
Hace 10 años la mirada de muchos fieles estaba puesta en Santa Teresa de Jesús, la mística doctora que tanta luz ha dado a la Iglesia con sus escritos. Se cumplían 500 años de aquella madrugada del 28 de marzo de 1515 en que viene al mundo una niña, hija de Alonso y de Beatriz. Con el paso de los años entra en el monasterio de La Encarnación, en su Ávila natal. Es el principio de una historia de amor entre Dios y la joven Teresa que llega a su culmen con el matrimonio espiritual y la renovación de la Iglesia con la familia a la que da vida, el Carmelo Descalzo.
Han pasado 10 años y la santa de Castilla vuelve a estar en la mirada de muchos. Ahora no tanto en lo espiritual, que también, sino en lo físico, en lo corporal, con la apertura de su sepulcro. En Alba de Tormes, muy cerca de Salamanca, se custodia el cuerpo de Santa Teresa. Durante estos primeros meses de 2025 está siendo tratado para su mejor conservación. Cuando acabe el proceso en el mes de mayo será colocado en el sepulcro abierto para que pueda ser venerado por todos aquellos que se acerquen hasta Alba. Será un momento histórico. No perdamos la oportunidad de orar ante la maestra de oración de todos los tiempos, ¡Santa Teresa de Jesús!
Es bueno saber que no tenemos que quedarnos ahí, en el cuerpo de Santa Teresa que con 510 años es expuesto a la veneración. Es algo muy importante, pero no el todo; "entremos más adentro en la espesura" que diría San Juan de la Cruz. Vayamos al Evangelio, a la fiesta que se celebra tres días antes del 28 de marzo, la Anunciación. Una fiesta que ayuda a recordar a Santa Teresa por lo que ya hemos dicho de haber entrado como monja en el monasterio de La Encarnación. Y no sólo eso, es Santa Teresa de Jesús una de las almas escogidas para mostrar a toda la humanidad que no hay mejor camino para llegar a la unión con Dios que su Humanidad. Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Orar a Cristo, que siendo Dios es también hombre, cambia por completo la manera de vivir. Es abrirse a esa intimidad con Cristo que nace en Belén, que recorre ciudades y aldeas, que hace milagros, que... y que al final sufre la Pasión. Dejemos hablar a la santa abulense para que nos lo explique son sus propias palabras:
"Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad, y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conformes a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor, a quien tanto debemos, yo le doy por muy aprovechado" (Vida 12,2).
Y todavía podemos afinar más si nos acercamos a la liturgia tradicional y ponemos la mirada en la víspera de la Anunciación, el 24 de marzo, la fiesta del arcángel San Gabriel. Una fiesta que hemos perdido con la renovación litúrgica del Concilio Vaticano II. Ahora los tres arcángeles se unen en la fiesta de San Miguel, el 29 de septiembre. Antes cada uno tenía su día. Celebrar la fiesta de cada arcángel por separado nos ayuda a entrar mejor en diálogo con ellos.
Hagamos la prueba, invoquemos de corazón al arcángel San Gabriel en su día y entremos después de lleno al día siguiente en la solemnidad de la Anunciación. Pongamos nuestra mirada en el cielo y dejemos que el arcángel que anuncia grandes mensajes de parte de Dios al profeta Daniel, a Zacarías y a María, y según la madre Ágreda, también a San José, sea quien nos hable al corazón. No esperemos grandes manifestaciones como en estos personajes tan conocidos por todos, sino que simplemente dejemos que sea este arcángel quien nos susurre una palabra de Dios que nos ayude a caminar con más fe unidos a estos seres espirituales puestos por Dios a nuestro lado para cuidarnos, guiarnos, iluminarnos, ... y, en algunos momentos concretos, traernos un mensaje directo del mismo Dios.
¡Recemos al arcángel San Gabriel! ¡Leamos los textos de la Biblia donde se hace presente! ¡Hagamos oración con ellos! ¡Callemos! ¡Escuchemos! ¡Abramos el corazón! ¡Busquemos la soledad! ¡Pidamos ayuda a nuestro ángel de la guarda! ¡Sigamos en camino! ¡Entremos en diálogo con él! ¡Entablemos amistad con un arcángel que conocemos por su nombre!
Podemos pedirle algo, darle gracias, estar a la espera, ... Sería precioso que en el día de su fiesta nos ayude a escuchar de corazón la palabra de Dios, a acercarnos a esa sagrada Humanidad de la que tanto habla Santa Teresa y sobre todo nos introduzca en la devoción de los ángeles que nos hacen más cercana la vida del cielo:
Arcángel San Gabriel, tú que siempre traes gratas noticias del cielo, ayúdame a mirar al cielo, háblame de la vida del cielo, de los demás coros de los ángeles, de cómo tengo que dirigirme a San Miguel, a San Rafael y a mi ángel custodio, de cuánto puede cambiar mi vida si hago un camino que me lleve a entrar en un trato cercano y cotidiano contigo y con todos los ángeles que un día espero encontrarme en el cielo. Comparte conmigo lo que supone contemplar y adorar el Cuerpo glorificado de Cristo y hazme cada día más cercana esa Palabra viva que a veces me cuesta leer y aplicarla a mi persona. Pon palabras a lo que vivo por dentro para que la oración sea siempre el centro de mi vida como camino de unión con Dios. Aclárame lo que no entienda y si alguna vez el mensaje que traes a mi corazón es para decir sí a Dios en algo que me sobrepasa, repite lo que anuncias a María Virgen en ese saludo tan especial que todos conocemos, "No temas, porque has encontrado gracia ante Dios". ¡Gracias querido arcángel San Gabriel!
Si lo vivimos así, en oración y con la mirada puesta en el cielo, todo será para mayor gloria de Dios. Todo lo que hagamos cada día de nuestra vida ha de ser para gloria de Dios, para unirnos a los ángeles que contemplan el rostro de Dios en la gloria del cielo. Hoy uno de ellos quiere hacernos más fácil este camino de oración, sabemos bien de quien se trata, el que anuncia la Encarnación.