El eneagrama, desenmascarado

18 de noviembre de 2022

No es una técnica psicológica inofensiva y hasta útil, como quieren hacer creer. El esoterismo impregna esta práctica difundida en innumerables entornos cristianos.

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Si hay una práctica de la New Age que ha penetrado en muchos ámbitos cristianos y, concretamente, en instituciones de la Iglesia católica que le han abierto las puertas sin discernimiento alguno, es el Eneagrama; a veces denominado también “eneagrama de la personalidad”, presentado como una herramienta para el autoconocimiento y el crecimiento personal. Numerosas congregaciones religiosas lo han utilizado durante décadas y lo siguen utilizando para el discernimiento vocacional o la formación humana de sus integrantes.

 

Cuando se alza alguna voz crítica ante esta inquietante realidad, la respuesta de los practicantes y simpatizantes del Eneagrama es la misma: que se trata de una simple herramienta psicológica para el desarrollo personal; y que, si es empleada por personas con una buena formación en la fe, con recta intención y despojada de cualquier interpretación mágica o esotérica, resultaría inocua en un sentido espiritual.

 

La alerta de la Santa Sede

 

 

Sin embargo, una pista importante nos la da el Magisterio de la Iglesia cuando incluye al Eneagrama entre las técnicas de la Nueva Era. Precisamente el documento del Vaticano sobre este fenómeno lo cita de forma explícita. En Jesucristo, portador del agua de la vida podemos leer que “cuando se utiliza como medio de desarrollo personal, introduce ambigüedad en la doctrina y en la vivencia de la fe cristiana”. No se trata de una condena, como se apresuran en subrayar los defensores del eneagrama. Claro que no es una condena directa, pero sí una importante llamada de atención.

 

De hecho, el Eneagrama vuelve a aparecer en el glosario del documento, donde se detalla en qué consiste: su etimología griega remite a “un diagrama compuesto por un círculo con nueve puntos en su circunferencia, unidos entre sí por un triángulo y un hexágono circunscritos”. Continúa explicando que “originariamente se utilizó para la adivinación, pero recientemente se ha popularizado como símbolo de un sistema de tipología de la personalidad que consta de nueve tipos caracterológicos básicos”.

 

Su origen -advierte el documento magisterial- “permanece envuelto en el misterio”, aunque se alude a su posible origen sufí. Sin embargo, tal como lo recuerda el mismo documento, “se hizo popular tras la publicación del libro The Enneagram de Helen Palmer, pero la autora reconoce su deuda con el médico y pensador esotérico ruso G. I. Gurdjieff, el psicólogo chileno Claudio Naranjo, y el autor Óscar Ichazo, fundador de Arica”. Nombres, todos ellos, que fluctúan entre el esoterismo y la New Age. Por lo tanto, algo nada recomendable para un cristiano.

 

Apropiación de grandes figuras católicas

 

 

Desde hace más de 50 años, algunas editoriales católicas han servido al propósito de difundir el Eneagrama, y lo mismo ha sucedido con las casas de publicaciones de otras confesiones cristianas. Podemos fijarnos en un reciente ejemplo: el libro Spiritual rhythms for the Enneagram, publicado por InterVarsity Press, una editorial destacada en el mundo protestante. ¿Por qué detenernos en esta obra en concreto? Porque su planteamiento afecta a católicos y evangélicos por igual. Veámoslo.

 

Sorprende que tanto en los agradecimientos del libro como en su interior afrimen que -entre otros muchos- son “maestros de Eneagrama”, tres importantes figuras de la Iglesia católica: Evagrio Póntico, Raimundo Lulio (o Ramón Llull) y San Ignacio de Loyola. No se trata precisamente de personajes a los que se pueda asociar a un invento contemporáneo: Evagrio fue un asceta que vivió en el siglo IV; Raimundo, un teólogo y filósofo –posiblemente terciario franciscano– a caballo entre los siglos XIII y XIV; e Ignacio, el célebre fundador de la Compañía de Jesús (jesuitas) y autor de los Ejercicios Espirituales.

 

Los autores del libro en cuestión mienten al incluir estos tres nombres en una lista repleta de maestros New Age, de manera que los instrumentalizan para dar un aura de legitimidad al Eneagrama. Hablar de Evagrio Póntico, Raimundo Lulio e Ignacio de Loyola como precursores de esa técnica la convertiría en algo asumible para un creyente, además de parecer enraizada en la espiritualidad y la mística cristiana. Pero nada más lejano de la realidad.

