En medio de los cambios

Los cambios rompen la rutina, alteran los planes, aceleran (o frenan) el ritmo al que estamos acostumbrados.

En medio de los cambios, necesitamos un ancla que nos asegure lo importante, lo que nunca pasa, lo que llega hasta la eternidad.

Ese ancla nos une a Dios, en quien encontramos la Roca verdadera, la paz que nada ni nadie puede arrebatarnos.

Ese ancla evita que nos dejemos arrastrar por las ideas nuevas y por los hechos inesperados, porque mantenemos fija la mente y seguro el corazón en el amor que nunca pasa.

Los cambios no nos dejan indiferentes: una huelga imprevista, una crisis económica, un problema en la familia, implican reajustes, incluso provocan heridas, que hacen que todo sea más complejo.

Pero ningún cambio destruye el amor verdadero, ese que se construye desde la experiencia de Dios y que nos lanza al servicio de los hermanos.

Por eso uno puede vivir, en medio de los cambios, con una alegría serena, con una esperanza indestructible, con un amor que se mantiene fresco, incluso que se incrementa.

Empieza un nuevo día. Quizá sea "rutinario", con cambios pequeños que integramos fácilmente en lo ordinario. Quizá lleguen cambios bruscos, invasivos, que exigen replantear todo el programa de actividades.

Miro al cielo. Dios no cambia. Su amor permanece para siempre. Su fidelidad dura por los siglos, como me recuerdan tantos salmos. Cogido de Su mano, seguiré adelante, en medio de los cambios de este día, desde la certeza de la cercanía de Dios Padre y de su Hijo, mi Señor y mi Mesías.