dio la vuelta al coche. "Aquella decisión cambió mi vida. Los misioneros y el personal me inspiraron a reflexionar sobre la invitación de Jesús a amar a los pobres de una manera nueva", recuerda Sam y añade: "La comunidad era vibrante, auténtica y libre. Poco después de esa experiencia decidí solicitar mi ingreso a Christ in the City y dejar atrás mis planes de estudiar ingeniería".
Hoy, Sam Schultz es el director de operaciones misioneras de Christ in the City y dirige un apostolado que se basa tanto en la presencia como en el servicio. A través de amistades forjadas en las calles, él y los misioneros de los que es mentor llevan el amor de Cristo a los rincones olvidados y rechazados de Denver.
"Como director de operaciones misioneras, mi papel es acompañar a los misioneros y voluntarios mientras acompañan a los pobres. Les ayudo a prepararse para el ministerio al principio del año con una serie de cursos de formación sobre nuestro estilo de ministerio, técnicas de comunicación, límites y seguridad", explica.
Además de preparar a los misioneros para el ministerio, Sam también establece contactos con organizaciones locales para apoyar sus esfuerzos en apostolados basados en la inserción social. "La otra parte de mi trabajo consiste en entablar un diálogo con diversas organizaciones de la zona de Denver para que podamos apoyarles con nuestro apostolado en sus instalaciones", explica. "Son nuestros ministros voluntarios, que aplican el mismo enfoque basado en el vínculo que hacemos en las calles, excepto que el ministerio se realiza en residencias de ancianos, hospitales, cárceles y refugios para personas sin hogar".
Dedicarse al voluntariado en lugar de a la ingeniería se tradujo para Sam en volcarse por entero al servicio, incluidos los difíciles días de la pandemia COVID-19, cuando sólo un puñado de empleados podía seguir atendiendo a los sin techo. Sam recuerda un encuentro invernal en particular. "Un hombre vino con la cara gravemente desfigurada. Nunca había visto nada igual. En ese momento, me quedé helado de asombro y repugnancia, incapaz de responder o apartar la mirada", cuenta. "Pero sin dudarlo, mi compañera Erika sonrió cálidamente al hombre, se acercó a él y empezó a hablarle. Me quedé perplejo ante la audacia, la confianza y el amor que irradiaba esta discípula misionera. Me di cuenta de que no sólo veía un rostro desfigurado, sino el rostro de Jesús. Estoy seguro de que este encuentro entre el vagabundo, Erika y Jesús no sólo fue un regalo para ellos, sino que para mí fue una gracia haberlo presenciado. La misericordia tenía un rostro ese día".
Para Sam, el apostolado consiste simplemente en seguir al Maestro y ponerse al lado de los pobres y los solitarios, como hizo su compañera de trabajo aquel mismo día.
"¿Dónde vemos a menudo a nuestro Señor? Con pecadores, excluidos y los que están en los márgenes. Eligió estar en compañía de hombres y mujeres corrientes y poco imponentes, e invirtió en ellos y los amó", afirma. "Creo que el discipulado consiste en seguir el ejemplo de nuestro Señor, haciendo compañía a los pobres y solitarios de nuestro entorno con una intencionalidad amorosa".
Esa intencionalidad amorosa está en el corazón de la formación que Christ in the City ofrece a sus misioneros y voluntarios. "Formamos a nuestros misioneros y voluntarios para que establezcan relaciones con los pobres", explica Sam. "La pobreza más profunda es la falta de ser querido, amado y conocido por los demás, la pobreza de la soledad y el aislamiento. Ningún servicio transaccional puede curar ese tipo de herida. Sólo una persona puede llenar la necesidad de amor y relación de otra".
Para apoyar esa misión, la formación es clave: arraigo espiritual, integridad psicológica, habilidades de comunicación y vida en comunidad. Al fin y al cabo, como se suele decir en Christ in the City: "No puedes dar lo que no tienes". Lo que dan los misioneros debe estar enraizado en algo más profundo que la sola fuerza humana.
"Sin la oración, este ministerio sólo se quedaría en el nivel del amor humano, que es voluble y condicional. Sólo con Dios de por medio pueden nuestros esfuerzos dar frutos sobrenaturales", destaca Sam.
Para quienes se preguntan por dónde empezar a servir a los pobres, Sam ofrece un reto: mirar adónde iría Jesús. "¿Dónde deberían encontrarse los cristianos en el mundo actual? Ciertamente en las iglesias, adorando a Dios. Pero fuera de los muros de los edificios de las iglesias, yo también esperaría encontrarlos en los lugares más necesitados: en las calles de nuestra ciudad, en residencias de ancianos y hospitales, en las cárceles, prisiones y refugios para personas sin hogar."
En reconocimiento a su firme discipulado, Sam Schultz ha sido nombrado «Discípulo del mes» de la Campaña Católica del Arzobispo de Denver. Su amor por los demás es un testimonio inspirador del amor de Cristo por aquellos que se encuentran en los suburbios de la existencia.
Fuente: denvercatholic.org