Imagen gentileza de Avel Chuklanov - Unsplash

Qué pasa cuando un grupo cristiano se aparta de la recta doctrina: el ejemplo terrible de una secta en Zimbabue

15 de marzo de 2024

La realidad de las sectas de origen cristiano y su manipulación de la revelación bíblica puede causar la anulación de los derechos y libertades del ser humano y la deformación de su espiritualidad.

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El pasado 12 de marzo de 2024, la Policía de la República de Zimbabue dirigió una operación que terminó con la detención del denominado "profeta" de una secta de origen cristiano y de otros siete adeptos adultos (con edades comprendidas entre los 41 y los 55 años) por "actividades delictivas que incluyen abuso infantil". De hecho, fueron rescatados 251 niños, explotados para trabajar al servicio del grupo (246 de los cuales no habían sido registrados legalmente al nacer), según informó al día siguiente en un comunicado el portavoz del cuerpo policial, Paul Nyathi.

 

El líder de la "iglesia Johane Masowe" –denominada también Gore Jena Penyeranyika– tiene 56 años y se llama Ishmael Chokurongerwa, aunque sus seguidores lo conocen como Madzibaba Ishmael. Tal como explican las autoridades de Zimbabue, los niños de la secta estaban sin escolarizar y “eran sometidos a abusos como mano de obra barata, realizando trabajos con el pretexto de que se les enseñaban habilidades para la vida”. Además, los agentes de policía encontraron 16 tumbas cuyos ocupantes (9 adultos y 7 niños) tampoco habían sido enterrados legalmente.

 

El sectarismo de origen cristiano en África

 

 

Los medios de comunicación, tanto los del país donde ha sucedido como los del resto del mundo, no han ofrecido más información que la proporcionada por la policía de Zimbabue. Sin embargo, profundizamos en la noticia, ya que se trata de un caso sintomático que refleja una realidad de multiplicación de sectas de impronta cristiana en el continente africano.

 

En una región del planeta donde la fe cristiana está en claro crecimiento (después de siglos de mayoría islámica), también hay personas que se autoproclaman profetas y, con una versión distorsionada de la revelación bíblica, arrastran a una gran cantidad de seguidores a los que manipulan y, en ocasiones, llegan a esclavizar. El caso que ha sorprendido a la población de Zimbabue en estos días es muy significativo.

 

En 2023 ya hubo un suceso protagonizado por otra secta autóctona de inspiración cristiana que conmocionó a Kenia: el líder de los Ministerios Internacionales Buenas Noticias, Paul Mackenzie Nthenge, llevó a la muerte a centenares de sus seguidores, convenciéndolos de que la segunda venida de Cristo estaba cerca y, para ello, debían ayunar hasta el final. Está siendo juzgado ahora, casi un año después, tras haber hallado las autoridades los cadáveres de 429 adeptos enterrados en un bosque.

 

¿Profetas de Dios para África?

 

 

¿Cómo es posible que se multipliquen grupos de este tipo en un continente que lleva siglos recibiendo la acción evangelizadora de la Iglesia católica y los misioneros de otras confesiones cristianas? La clave suele estar en la aparición de personas con un fuerte carácter carismático que consiguen aglutinar a su alrededor a gente sencilla, con escasa formación y recursos pero con un gran sentido de lo espiritual, necesitada de una experiencia personal de Dios.

 

El siguiente paso para estos líderes autoproclamados es muy sencillo: asegurar ser los depositarios de una revelación especial y exclusiva de Dios. Afirmación que juntan a una crítica feroz a las Iglesias y comunidades cristianas tradicionales, acusándolas de ser un resto del pasado colonialista que pretende implantar –o más bien imponer– un cristianismo occidental o europeo, ajeno al alma africana. Así, se declaran los nuevos profetas para la población negra.

 

Esto es precisamente lo que encontramos en el origen del grupo que acaba de ser intervenido por la policía en Zimbabue. La figura principal de esta corriente fue Johane Masowe (1914-1973), que fundó la llamada "Iglesia del Evangelio de Dios" tras haber tenido una supuesta experiencia mística en su adolescencia que lo llevó a identificarse con un nuevo Juan el Bautista, predicando el arrepentimiento y el bautismo en su país y otros limítrofes. Así se establecieron sus grupos de "apóstoles", fácilmente distinguibles por ir vestidos de blanco, los varones con el cabello afeitado y la barba larga, y las mujeres con un pañuelo blanco en la cabeza.

 

El crecimiento de la secta

 

 

En los inicios de su predicación itinerante, Masowe llegó a declarar a la policía en una ocasión en la que fue detenido: "Realmente creo que he sido enviado del cielo para realizar una labor religiosa entre los nativos. Creo que soy ‘Juan Bautista’, como me dijo la voz [desde una zarza ardiente]. Ningún ser humano me ha guiado en mis enseñanzas". Aunque fue arrestado y encarcelado varias veces, continuó su labor, presentando una forma de fe cristiana anticolonialista y formando un grupo de seguidores exclusivamente africano, consiguiendo reunir a personas de tribus enemigas.

