Ha llegado el día. Todo estaba preparado. Dios todo lo puede. Es todopoderoso. Y lleva la historia. La de todos sus hijos. Es cosa de mirar al cielo; de vivir en esperanza y experimentar que Dios no falla. Todo se junta cuando Dios obra maravillas. Es el paso de Dios y no el del hombre el que sorprende, desconcierta y reconforta. A veces las voces avisan de algo que está por llegar, pero hasta que Dios no pone su mano sobre ello quedan en eso, en voces que se lleva el viento. Hacen falta almas entregadas del todo a Dios para mostrar su grandeza. Y lo que es más, que el cielo nos espera...
Acabamos de celebrar la fiesta de San Juan de la Cruz. Entre sus escritos encontramos un precioso poema que llena el alma de vida, entusiasmo y esperanza y nos lanza a volar. A volar muy alto. Tan alto que damos a la caza alcance y seguimos por una extraña manera pasando mil vuelos de un vuelo. Algo fuera de lo común. ¿Y por qué? Porque esperanza de cielo tanto alcanza cuanto espera. ¿Y cuánto esperamos? Esperemos solo este lance y al esperar no nos quedemos cortos porque así vayamos tan alto, tan alto, que a la caza le demos alcance. ¡Y llegamos! Todo gracias a la esperanza que tenemos puesta en el cielo.
¿Y quién mejor que la Madre de Dios, la que nos dice el fraile de Fontiveros que viene preñada del Verbo divino, para mostrarnos mejor que nadie lo que es caminar en esperanza? Sale a nuestro paso la Virgen de la Esperanza. Hemos dejado atrás la noche del 13 al 14 de diciembre recordando el tránsito de San Juan de la Cruz para poner los ojos en esa Madre que tanto nos ama y nos lo da todo, nos da a su Hijo y nos muestra cómo es el camino hacia el cielo. Es 18 de diciembre. Cuando la Iglesia pone la mirada en María con esas antífonas de la O y pide al cielo que destile el rocío de lo alto y que las nubes lluevan al Justo. Todo cuando queda menos de una semana para que nazca el Salvador del mundo en Belén.
Caminamos con María y viene también con nosotros San José. El hombre justo y fiel, varón angélico, modelo de contemplativos y patriarca sin par que tiene la dicha de escuchar en sueños la voz del ángel que le pide acoger a María como esposa y poner nombre al niño que lleva en su seno. San José acoge todo de noche y dice que sí. Cuando se despierta hace lo que le ha pedido el ángel y su vida cambia por completo. Más tarde nacerá ese Niño y le pondrá por nombre Jesús. Es lo que la liturgia nos regala en este día de la Virgen de la Esperanza. Tenemos que unir siempre a San José con María, como sucede en esta singular jornada que nos abre a un nuevo horizonte. ¿Cuál? Seguir los pasos de San José. ¿Cómo? Dejemos todo en Dios, de noche. Dios habla en la noche...
Dios habla en la noche y también de día, pero en la noche de una manera muy singular. El que lo ha probado que lo diga y que se ponga en camino hacia Belén, para ir con María y San José hasta ese lugar escondido donde Dios tiene dispuesto nacer.
Es hora de caminar, en este año, este 18 de diciembre de 2024, nos ha traído una gran sorpresa. Muchos la esperábamos. Otros se han quedado casi sin habla al compartir la noticia de la que no sabían nada; abren vivamente los ojos de par en par dando gracias a Dios porque lo ven como un regalo totalmente providencial para sus vidas. Es Dios. Es providencia. Es amor...
¡Así es! ¡Al final, las 16 mártires carmelitas descalzas de Compiègne, han llegado hasta el escalón más alto del cadalso! Atrás quedan aquellos días de prisión en la Francia revolucionaria de 1794 y la fecha preparada en la que una a una entregan su alma a Dios en medio de cantos y alabanzas a Dios. ¡Son mártires! ¡Viven en Dios! ¡Sueñan con el cielo! ¡Dan luz en la noche de la cárcel! ¡Salen en carros! ¡Llegan al patíbulo! ¡Renuevan su profesión! ¡Reciben la bendición! ¡Mueren! ¡Viven para siempre! ¡Llegan al cielo!
Hemos tenido que esperar. Ha llegado el día de un modo poco común, por canonización equipolente, es decir, extraordinaria. El Papa reconoce y ordena el culto público y para toda la Iglesia sin pasar por los diversos procedimientos que conlleva un proceso de canonización. El culto viene de lejos. El amor se afervora y al final llega la gracia: el fruto inesperado cuando de verdad tenemos esperanza de cielo. Ellas sí que la tuvieron. ¿Y nosotros?
No perdamos el tiempo. Salgamos ya para Belén, nos esperan José y María para llegar con ellos y todos los ángeles a ser testigos del gran acontecimiento que nos convoca a todos, ¡el nacimiento de Dios! ¡Dios se hace carne! Y por defender esta fe en Dios Santa Teresa de San Agustín y 15 compañeras son llevadas a la guillotina. Les da igual todo. Su alma está en Dios. Es el 17 de julio de 1794 en París. Ha pasado el tiempo. Hemos llegado al 18 de diciembre de 2024 y en Roma se ha decretado su esperada canonización.
¡Demos gracias a Dios! ¡Tengamos esperanza de cielo! ¡Caminemos con esperanza! ¡Escuchemos a Dios en la noche! Entonces todo será distinto. Nuestra vida cambiará por completo. Daremos un paso y otro. Venga lo que venga, hemos de seguir hasta el final. Tenemos ayuda. 16 mártires carmelitas descalzas nos muestran lo que es la Revolución Francesa y todo modo de vida sin Dios. La oscuridad cubre la tierra, pero el Sol llega de lo alto. La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no lo recibió. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron, pero algunos sí. ¿Quiénes? Almas esperanzadas, las que no temen al cadalso.