por Portaluz
4 Noviembre de 2023La foto central capta a Kerin O'Rourke Buntin en un momento de pura alegría. Ella está radiante mientras se encuentra frente a la Basílica de San Pedro en el Vaticano el pasado 20 de mayo. La escena refleja, dice, el sentimiento que la invade: "como si un manto perpetuo de paz y amor me envolviera".
Cuando ella y su marido se casaron por la Iglesia 30 años antes "mi plan era celebrar nuestros años dorados de la misma manera que mis abuelos maternos me modelaron su fe", recuerda. Sin embargo, en 2020, llegó a un desgarrador punto en el que su matrimonio estaba "irremediablemente roto".
"Observar la desgarradora ruptura de la unidad familiar que era mi posesión más preciada fue como si me estuvieran arrancando el corazón desde dentro", dice Kerin, madre de dos hijos adultos y miembro de la parroquia de San Luis de Montfort en Fishers, Indiana, en la diócesis de Lafayette.
Al solicitar ese año el divorcio, Kerin Buntin, que ahora tiene 57 años, pudo mantenerse a flote solo gracias a su fe. A menudo ella animaba a la gente a rezar a los santos, pidiendo su intercesión ante Dios. Así entonces comenzó a rezar a Santa Elena, la patrona de los matrimonios rotos. Y luego a Santa Faustina, patrona de la misericordia, cuya festividad es el mismo día -5 de octubre- en que ella se casó.
Mientras rezaba, seguía luchando contra el fin de su matrimonio y entonces tuvo una conversación con el párroco de su parroquia, el padre Thomas Haan. "Me animó a encontrar la presencia sanadora de Dios en el proceso de anulación", recuerda. "No había pensado en ello. Me habían enseñado que el matrimonio es para siempre. Me sentía culpable e indigna. La oscuridad era real".
Sin embargo, esta mujer encontró un toque de luz a principios de 2022, cuando comenzó el proceso en la Iglesia para "una declaración de nulidad del matrimonio", señala.
Kerin Buntin cuenta que en ese momento comenzó a escribir un diario, reflexionando sobre sus pensamientos y sentimientos en sus 30 años de matrimonio. Se apoyó en el abogado que la diócesis de Lafayette le asignó para guiarla en el proceso. Y empezó a reconocer la importancia de cada paso en el camino. "Me animó a entregar mi vida por completo a Dios. Dios me dio esperanza en los testimonios requeridos".
Esa esperanza se convirtió en alivio cuando el comité del tribunal revisó su caso a principios de este año y determinó que había motivos suficientes para anular su matrimonio. "Poco después de que se concediera la anulación, sentí mucha gratitud, no necesariamente por mi situación, sino agradecida por lo que aprendí sobre mí misma en el proceso".
Pero Kerin Buntin sintió el impacto pleno y poderoso de la misericordia divina poco tiempo después, cuando dirigió un retiro de mujeres en Toscana, Italia, en mayo de este año.
Tras aterrizar en Roma, ella y una amiga dieron una rápida vuelta por la ciudad y acabaron en la zona exterior de la Basílica de San Pedro. Mientras su amiga se maravillaba ante la basílica que veía por primera vez, Kerin se sintió sobrecogida por un motivo diferente. "Lo que sucedió a continuación tuvo que ser la gracia de Dios", confidencia. "Sentí como si un manto perpetuo de paz y amor me envolviera. En la Basílica de San Pedro fue un momento sagrado, a la altura del nacimiento de mis dos hijos... Sentí el tipo de paz y amor que sólo Dios puede proporcionar, no el que se obtiene de una persona o de cosas materiales."
Ese sentimiento de sentirse abrazada por el amor de Dios continúa para Kerin Buntin. "Mi relación con Dios es ahora un continuo camino de confianza", afirma. "Dios sigue abriéndome puertas para caminar con otras personas que están en un camino similar. Siento su presencia real en mí, comulgando en la misa diaria, llevando la Eucaristía a mi amiga anciana, y contemplando la vida de Cristo en los misterios y virtudes del santo rosario. Ahora entiendo por qué tantos santos encontraron descanso en el rosario", señala.
La alegría que la invadió aquel día en la plaza de San Pedro se ha quedado con ella. "No soy la misma mujer de hace años", dice. "Tengo una perspectiva sana, y la vida es radicalmente mejor de lo que jamás hubiera imaginado".
Fuente: Arquidiócesis de Indianapolis