por Portaluz
24 Octubre de 2024Que Dios "exalta a los humildes" y "a los hambrientos los colma de bienes" es sabiduría que la Virgen María proclamó y que -registrada por el Evangelista Lucas (1, 46-55)- ha sido una riqueza de la fe para todas las generaciones futuras. A lo largo de los siglos, diversos testimonios de santos y santas muestran que esa acción preferente de Dios no ha cesado. Hoy, el nefasto clericalismo o los diversos abusos cometidos por algunos miembros de la Iglesia -que han alimentado una crisis bien denunciada por Papa Francisco-, no han mellado la fe del pueblo. Analistas de diversos países están constatando que en el último año... Eucaristías, Santuarios y en particular ciertas devociones de la piedad popular concentran la adhesión masiva de esos humildes, quienes continúan confiados en sus vidas al amor, a la misericordia de Dios. Al respecto, uno de estos reservorios predilectos de la fe es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. No ha de ser menor su importancia cuando los Papas le han dedicado cinco encíclicas: Annum Sacrum, Miserentissimus Redemptor, Quas Primas, Caritate Christi Compulsi... y la última, «Dilexit nos», de Papa Francisco.
Como exorcismo contra todos los males, la promesa del propio Hijo de Dios a los devotos de su Sagrado Corazón es categórica: "Nada temas. Yo reinaré a pesar de mis enemigos". Finalmente, la jerarquía de la Iglesia llegó detrás del pueblo fiel. Ello, pues cuando proclamó oficialmente por primera vez sus argumentos -respecto de la Devoción y Consagración al Sagrado Corazón de Jesús en la Encíclica Annum Sacrum (De Hominibus Sacratissimo Cordi Iesu), dada el 25 de mayo de 1899 por el Papa León XIII-, ya eran millones los fieles que conocían las bondades de ese Sacratísimo Corazón e intentaban servirlo, según Él mismo se lo enseñó a una joven aldeana 215 años antes... Nada temas Marguerite-Marie
Marguerite-Marie Alacoque nació el lunes 22 de julio de 1647 en un caserío cercano a la aldea Verosvres (Charolais, Francia) y a 31 kilómetros de Paray-le-Monial donde muy pronto transcurriría su vida religiosa. Era apenas una niña de cuatro años de edad cuando su padre, abogado y notario del rey Luis XIV, la envió bajo el cuidado de su madrina al castillo de Corcheval, donde pronto comenzaría a experimentar un extraordinario vínculo con Dios. Un año después de llegar, estando en la capilla del castillo, ¡con apenas cinco años de edad!, haría un voto de castidad perpetua. En sus escritos posteriores Marguerite lo recuerda: "No entendía lo que significaba esta palabra 'voto', ni la de 'castidad´', pero me sentí impulsada a hacerlo". Lo que podría haber sido un juego inocente de niña sería un amor apasionado creciendo en su alma. Cuando tuvo su Primera Comunión a los 9 años ya era devota de la adoración al Santísimo Sacramento y el rezo del Rosario: "La Santísima Virgen", escribe Marguerite-Marie, "tuvo siempre grandísimo cuidado de mí; yo recurría a ella en todas mis necesidades y me salvaba de grandísimos peligros". Efectivamente pronto enfrentó el dolor. Recién había muerto su padre, estuvo cuatro años enferma pasando largos períodos en cama, algunos familiares maltrataban a su madre y a ella, falleció una hermana, pero salió adelante aferrada a la fe. "Sin saber dónde refugiarme... iba a algún rincón del huerto, al establo o a otro lugar secreto, en donde podía ponerme de rodillas para derramar mi corazón en amargas lágrimas delante de Dios", recuerda. Forjada en duras pruebas, pronto tomaría una decisión radical. "Me consumía el deseo de amarle" (a Dios), escribiría luego. Ese anhelo de unirse a Cristo comenzó a ser realidad el 25 de mayo de 1671 cuando ingresó para formarse como monja en el Monasterio de la Visitación Sainte-Marie de Paray-le-Monial, hoy también conocido como "Monasterio del Corazón de Jesús". "Como un lienzo ante un pintor" Algunos ritos y formas propias de la vida monacal le resultaban muy ajenas y pidió ayuda a su maestra de noviciado. Obtuvo una parca respuesta que no comprendió del todo: "¡Id a poneros delante de nuestro Señor como un lienzo ante un pintor!" Algunos días después intentando reflexionar sobre el trasfondo de esa frase escuchó una voz interior que le decía: «Ven, Yo te enseñaré». En ese momento, recuerda, supo que era Jesús y ya no se inquietó más, Él se encargaría de todo. Tan contenta estaba que solo quería pasar ante el Santísimo Sacramento, adorando. Fervor coronado el 6 de noviembre de 1672 al hacer su profesión religiosa. ¿Puede haber algo mejor que el amor de Jesús?
