Sea tu Voluntad Señor, hemos visto los signos
Sea tu Voluntad Señor, hemos visto los signos

Sea tu Voluntad Señor, hemos visto los signos

por Néstor Mora Núñez

18 Abril de 2024

En la actualidad, nuestra vida está llena de eslóganes; frases atractivas que nos distraen lo fundamental. Estas llamadas hacen que perdamos de vista lo sustancial y nos quedemos con lo adecuado. Hacen que miremos a otra parte diferente a Cristo. ¿Un ejemplo? En la misma Iglesia, tenemos grupos contrapuestos en constante lucha por buscar la preponderancia de sus ideas y formas. Se habla mucho de comunidad, pero no se concreta qué es y cómo debemos vivir en ella. Algunas veces es un estado de bienestar social. Otras es una estructura de presencia pasiva e indiferente. ¿Es esto lo que quiere Cristo cuando ora diciendo? «Te pido que todos sean uno, así como tú y yo somos uno, es decir, como tú estás en mí, Padre, y yo estoy en ti» (Jn 17, 21). ¿Qué es lo que buscamos y cómo buscamos a Cristo?

En el Evangelio de este pasado lunes de la tercera semana de Pascua, tenemos una lectura evangélica muy interesante. En ella Cristo nos dice: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello" (Jn 6, 26-27).

¿Para qué buscamos a Cristo? Porque a veces no llegamos a darnos cuenta de la importancia de esta búsqueda. Seguir las pisadas de Cristo es buscarle. Cristo es Camino, Verdad y Vida, nadie llega al Padre si no es a través de Él (Jn 14,6). Cristo vivió su vida siendo un signo de la presencia de Dios entre nosotros. ¿Cómo fue llamado el Señor? Emmanuel: Dios con nosotros (Mt 1, 23). Cuando ascendió a los cielos, nos legó la misión de ser signos de Dios en el mundo, proclamando el Evangelio a toda criatura y nación. Pero, los signos de Dios nunca han sido especialmente bien recibidos por el mundo. El mundo los odia y rechaza. Al mundo le interesa aquello que le hace más fuerte y capaz de dominar a los seres humanos. Por eso el mundo acepta el pan físico de la filantropía y es terriblemente intolerante con el pan espiritual de la trascendencia.

Tras el sacramento del milagro (de dar de comer a una multitud), él añade un sermón para alimentar (espiritualmente) a quienes ya habían sido alimentados (físicamente); y con las palabras saciar las mentes de aquellos cuyos vientres sació de pan; pero si comprenden; y, si no comprenden, para que no perezcan los fragmentos se recogerá lo que no entienden. Hable, pues, y escuchemos: Jesús les respondió y dijo: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque visteis signos, sino porque comisteis de mis panes. Me buscáis por la carne, no por el espíritu». ¡Cuántos no buscan a Jesús sino para que les haga bien según el tiempo! Uno tiene un negocio, busca la intercesión de los clérigos; oprime a otro uno más poderoso, se refugia en la Iglesia; otro quiere que se intervenga a su favor ante quien el primero vale poco; uno de una manera, otro de otra; cotidianamente se llena de individuos tales la Iglesia. Apenas se busca a Jesús por Jesús. Me buscáis no porque visteis signos, sino porque comisteis de mis panes. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que permanece para vida eterna. Me buscáis a mí por otra cosa; buscadme por mí. Por cierto, se insinúa a sí mismo como ese alimento que más adelante aclara él: El que os dará el Hijo del hombre. (San Agustín. Tratado sobre el Evangelio de San Juan. 25, 10)

Sin duda, el milagro de la multiplicación de los peces y los panes fue un sacramento. Fue un signo de Dios que evidencia su presencia y trascendencia. Tras el milagro, llegó el Sermón de la Montaña, donde señaló puntos tan importantes como quién puede ver a Dios y la bienaventuranza para quienes le sigan, aunque sean perseguidos. Hoy en día se nos persigue de muchas formas. En los países occidentales se nos persigue con la indiferencia y el desprecio. En otros países, la persecución en más dura, matanzas y cárcel. En este sentido, el mundo no ha cambiado mucho desde el siglo I.

Cristo nos indica que lo importante es el pan espiritual. El poder, la adoración humana y el egoísmo, no nos llevarán muy lejos. Cristo no deseaba ser un rey humano, sino el Rey espiritual de nuestro ser: "Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo" (Jn 6, 15). Volvamos a la pregunta inicial, ¿Para qué buscamos a Cristo? Quizás buscamos generar aspectos sociales o egoístas. Quizás buscamos ser un líder político para que se imponga nuestra ideología. Temo que ese no es el camino que Cristo señala. Cristo señala la Puerta es estrecha, nunca ancha y sencilla de traspasar. Los signos, que San Agustín indica, son lo esencial. El pan físico y el poder político no dejan de tener su importancia en el mundo, pero no es lo que nos llevará convertirnos y creer realmente en el Evangelio. Esta es realmente la Nueva Evangelización que tanto necesitamos.

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