por Cardenal Antonio Cañizares Llovera
28 Enero de 2022
El presidente francés, Sr. Macron, en su recentísimo discurso al Parlamento Europeo en el inicio de la presidencia francesa en el Consejo de la UE, anunciaba, sorpresivamente y con traición, el reconocimiento en toda Europa del aborto como un derecho fundamental de la persona, con lo que supondría imponer en la legislación de todos los Estados como tal derecho.
Creo que el Sr. Presidente galo o no se ha dado cuenta de lo que ha hecho, o ha sufrido una alienación grave, o ha perdido la razón. Y ante este hecho, los cristianos, mayoría europea, ni tampoco los Estados de la UE, y yo mismo, que no soy nadie políticamente hablando, un ciudadano europeo más, obispo y cardenal de la Iglesia católica, no podemos permanecer en silencio. Siento el deber moral en conciencia de pronunciarme. Y lo hago con este artículo de rechazo ante la boutade cruel de Macron. Se trata de un asesinato, de un infanticidio.
El aborto provocado es en sí mismo una acción gravemente inmoral. Llamando a las cosas por su nombre: abortar es matar o asesinar al propio hijo. Es una violación del derecho fundamental a la vida, base de la convivencia entre los hombres y de la vida en sociedad. Es un crimen contra la persona. El aborto es una hecatombe silenciosa que no puede dejar indiferentes, no digo ya a cristianos y cristianas del mundo entero, sino tampoco a los responsables de la cosa pública, que debieran pensar en el porvenir de las naciones.
Quien niegue la defensa a la persona más inocente y débil, persona ya concebida, aunque todavía no nacida, comete una gravísima violación del orden moral. ¿Qué sentido tiene hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente o se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?
La introducción y desarrollo de la legislación permisiva del aborto, hasta considerarlo como un derecho -derecho a matar-, ha sido considerado como la afirmación de un principio de libertad. Preguntémonos, en cambio, si no ha sido el triunfo del bienestar material y del egoísmo sobre el valor más sagrado, el de la vida humana.
Se ha dicho que la Iglesia habría resultado derrotada porque no ha conseguido hacer que se reciba su norma moral. Pero yo pienso que en este fenómeno tristísimo e involutivo quien ha sido derrotado es el hombre, es la mujer. En el caso de Macron, es Europa: ¿esto es propio de un presidente europeo o todo lo contrario, es su negación? Ha sido derrotada la sociedad asentada sobre el bien común; derrotado el médico que ha renegado del juramento y del título más noble de la medicina: defender y salvar la vida; lo ha sido el Estado secularizado o la Unión de Estados, que ha renunciado a la protección fundamental y al sacrosanto derecho a la vida para convertirse en instrumento de un presunto interés de la colectividad.
No existe justicia en un país que permite el asesinato de los inocentes. Al considerar el aborto como derecho humano fundamental, un continente como Europa carece de futuro.
Uno de los deberes fundamentales del Estado es proteger la vida de los seres humanos. Sin la tutela de este derecho, el Estado, o la unión de Estados, mina las bases en que debe asentarse toda sociedad. No podemos olvidar que "los derechos fundamentales de la persona deben ser reconocidos y respetados por la sociedad civil y la autoridad política. Tampoco representan una concesión de la sociedad y del Estado. En el momento en que una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que la legislación civil debe prestar, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley" (Donum Vitae, III).
El aborto es un crimen que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Legislaciones de este tipo establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia, nunca es lícito participar en una campaña de opinión en favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto favorable.
¿Puede obligarse a un Estado de la UE a introducir este "nuevo derecho" en su legislación propia? Naciones como Polonia, ¿tendrían que abandonar la UE o ser expulsadas de la Unión? ¿Más división en el seno de Europa, cuando tanto necesita de la unidad? Sr. Macron, no sabe lo que ha hecho: ¿a quién obedece usted, a mandatos masónicos, a la moda, a feminismo radicales antifeministas, al Nuevo Orden Mundial? ¿Por qué no sigue los principios de los fundadores De Gaulle, Adenauer, De Gasperi... a los que usted queda obligado por la presidencia que usted ostenta? Sincera y humildemente creo que todas las conferencias episcopales europeas, organismos correspondientes de la Santa Sede, universidades católicas, asociaciones en favor de la familia y de la vida, deberían decir una palabra a favor de la vida y de rechazo a la indigna pretensión del Sr. Macron. Pido y espero tal pronunciamiento.
Fuente: La Razón.