Ella no lo sabía pero todos esos gozos eran apenas un anuncio de lo que viviría un año después, el 27 de diciembre de 1673, primera aparición y revelación del Sagrado Corazón de Jesús a sor Marguerite-Marie Alacoque; y le confiaría la misión de hacerlo conocer en el mundo para que todos se consagren a Él: «Mi divino Corazón», le dijo Jesús, «está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su ardiente caridad, le es preciso comunicarlas por medio de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes». Fueron decenas las ocasiones en que Jesús volvió a privilegiarla con su visita. En 1674 Jesús le confía lo que espera de ella y de todos los devotos que buscan amar su Sagrado Corazón: 'Comulgar todos los primeros viernes del mes y pasar una hora rezando todos los jueves de once a doce de la noche, en recuerdo de su agonía en el Huerto de los Olivos, y para pedir misericordia por los pecadores'. Además, Jesús le dijo -escribiría luego Marguerite-Marie-, que a quienes se consagrasen a su Sagrado Corazón viviendo estas prácticas, les prometía un conjunto de bienes (ver al final las promesas del Sagrado Corazón) y que debía comunicar esto a todo el mundo. No sabía ella, dice, cómo hacerlo pues sus hermanas desconfiaban de todo esto y ni siquiera le habían permitido hacer una imagen del Sagrado Corazón y exponerla en público. El propio Hijo de Dios la consoló en una aparición con una promesa que es medular en esta devoción: «Nada temas. Yo reinaré a pesar de mis enemigos y de cuantos se opongan a ello». Fue el consuelo que necesitaba relata la santa en su autobiografía, "porque sólo deseaba verlo reinar. Puse, pues, en sus manos la defensa de la causa, mientras yo sufriría en silencio". Ocurrió según lo prometido. El sacerdote jesuita Claude La Colombière, que durante muchos años fue su director espiritual, la respaldó reconociendo como inspiradas verdaderamente por Dios las revelaciones recibidas por Marguerite-Marie Alacoque, quien vería expandirse la devoción en miles de personas. Al paso de los siglos millones son los devotos. Marguerite-Marie sería reconocida santa siglos después, en 1920. «Yo soy tu vida y tú no vivirás más que en mí y para mí», le decía el Sagrado Corazón y ella, devota fiel, invitaba a todos a darse por entero a él. “¡Todo de Dios y nada mío, todo para Dios y nada para mí, todo por Dios y nada por mí!” es su respuesta de amor a quien primero la amó. Las Promesas del Sagrado Corazón En sus escritos, santa Marguerite-Marie Alacoque registra varias promesas que Jesús le confió para los devotos de su Sagrado Corazón. Las siguientes han sido tomadas desde las cartas de la santa...
Nada temas. Yo reinaré a pesar de mis enemigos
Les daré todas las gracias necesarias a su estado de vida.
Daré paz a sus familias, los consolaré en todas sus aflicciones.
Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.
Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.
Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
Las almas tibias se volverán fervorosas.
Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
Daré a los sacerdotes y a los que obran por la salvación de las almas la gracia de mover los pecadores más endurecidos.
Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás serán borrados de él.
A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes, continuos, les concederé la gracia de la perseverancia final y de la salvación eterna.
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es celebrada por la Iglesia cada 11 de junio.