7 consejos que te llevarán a conectar con Dios y recibir lo que necesitas rezando el rosario

01 de abril de 2022

El rezo del rosario es poderoso, porque es una oración del corazón, una forma de contemplación y conexión directa con Jesucristo a través del amoroso poder maternal de la Virgen María.

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El Rosario es la oración mariana y Cristocéntrica más querida de la Iglesia Católica. Valorada por los fieles, papas, santos y santas como poderoso puente de las gracias de Dios, regaladas por mediación de la Santísima Virgen María. Es también un instrumento de educación en la fe, protección contra todo mal y crecimiento espiritual por la experiencia contemplativa y de meditación que favorece.

 

Aunque casi todos los católicos poseen un rosario, no todos saben cómo rezarlo; y muchos -aunque conozcan sus oraciones- se resisten a esta práctica espiritual.

 

Existen abundantes libros y recursos en línea que enseñan cómo rezar el rosario, pero no es habitual encontrar consejos para enfrentar las distracciones, aburrimiento u otros obstáculos que dificultan acceder a sus extraordinarios beneficios. Por esto, aquí te ofrecemos 7 consejos que te llevarán a conectar con Dios y recibir lo que necesitas rezando el rosario.

 

 

1.Programe el tiempo y ordene el lugar

 

 

¿Cómo podrías rezar el rosario si la vida es tan ajetreada? Todos valoramos la oración y sabemos que la necesitamos. Pero cuando la vida se complica, dedicar tiempo a la oración puede ser algo que se nos escapa. Con tantas exigencias de tiempo que compiten entre sí, puede parecer difícil encontrar una oportunidad para un buen tiempo de oración. Cuando encuentras un espacio de tranquilidad, te das cuenta de que tu corazón realmente echa de menos el tiempo de oración. Necesitamos la cercanía de Dios.

Define el tiempo en que rezarás el rosario y mantén siempre este horario para rezar el rosario; como si fuera el momento de ingerir la más importante medicina y el encuentro con la persona más amada.

 

2.Haz silencio

 

 

Vivimos en un mundo lleno de ruido y de gente, en un mundo que se enfrenta continuamente a multitud de sonidos e imágenes, impresiones y sensaciones. Nuestras tecnologías y nuestra forma de vida nos dificultan el poder apartar un tiempo y un espacio solo para estar tranquilos y reflexionar, para estar solos con nuestros pensamientos y “adentrarnos en nosotros mismos”.

Elige un lugar adecuado donde no seas interrumpido, reduce los estímulos visuales, apaga tu celular. Avisa a quienes no van a rezar contigo que rezarás el Rosario y durante ese tiempo les agradeces no ser interrumpido. Si te resulta de ayuda puedes encender una vela, un aromatizador, tener una estampa o imagen de la Virgen que te acompañe. Si el silencio absoluto te intranquiliza puedes disponer una música instrumental apropiada que favorezca esta oración.

 

3.Se consciente. Encuentra tu lugar. Respira.

 

 

Toma tu rosario con gratitud, siente su textura, cobíjalo con suavidad en tus manos, besa con amor el crucifijo. Si durante el rezo del rosario te distraes puedes repetir estos gestos. Luego, antes de comenzar a rezar, tómate unos segundos y recuerda que en el mundo hay otras personas en este mismo instante, rezándolo. Únete espiritualmente a toda esa red de orantes (cierra tus ojos un par de segundos e imagina que puedes verlos), agradece a Dios.

Recuerda que, para ayudarte a contemplar y gustar cada palabra de las oraciones, mientras vas rezando el rosario puedes cerrar tus ojos o fijarlos sobre alguna imagen o en el mismo rosario cuyas cuentas llevas entre tus dedos mientras estás rezando.

Decide con libertad la posición en que lo rezarás: de rodillas, sentado, recostado, caminando o una mezcla de ellas. Que sea lo que resulte más cómodo para tu cuerpo. Pero considera que favorezca el estar alerta, vigilante a lo que rezas y a la voz de Dios que podrás escuchar.

