“Agarré un folleto sobre cómo rezar el Rosario que había obtenido de la pastoral del campus. Nunca había rezado el Rosario por mi cuenta. Abrí el folleto y comencé a rezar, diciendo ‘Creo’ en voz alta. En el momento en que dije ‘Creo’, sentí una fuerza física que parecía asfixiarme o agarrarme por la garganta…”