Imagen gentileza de Volodymyr Dobrovolskyy.
Imagen gentileza de Volodymyr Dobrovolskyy. Unsplash.

Redescubrir el silencio

Jaime Nubiola por Jaime Nubiola

7 Julio de 2025
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En el primer día del verano —en el hemisferio norte—, me vine a lo alto del Pirineo aragonés, justo en la frontera con Francia, para disfrutar de tres semanas de descanso con un grupo de amigos. Estoy en el Hotel Europa, en Astún, una estación de esquí a 1.600 metros de altitud, que tiene muy pocos visitantes en esta época del año.

 Me ha llamado la atención el verde brillante de la vegetación a causa de las intensas lluvias de la primavera, pero sobre todo me ha impresionado el silencio que se siente en el valle: como alguien decía, el silencio es el sonido de Dios.

Después de unas semanas atosigado por las novedades de las guerras internacionales, la fétida corrupción de los políticos de mi país y tantos otros asuntos acuciantes, se me abre ahora un tiempo para intentar rehacerme por dentro en la naturaleza y para escuchar amablemente a otros. Resulta imprescindible desconectar de las urgencias y de la presión de las noticias diarias para recuperar la paz y la serenidad interiores.

En nuestra ruidosa sociedad muchas personas se ponen auriculares en sus oídos para intentar tapar el estruendo de la ciudad. De ordinario suelen escuchar música, pero a veces se trata de podcasts de tipo cultural. Al llegar a las montañas hay que desconectar todos los medios electrónicos para poder escuchar el rumor suave de la brisa, los apagados trinos de los pajarillos, el agua cantarina que salta en los arroyuelos, solo interrumpidos de tarde en tarde por el ruido lejano de un avión que cruza a gran altura sobre el cielo.

Viene a mi memoria aquello que escribió Saint-Exupéry en El Principito: "Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre una duna de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y, sin embargo, algo resplandece en el silencio". En las montañas pasa lo mismo si se renuncia a las prisas y al control del tiempo. El silencio se escucha y la luz del sol hace que durante el día todo resplandezca. Durante la noche brillan con fuerza las estrellas.

No es difícil escuchar el silencio; solo requiere una voluntad templada que domine la imaginación y la memoria para que estas facultades —tan valiosas— nos dejen hacerlo. El silencio permite pensar y también escuchar. Prestar atención al silencio se parece a escuchar de verdad a los demás, a quienes nos hablan; sin distraernos en lo que les vamos a responder. La charla amable en el paseo con el amigo es algo encantador, pero también es encantadora la amable compañía en silencio.

El silencio nos hace dueños de nuestra intimidad, nos acerca a Dios y nos ayuda a vivir para los demás. Por eso, vale la pena intentar redescubrirlo en estas semanas de vacaciones.