San Ignacio de Loyola recomendaba orar el Padre Nuestro u otras oraciones al ritmo de la respiración natural, pronunciando mentalmente una palabra al inspirar y otra al espirar. Así entonces, antes de iniciar el rosario puedes respirar dos o tres veces invocando mentalmente al Espíritu Santo. Pronuncia mentalmente “Espíritu” al inspirar y “Santo” al espirar. Si lo prefieres, opta por inspirar-espirar pronunciando mentalmente Santísima Trinidad, Virgen María o Jesús-Cristo. Si durante el rezo del rosario te distraes, puedes rezar la oración en la que te encuentres a tu ritmo natural de inspirar-espirar.

 

4.No te apresures

 

 

El rosario se convierte en un ritual vacío si no es más que la repetición de palabras. En su lugar, tómate el tiempo necesario para introducir cada uno de los misterios de forma muy consciente. A medida que avanzas en las diez Ave María trae a tu mente la imagen o imágenes del misterio que acabas de pronunciar. Agradece a Dios por este misterio de la fe, mientras prosigues rezando. Ya sea que estés orando mentalmente o de forma audible, modula, gusta, se consciente de las palabras que pronuncias. Rezar el rosario a toda prisa, como han señalado varios papas, no es lo ideal. Si el tiempo es un problema, prueba a comenzar rezando de forma lenta y meditada, al menos una decena de tu rosario.

 

5.Piensa en

 

 

El rosario es más que una serie de oraciones que se recitan. Es más bien una serie de mensajes que se te regalan para meditar. Una vez que les das vueltas en tu mente descubrirás en ellos consejos o lazos con tu vida cotidiana. Mientras rezamos las palabras de las oraciones, meditamos sobre los misterios.

Es fácil que tu mente comience a divagar cuando estás contemplando los misterios. Rezar el rosario puede volverse muy repetitivo. Puedes sentirte como un robot, sin procesar realmente las oraciones. Una forma de enfrentarlo es hacer el ejercicio de rezar al ritmo natural de tu respiración (ver nr. 3) y recordar en este momento que Dios está contigo, que estás en presencia de Dios. Otra forma de afrontar tus divagaciones u otras dificultades es tener presente -como si se lo estuviese diciendo a la Virgen- alguna de tus peticiones mientras rezas el Padre Nuestro, las ave María, el Gloria y el Oh Jesús mío de cada misterio.

 

6.Pide ayuda a María

 

 

En el rosario pide a María su ayuda, sin temor. Pídele que "ruegue por nosotros los pecadores", es decir, que se una a nuestra oración. María es "favorecida" por Dios y "bendita entre las mujeres", según el ángel Gabriel (Lucas 1,28), por el papel que desempeña en el cumplimiento del plan de salvación de Dios. Por eso tiene sentido recitar el Ave María, una oración que tiene sus raíces en el Evangelio de Lucas. Pedimos a María que nos acompañe en nuestra oración, como pediríamos a cualquier amigo íntimo que rezara con nosotros. Pero María es mucho más que nuestra mejor amiga; Jesús la designó como nuestra "madre espiritual" (Juan 19:27). Al mismo tiempo, el rosario es una oración profundamente centrada en Cristo. Cuando pedimos a María que nos acompañe en el rezo del rosario, ella nos lleva a Jesús (Juan 2:5). Cuando reces a María, no tengas miedo de pedirle ayuda.

 

7.Escucha lo que Dios te dice

 

 

Dios es fiel a sus promesas, y Dios prometió responder a nuestras oraciones. "Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. "Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá»" (Lucas 11:9-10). Si Dios promete responder a nuestras peticiones, lo hará de forma infalible. Pero en la oración hay dos partes: el que pide y el que da. Es importante que estemos alertas cuando recemos el rosario, para escuchar lo que Dios nos dice.

Pero la oración debe ser humilde. El rezo del rosario no es un cheque basado en nuestro buen crédito para comprar un favor de Dios. Debemos acercarnos a la oración sabiendo que, como pecadores, realmente no tenemos ningún crédito con Dios y que dependemos totalmente de su infinita misericordia.

 

 

La próxima vez que vayas a rezar el rosario, imagina que vas de la mano de María y que haces un viaje para visitar a Jesús. Cuando rezas el rosario, eso es exactamente lo que ocurre. El rezo del rosario es poderoso, porque es una oración del corazón, una forma de contemplación y conexión directa con Jesucristo a través del amoroso poder maternal de la Virgen María.

 

 

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