¿Qué debe hacer la Iglesia católica ante las sectas? Éstas fueron las respuestas del Papa Benedicto XVI
¿Qué debe hacer la Iglesia católica ante las sectas? Éstas fueron las respuestas del Papa Benedicto XVI

¿Qué debe hacer la Iglesia católica ante las sectas? Éstas fueron las respuestas del Papa Benedicto XVI

Durante su pontificado, el destacado Pontífice de origen alemán habló en repetidas ocasiones sobre el fenómeno sectario como un desafío para la acción pastoral de la Iglesia. Las sectas responden a la sed espiritual de la humanidad, y los católicos no pueden mirar para otro lado.

El último tercio del siglo XX policías y expertos de todo el mundo comenzaron a denunciar el grave riesgo que importa para la seguridad de los países y supervivencia de las personas el creciente fenómeno de las sectas. País tras país, las sociedades vieron progresivamente cómo grupos esotéricos, otros de inspiración oriental o aquellos que tergiversaban la verdad cristiana, se difundían y atraían cada vez a más personas. A la vez, surgían nuevas sectas de los más diversos estilos y temáticas, y en muchos lugares empezaron a constituirse asociaciones de familias afectadas que pidieron ayuda a psicólogos y otros profesionales.

Masacres sectarias de ayer y de hoy

Imagen gentileza de Sander Sammy - Unsplash

Fue la época de las grandes masacres protagonizadas por sectas, que impresionaron al mundo entero. El primer gran suceso que aún se conserva en las retinas de quienes lo contemplaron en los medios de comunicación tuvo lugar en 1978, cuando casi un millar de seguidores del Templo del Pueblo participaron en un suicidio colectivo en Guyana. En 1993 los Davidianos, liderados por David Koresh en Texas, vivieron un asedio de las autoridades que acabó en tragedia, con decenas de muertos.

Entre 1994 y 1997 la Orden del Templo Solar, una secta esotérica, protagonizó varios suicidios rituales en Suiza, Francia y Canadá. En 1997 fue el turno de un grupo ufológico, La Puerta del Cielo, con un suicidio de 39 personas en California. Y África ha sido el escenario de las últimas masacres sectarias, con una en Uganda en el año 2000 (Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios) y otra en Kenia en 2023 (Ministerios Internacionales Buenas Noticias).

Las fechas no dejan lugar a dudas: los efectos más terribles del fenómeno sectario no se limitan a las décadas de los 80 o 90 del pasado siglo, como muchas veces se intenta convencer desde diversas instancias políticas, mediáticas y académicas. Las sectas siguen operando, manipulando a millones de víctimas en todo el mundo, haciendo sufrir a sus familias y, sólo en algunos casos, llegando a desenlaces extremos que dejan traslucir un poco el drama escondido que hay detrás.

La respuesta de la Iglesia católica

En los años 80, organismos gubernamentales de diversos países afrontaron el problema que suponían entonces las sectas, pero la mayor parte de sus iniciativas quedaron relegadas al olvido. También las confesiones religiosas tradicionales lo estudiaron, y entre ellas destaca la Iglesia católica, que dedicó un informe a este tema, publicado en 1986. Pero lo que más impactó en aquellos momentos fue la insistencia del papa Juan Pablo II en ver el fenómeno sectario como un desafío a la acción pastoral de la Iglesia. Medio centenar de referencias al tema en sus escritos y discursos lo demuestran, como ya publicamos en Portaluz.

Tras la muerte de san Juan Pablo II en 2005, lo sucedió en la sede petrina Benedicto XVI, que ejerció el ministerio de obispo de Roma hasta su renuncia en 2013. Su magisterio destacó, entre otras cosas, por su llamada de atención sobre el avance del secularismo y por el énfasis en el diálogo interreligioso, elementos fundamentales para el mundo contemporáneo. ¿Era, pues, el fenómeno sectario algo pretérito a lo que ya no merecía la pena dar importancia? Un análisis exhaustivo de las enseñanzas de Joseph Ratzinger como pontífice nos dice lo contrario: habló y escribió sobre las sectas en varias ocasiones... y en la misma línea que su predecesor. Veámoslo.

El vacío espiritual y la responsabilidad de la Iglesia

En enero de 2007 Benedicto XVI se dirigió en el Vaticano a la Pontificia Comisión para América Latina, señalando que "los hombres y mujeres de América Latina tienen una gran sed de Dios". Explicó que "cuando la fe no se alimenta de la oración y meditación de la Palabra divina; cuando la vida sacramental languidece, entonces prosperan las sectas y los nuevos grupos pseudo-religiosos, provocando el alejamiento de la Iglesia por parte de muchos católicos". Cuando los creyentes no encuentran "respuestas a sus aspiraciones más hondas", señaló que "se producen también situaciones de vacío espiritual".

Unos meses más tarde hizo un viaje apostólico a Brasil para inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM), celebrada en Aparecida. Pero ya antes de acudir, en una reunión preparatoria para el evento, dirigiéndose a los nuncios en aquel continente les dijo que entre los desafíos que allí afronta la Iglesia está "el proselitismo de las sectas", al que hay que hacer frente con la formación de los laicos, la educación vocacional de los jóvenes y una presencia eficaz en los medios de comunicación. Además, dijo que "sobre las causas de la atracción de las sectas debemos reflexionar seriamente para encontrar las respuestas adecuadas".

