A Greg Jones le queda claro cuándo cambió su vida. No fue en 1998, cuando ingresó en prisión, ni en 2007, cuando obtuvo la libertad condicional por un cargo de homicidio. El año que destaca para Jones -nombre ficticio para proteger el anonimato del testigo-, es 2002. Ese es el año en que la Prisión Central de Belice pasó de estar bajo control del Estado a ser gestionada por la fundación privada Kolbe. "No querrías estar en la prisión antes de que Kolbe se hiciera cargo. Era horrible. El gobierno te ponía allí para que te pudrieras y tenías que hacer todo lo posible para sobrevivir. En 2002 se produjo un milagro", afirma Jones, de 46 años y padre de cinco hijos.
En efecto, la Fundación católica Kolbe es una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es la rehabilitación de los reclusos. "Reincidencia es la palabra clave cuando se habla de la prisión. Nuestro objetivo es que la cárcel esté vacía, a diferencia de las prisiones con ánimo de lucro que lo ven como una oportunidad de negocio. Queremos ofrecer a los reclusos la mejor oportunidad de dar un giro a sus vidas", afirma Francis "Cisco" Woods, quien hoy dirige la Fundación Kolbe que puso en marcha su padre.
La fundación empezó a funcionar a principios de este siglo, cuando la empresa familiar de construcción de Woods estaba arreglando la autopista que pasa por la prisión. Su padre, John, decidió hacer una visita y quedó horrorizado por las condiciones. Se quejó al gobierno y el primer ministro de la época, Said Musa, le invitó a hacer algo al respecto.
Así nació la Fundación Kolbe. John Woods bautizó la fundación con el nombre del sacerdote franciscano San Maximiliano Kolbe, patrón de los presos, que murió en 1941 como mártir en Auschwitz.
La prisión tiene hoy cerca de 1.100 reclusos, entre hombres, mujeres y jóvenes delincuentes. La fundación gestiona todos los aspectos de la prisión, pero con la supervisión del gobierno. A principios de este año, la fundación finalizó un nuevo contrato con el Estado, recibiendo 9 dólares al día por recluso, lo que cubre todos los costes, incluidos los 250 empleados.
El número de reclusos ha disminuido en los últimos cuatro años
Woods dice que la reincidencia ha caído sustancialmente, muy por debajo de la mitad de la tasa del 70%, cuando la fundación se hizo cargo hace 20 años. El trabajo en la prisión está contribuyendo a la disminución de las tasas de delincuencia y encarcelamiento. “Estamos teniendo un impacto, pero no es sencillo. Lo más importante es sanar sus corazones (de los reclusos), ayudarles a perdonarse a sí mismos", destacó Woods y añade: "Podemos enseñarles habilidades para que puedan sobrevivir y ganarse la vida cuando salgan, pero si su corazón no está curado, si no pueden controlar su ira, perdonar, si no tienen habilidades de afrontamiento, recurrirán a lo mismo que los trajo aquí".
Ian Peoples , un seminarista jesuita de la provincia central y meridional de los jesuitas de Estados Unidos, dirige un programa en la prisión. Comenta que los reclusos "expresan un verdadero deseo de cambiar sus vidas, lo cual es un éxito en sí mismo. Muchos de estos chicos se enfrentan a la desesperanza y no pueden imaginar que sus vidas sean diferentes".
Ian, que trabaja con delincuentes juveniles, reconoce en Woods el mérito de mostrar a los reclusos que las cosas pueden ser diferentes. "Cisco utiliza sus recursos para dar esperanza a estos chicos. Está teniendo un impacto real en las comunidades".
Jones no podría estar más de acuerdo. En un principio, Woods lo contrató para trabajar en la prisión tras su puesta en libertad y, desde entonces, ha trabajado en varios negocios de Woods. "Puedo decir que he sobrevivido gracias a Kolbe", afirma.
Fuente: Catholic Register