 

En los años 40 se estableció en Sudáfrica, fundando una empresa para el sostenimiento económico de la secta, pero en 1962 el Gobierno de aquel país repatrió a cerca de dos millares de seguidores al descubrir que eran inmigrantes ilegales de Zimbabue. Poco después, la sede central del movimiento se trasladó a Tanzania y luego a otros países. Cuando Johane Masowe murió en 1973, contaba con más de medio millón de adeptos en nueve naciones africanas, y esta cantidad llegó a duplicarse a finales del siglo XX.

 

En las enseñanzas divulgadas por este líder destacaban dos aspectos: por un lado, el rechazo de las religiones tradicionales africanas, consideradas supersticiosas e incompatibles con la fe en el único Dios; por otro lado, un rechazo igualmente fuerte al cristianismo "blanco", el predicado y vivido por los colonizadores. Sin embargo, hubo costumbres africanas que no fueron modificadas por la supuesta radicalidad evangélica del grupo: por ejemplo, mantuvo la práctica de la poligamia. El propio Masowe llegó a tener tres esposas.

 

La trampa del "hilo directo con Dios"

 

 

La arbitrariedad, pues, es una característica común en estos grupos. Aunque haya una llamada constante al arrepentimiento y a la conversión –en el caso de esta Iglesia del Evangelio de Dios los seguidores abandonaban la idolatría, la brujería y toda superstición–, no hay una referencia a una revelación objetiva (la Sagrada Escritura y la Tradición), sino la simple –y ciega– obediencia a un autoproclamado profeta que dice recibir comunicaciones directas de parte de Dios. Por eso, todo es posible, según la personalidad del líder. Y en este grupo se multiplicaron las profecías, las curaciones milagrosas y los exorcismos.

 

Por eso es muy significativo algo que los investigadores destacan en el caso de Johane Masowe: no sólo sus enseñanzas estaban por encima de la revelación bíblica (ya que se creía depositario de los mensajes divinos), sino que llegó a rechazar la Biblia. Para justificar esta extraña decisión en un grupo que se presenta como cristiano, afirmaba que los africanos tradicionalmente habían carecido de libros, y que una revelación escrita trae consigo la necesidad de educación y alfabetización, para las que hace falta dinero, y de esta forma los pobres estarían en desventaja para conocer la voluntad de Dios.

 

Masowe lo tenía claro: Dios se le había manifestado directamente a partir de 1932. Y esa divinidad que le hablaba era tanto el Dios de la Biblia como el dios creador de la etnia shona, llamado Mwari. De esta forma, elaboró un sutil sincretismo de la religiosidad natural con el cristianismo, pero poniendo más el acento en el Antiguo Testamento, sin reconocer a Jesucristo su papel central y definitivo en la historia de la salvación que narra la Biblia.

 

Cuando el líder sustituye a Cristo

 

Lo habitual en estos grupos es que el líder, considerado profeta conectado con Dios desde el inicio, sea "ascendido" en la consideración de sus seguidores. Aunque, como hemos visto, Johane Masowe se consideraba a sí mismo una figura equivalente a San Juan Bautista, lo cierto es que tenía una importante aura de mesianismo que creció tras su muerte.

 

Si leemos lo que publican en la actualidad los adeptos de la Iglesia del Evangelio de Dios, encontraremos afirmaciones que ponen a su fundador a la altura de Cristo, considerándolo ciertamente un mesías. En su argumentación, explican que Jesús habría limitado su ministerio al pueblo de Israel, pero Masowe habría logrado cumplir en el siglo XX las antiguas profecías que señalaban como destinatarios de la salvación divina a los oprimidos en Egipto (cf. Is 19, 20). Él sería, entonces, el redentor de los africanos.

 

Un desafío para la fe cristiana

 

 

La Iglesia católica ha tenido en cuenta el fenómeno de las sectas como uno de los principales desafíos que afronta en el continente africano, algo que se puede observar en la enseñanza de sus pastores. Ya en 1988, Juan Pablo II, respondiendo a la preocupación de los obispos zaireños por "la acción corrosiva de las sectas", les decía que "constituye para la Iglesia una seria interpelación, invitando a desarrollar la formación catequética de los fieles y de comunidades eclesiales ricas, puesto que los que son tentados por las sectas, buscan probablemente una respuesta simple o sincretista a sus interrogantes".

 

Una década después, el pontífice polaco abundó en el tema en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa, señalando que en este continente la formación de la fe "ha quedado muy frecuentemente en el estadio elemental, y las sectas obtienen fácilmente ventajas de esta ignorancia" (en el n. 76, haciendo una cita de un discurso suyo anterior).

 

Está claro que las sectas se aprovechan de las vulnerabilidades, tanto personales como sociales. En África la situación de pobreza y marginación que viven millones de personas sirve como caldo de cultivo para líderes sectarios sin escrúpulos que se presentan como cristianos, pero que marginan la persona de Jesucristo y las enseñanzas bíblicas para presentarse como los depositarios de una revelación que puede llevar a la esclavitud de sus seguidores y, en ocasiones, hasta la muerte.

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