En el viaje en avión un periodista le preguntó por la "hemorragia de fieles católicos" en América Latina, a lo que Ratzinger contestó que "el éxito de las sectas demuestra, por una parte, que hay una sed generalizada de Dios, una sed de religión; las personas quieren estar cerca de Dios y buscan un contacto con él. Y, naturalmente, por otra, aceptan también a quien se presenta y promete soluciones a sus problemas de la vida diaria".

La urgencia de la formación

Pero si en un ámbito habló especialmente sobre el fenómeno sectario el pontífice alemán fue en sus encuentros con obispos latinoamericanos, tanto en sus viajes pastorales como en las propias visitas ad limina de los pastores a Roma. Así, en 2007, aprovechando el viaje ya citado a Brasil, el papa les dijo a los obispos del país que "las personas más vulnerables al proselitismo agresivo de las sectas -que es motivo de justa preocupación- e incapaces de resistir a las embestidas del agnosticismo, del relativismo y del laicismo son generalmente los bautizados no suficientemente evangelizados, fácilmente influenciables porque poseen una fe fragilizada y, a veces, confusa, vacilante e ingenua, aunque conserven una religiosidad innata".

Aquel mismo año les dijo a los obispos de Puerto Rico que, ante "el avance de las sectas o de otros grupos religiosos de amplia difusión actual", una "protección eficaz" será -reiteró- "una solida formación religiosa", también en la escuela. En 2008 recibió a los pastores de las Iglesias locales de otros países latinoamericanos. En febrero, reunido con los obispos de Costa Rica, apuntó a "los riesgos de una vida de fe lánguida y superficial cuando se enfrenta a señuelos como el proselitismo de las sectas y grupos pseudorreligiosos, la multitud de promesas de un bienestar fácil e inmediato, pero que terminan en el desengaño y la desilusión".

Un mes después fue el turno de los obispos de Guatemala, a quienes insistió en que "la firmeza de la fe y la participación en los sacramentos hacen fuertes a vuestros fieles ante el riesgo de las sectas o de grupos pretendidamente carismáticos, que crean desorientación y llegan a poner en peligro la comunión eclesial". En el mismo sentido se dirigió en los meses siguientes a los obispos de Honduras y a los obispos de Panamá, llamando a que la Iglesia se apoye, para su actividad, "en el poder de la Palabra de Dios, acogida con fe, vivida con humildad y anunciada con fidelidad".

Los que tergiversan la Biblia

En su exhortación apostólica Verbum Domini, publicada en 2010 como fruto del Sínodo de los Obispos dedicado a reflexionar sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, Benedicto XVI se refirió a "la proliferación de sectas que difunden una lectura distorsionada e instrumental de la Sagrada Escritura" (n. 73). Efectivamente, las sectas de impronta cristiana tergiversan la Biblia -con su peculiar interpretación- como señuelo, como elemento de captación y adoctrinamiento.

¿Cuál ha de ser la respuesta de la Iglesia católica según el papa alemán? En el mismo número del documento apunta a "la animación bíblica de la pastoral", es decir, hacer "un particular esfuerzo pastoral para resaltar el puesto central de la Palabra de Dios en la vida eclesial". Porque "allí donde no se forma a los fieles en un conocimiento de la Biblia según la fe de la Iglesia, en el marco de su Tradición viva, se deja de hecho un vacío pastoral, en el que realidades como las sectas pueden encontrar terreno donde echar raíces".

La línea entre credulidad y fe

Un año después, Benedicto XVI escribió otra exhortación apostólica. Esta vez, dedicada a la situación de la Iglesia en el continente africano: Africae munus. En el n. 63 encontramos una mención al fenómeno sectario como un de los reclamos que tientan a los jóvenes africanos: "ideologías, sectas, dinero, drogas, sexo fácil o violencia". Y se dirige a ellos para decirles: "Estad alerta: quienes os hacen estas propuestas quieren destruir vuestro porvenir".

Pero lo verdaderamente importante en cuanto a este tema lo leemos en el n. 91, cuando se refiere a la multiplicación en la zona de "movimientos sincretistas y sectas", señalando que "a veces es difícil discernir si son de inspiración auténticamente cristiana o simplemente fruto del capricho de un líder que pretende poseer dones excepcionales". Producen "confusión" y "pueden inducir a error a los fieles de buena fe". Porque estas sectas, en el fondo, "explotan la credulidad y ofrecen un respaldo religioso a creencias religiosas multiformes y heterodoxas no cristianas. Destruyen la paz de los cónyuges y sus familias a causa de falsas profecías y visiones. Seducen incluso a los políticos".

La Iglesia católica, según Joseph Ratzinger, "debe individuar las causas de este fenómeno, no sólo para frenar la 'sangría' de fieles de las parroquias que se van a otros grupos, sino también para constituir la base para una respuesta pastoral apropiada, en vista de la atracción que estos movimientos ejercen sobre ellos". Y concluye su reflexión insistiendo: "Esto significa, una vez más, evangelizar en profundidad el alma africana".

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