No te dejes engañar por “lo bonito". La cruda experiencia de Leila Miller con su amiga Marianne

15 de julio de 2022

Más de una década transcurrió en la vida de Leila hasta lograr comprender con dolor que, “el diablo se presenta como un ángel de luz, los lobos vienen vestidos de oveja (y de pastor), y el estafador es la abreviatura de hombre de ‘confianza’”.

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Leila Miller no siempre fue la conocida activista católica norteamericana, escritora de libros y articulista. Por años vivió atrapada en una secuela de pecados consentidos, mortales, que iniciaron en su temprana adolescencia. Eran los años 80 y se encontraba en una encrucijada moral. Aunque católica, se permitía “jugar con el pecado grave” intentando convencerse a sí misma que Dios, como padre amoroso que era, se lo permitía. Pero aun así su conciencia le susurraba que iba por mal camino. Decidió entonces conversar con Marianne, la amiga que consideraba más "santa", para que le aconsejara.

 

"Marianne era una católica practicante, cariñosa, amable, sobria y casta. Siempre alegre y paciente, hablaba abiertamente de su amor por Jesús, iba a misa todos los domingos y era una de las pocas personas que conocí durante mis años de escuela pública que parecían ser muy devotas del catolicismo, ciertamente mucho más que yo".

 

Con ese perfil -confidencia, en un relato publicado por Crisis Magazine- a Leila le pareció la indicada para preguntarle si podía continuar con esas "acciones", que sin posibilidad de duda eran contrarias a las enseñanzas de la Iglesia. Para sorpresa de Leila, lejos de cuestionarla… "Marianne se inclinó y me tocó el antebrazo. «Leila», dijo, mirándome directamente a los ojos y sonriendo cálidamente, «sólo quiero que seas feliz»".

 

Seducida por el demonio

 

 

Hoy, con 55 años no ha olvidado el rostro, la sala donde estaban y una cierta paz en aquel momento cuando Marianne, cual bondadosa gurú, pronunciaba su parecer. "Esas palabras eran todo lo que necesitaba escuchar de mi amiga más moral. No miré atrás, y durante los siguientes diez años, continué en un pecado mortal cada vez más profundo".

 

No quiso ni pudo comprender Leila que la frase de su amiga la estaba poniendo en manos del diablo. ¡Cómo podría haberlo imaginado! ¡Si Marianne tenía fama de ser tan buena!

 

"Caí en la trampa que atrapa a muchas almas hoy en día: creer que si una persona tiene una personalidad agradable, es afable, atenta y ‘acogedora’ (sea lo que sea que eso signifique), entonces la persona es buena. En algún momento, los católicos comenzaron a hacer juicios cruciales basados en los sentimientos y no en la razón. Nos dejamos seducir por una risa sincera, un parpadeo, un abrazo con una sonrisa cómplice. Nos dejamos arrastrar por la sensación de que alguien nos quiere, aunque nos lleven por un camino equivocado", reflexiona Leila.

 

Hoy lamenta que nadie le haya remecido entonces, por ejemplo, con la Primera Regla del Discernimiento de Espíritus de San Ignacio: "A las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, el enemigo comúnmente acostumbra proponerles placeres aparentes, haciéndoles imaginar deleites y placeres sensuales para conservarlas y aumentar sus vicios y pecados. En ellas, el buen espíritu obra de modo contrario, cuestionándolas y remordiéndoles la conciencia a través de la razón".

 

Sin ambages Leila reconoce que no puede culpar a ninguna otra persona por mis propias decisiones perversas". Pero sí puede escribir estas líneas para que otros no cometan sus errores y recuerden -reitera- que existen "nueve formas diferentes" de ser cómplice del pecado de otro. A saber: Por consejo, por orden, por consentimiento, por provocación, por alabanza o adulación, por ocultación, por participación, por silencio, por la defensa de lo mal hecho. Y añade Leila: “Lo ‘bonito’ de Marianne encubrió el mal de un par de ellas”.

 

La nada "santa" gurú que recomienda el aborto

 

 

¿Qué pasó con Marianne después de aquella conversación en el Instituto? Bueno, se mantuvo en contacto con Leila después de la graduación y en la universidad, pero finalmente le perdió la pista. Ello luego de un último encuentro donde traspasó todos los límites y en el que Leila comenzaría a ver la verdad.

 

Ocurrió un verano, en el que todavía la consideraba la más santa de las católicas. Su carácter simpático y agradable sonrisa seguían siendo cálidos y acogedores mientras le contaba a Leila la historia de una querida "amiga cristiana" que se había quedado embarazada inesperadamente.

 

Habló con orgullo de esta amiga, describiendo la decisión de la joven de abortar a su hijo casi a la mitad del embarazo. «Estaba tan llena de oración, Leila. Fue tan hermosa. Esperó pacientemente, sin hacer nada a toda prisa, porque era una decisión muy importante. Rezó durante meses para asegurarse de que elegiría la opción mejor y más amorosa. Finalmente discernió la voluntad de Dios: la interrupción del embarazo era lo correcto. Simplemente no era el momento adecuado para tener un bebé», sentenció sin titubear Marianne, recuerda Leila.

 

La verdad nunca daña

 

 

Fue entonces que a Leila se le heló la sangre… pues a pesar de todos sus pecados color escarlata, sabía que el aborto era el asesinato de un niño no nacido. ¡Marianne acababa de decirle que Dios afirmaba el asesinato en el segundo trimestre de un niño creado a su propia imagen! Y no le pasó desapercibido que su actitud "amable" al describir el asesinato premeditado de un niño era la misma que había tenido con ella aquel fatídico día en el Instituto.

 

"Pero esta vez la desafié. Le dije que éramos católicas, y que creía que debíamos estar a favor de la vida. Me aseguró, sin ningún sentido de la ironía, que estaba completamente a favor de la vida, pero que no podía interferir en las decisiones de los demás y en lo que Dios les guiaba. Mis ojos se abrieron ante la maldad y me horroricé".

 

Ese día, en el corazón de Leila, Marianne se cayó de su pedestal y se rompió en mil pedazos. Aunque el contacto posterior con ella fue mínimo, pudo saber que empezó a convivir con un hombre, a fumar marihuana y a defender las causas de la izquierda.

 

"Lo bonito me hizo tropezar en el Instituto y durante la posterior década. Lo bonito llevó a mi amiga por un camino oscuro de pecado mortal y apostasía. Lo bonito sigue amenazando a cada uno de nosotros, a nuestros hijos, e incluso a nuestros buenos sacerdotes y obispos. El diablo se presenta como un ángel de luz, los lobos vienen vestidos de oveja (y de pastor), y el estafador es la abreviatura de hombre de ‘confianza’. No todos los engañadores tienen intenciones maliciosas, pero engañan, no obstante. Para contrarrestar los engaños de los ‘simpáticos’, busquemos siempre la verdad. La verdad a menudo puede herir, pero, a diferencia de lo en apariencia ‘agradable’, nunca puede dañar".

 

 

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