 

Afirmaciones descabelladas

 

 

Es tan burda la estrategia de manipulación que llevan a cabo los autores del libro publicitario del Eneagrama, que una analista ajena a la Iglesia católica, Marcia Montenegro (creyente evangélica que conoce bien la Nueva Era por haber caído hace años en sus redes), insiste en alertar sobre “los peligros que vienen con el eneagrama”, y desmonta cada una de las afirmaciones del libro. Por ejemplo, explica cómo los dibujos geométricos y las reflexiones de Evagrio Póntico y Raimundo Lulio no se refieren a otra cosa que la conversión cristiana, el paso del vicio a la virtud.

 

Frente a todos los intentos desesperados de los autores New Age, Montenegro recoge las valoraciones de intelectuales cristianos que señalan la causa fundamental de sus afirmaciones erróneas: no entienden la teología ni la forma de pensar de los Padres de la Iglesia (los escritores cristianos de los primeros siglos), y aparte de su ignorancia, razonan de una forma interesada para justificar sus propias ideas, sin apoyo en la verdad. Porque, como recuerda esta autora protestante, “no hay ninguna evidencia histórica de que se enseñara el eneagrama antes de que lo hiciera en 1916 el ‘místico’ George Gurdjieff”, una figura fundamental para entender el esoterismo actual.

 

Incluso en ocasiones los defensores del Eneagrama usan textos de la Biblia para apoyar sus afirmaciones, algo que también supone un discurso malintencionado, ya que toman versículos que nada tienen que ver con asuntos de desarrollo personal o psicología. “Los pasajes bíblicos citados por los defensores del eneagrama casi siempre están fuera de contexto y mal utilizados”, afirma Marcia Montenegro.

 

Gnosis, panteísmo, autodivinización

 

 

Como es habitual en la Nueva Era, el lenguaje y las pretensiones son totalmente gnósticos: lo fundamental es el conocimiento –no la fe–, y en el fondo la clave está en el re-conocimiento de la que sería verdadera realidad del hombre: la divinidad interna, la fusión con el Todo, con la divinidad cósmica impersonal. Por eso el potencial humano es ilimitado, y basta con conocer las enseñanzas del Eneagrama y ponerlas en práctica para llegar a desarrollarlo por completo.

 

Según los autores del libro de Eneagrama analizado, el verdadero ser de la persona sería “Cristo-en-mí-mismo”, pero no en un sentido cristiano (como dice San Pablo en Gal 2,20, “es Cristo quien vive en mí”), sino de unión con la divinidad, que sería nuestro “Ser Verdadero”. El hombre nunca habría estado separado de Dios, sino que formaría parte de él. En este razonamiento, como puede observarse, no hay lugar para las afirmaciones básicas de la fe: el hombre creado a imagen y semejanza de Dios, pero como algo distinto a él; caído por la desobediencia que es el pecado; y redimido por la muerte y resurrección de Jesucristo.

 

Ni verdadera oración, ni verdadero Cristo

 

 

Esta idea del Ser Verdadero del hombre, comenta Marcia Montenegro, “es incompatible con las Escrituras”. Lo mismo sucede con las supuestas prácticas contemplativas y oraciones que promueven los defensores del Eneagrama. Por ejemplo, en el libro publicado por InterVarsity Press se puede leer lo siguiente: “Dios es el oxígeno de tu alma. Conectar la respiración del cuerpo con Dios es una práctica espiritual”. Montenegro responde inmediatamente: “sí, es una práctica espiritual, pero no cristiana. Esto es hindú y New Age. Dios no es el oxígeno de nuestras almas”.

 

Otra práctica que recomiendan los autores del referido libro es la del body scan (escaneo corporal), muy popular en el mindfulness y otras formas de meditación practicadas en la Nueva Era. Y para realizarlo, se manipula la figura de Jesús, que sería un títere en manos del practicante de Eneagrama. En una de esas sesiones de body scan se dan estas instrucciones: “Imagina que Jesús viene y le pide a tu cuerpo que le diga la verdad sobre lo que ha pasado… Mira a Jesús y pídele la gracia de escuchar la verdad de tu cuerpo… Imagina el poder sanador de Jesús viniendo…”.

 

Preguntar al cuerpo es una práctica New Age. Invocar a Jesús para que aparezca y haga lo que deseamos –como si fuera el genio de la lámpara maravillosa de los cuentos orientales– es una falta de respeto que roza la blasfemia. Todo esto es una actitud mágica, no de fe, que pretende instrumentalizar a Dios.

 

Lo que demuestra que el Eneagrama, ya sea en una vertiente más psicológica, ya sea más espiritual (buscando una supuesta concordancia con el cristianismo), entraña no sólo un problema para la racionalidad –es pura superstición–, sino para la integridad espiritual de la persona. No está justificado, en modo alguno, que se enseñe o se practique en ámbitos cristianos, y mucho menos en congregaciones religiosas de la Iglesia, como enseña el Magisterio y, de hecho, tienen muy claro algunos autores no católicos.

 

 

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