El embarazo adolescente y los hogares sostenidos por madres solteras son una realidad de larga data en Latinoamérica según cifras del Banco Mundial. Realidad de vulneraciones que conoce en profundidad Macarena López Arrua, argentina, quien creció sabiendo que su padre le había abandonado cuando tenía apenas dos años de vida. Con esfuerzo y apoyada por los abuelos de Macarena, su madre logró criarla. Le dieron una buena educación en colegios privados, solía acudir a misa con sus abuelos maternos y mantiene vivo el recuerdo de su abuela que rezaba todos los días, por la mañana y antes de dormir.
Fue una adolescente rebelde -cuenta a Portaluz- que inició a los 21 años el consumo de drogas, junto a su novio que ya era adicto. "Él me llevó a ese mundo y caí en esa situación de drogas…”. Era una relación insana al punto que Macarena reconoce que junto a él “había hecho un pacto de suicidarme cuando tuviera 31 años".
Desesperada, su madre logró que se alejara del novio, pudiendo internarla en un centro de rehabilitación. Macarena tenía 28 años y al salir parecía estar recuperada. Poco tiempo duró ese bienestar y a escondidas de su familia contactó al exnovio con la clara intención de regresar al consumo de drogas. Al descubrirla, su madre montó en cólera y se alejó de ella.
La raíz de sus problemas era de otra índole
Este nuevo conflicto detonó una crisis emocional de tal magnitud en Macarena al punto de aparecer en su cuerpo una compleja reacción alérgica, quemante, que la torturaba. Fue de un hospital a otro buscando curación y los médicos no lograban que ella pudiera sanar. "Decían los médicos no podían hacer nada porque todos los resultados no arrojaban nada, ellos no podían explicarse que era lo que yo tenía", dice.
Agobiada, Macarena comenzó a considerar -dice- que la raíz de sus problemas era de otra índole. No solo la atormentaba esa dolorosa alergia, también veía sombras oscuras y escuchaba voces amenazantes, sobre todo por las noches. Para colmo de males, confidencia, se había transformado en una persona soberbia, agresiva, altanera. "Mi vida la gobernaba el demonio, el hacía conmigo lo que quería … tomaba muchas pastillas porque iba mucho al psiquiatra. Tomaba mucha medicación para poder dormir, a veces ingería 20 pastillas y no lo conseguía; pero claramente era porque estaba posesa y el demonio siempre se escondía", relata.
La batalla con el demonio
Ya sin fuerzas ni esperanza logró que la internaran en el Hospital Interzonal General de Agudos San Roque, ubicado en La Plata. Y fue de nuevo su madre quien le llevó el auxilio que ella necesitaba. "La noche de Pascua, en la Semana Santa de 2018, alrededor de las 9 de la noche, mi mamá llevó a un sacerdote amigo de la familia, el padre Ramón Figueroa, para que me diera la Unción de los enfermos y la confesión porque ya estaba por morir; decían los médicos que no podían hacer nada", afirma.
Los sacramentos recibidos atenuaron los males físicos de Macarena, pero tras confidenciar al sacerdote todo lo que padecía espiritualmente, este le recomendó pedir la ayuda del padre Alejandro Díaz en La Plata o del padre René Cari en Lobos. Comenzó su camino de liberación con el padre Alejandro y luego continuó con el padre René en la Parroquia de Lobos.
"Era como que los demonios estaban ya despiertos, ya se habían manifestado, entonces yo no podía caminar, llegaba a la parroquia del padre Rene a Lobos y de una caía al piso, era como una bolsa de cal o cemento y no me podían levantar… Recuerdo mucho dolor, me quemaban viva esas heridas que me agarraban durante todos los exorcismos, parecía fuego y me dolía mucho. Estuve miles de veces en el infierno, suplicando poder salir y muchas veces sentía tener la presencia de la Virgen", recuerda.
Liberada ante la Virgen
Fue un proceso complejo en el que sufría ataques donde no podía controlar lo que hacía… "comía los huesos para los perros, caminaba en 4 patas a las 3 de la mañana", puntualiza y agradece los cuidados que recibió de su madre… "Si se iba al trabajo tenía que esconder todo lo que era cortante porque tenía miedo de lo que me pudiera hacer el demonio, ya que quería empujarme al suicidio. Mi mamá traía galones de agua exorcizada de donde el padre y me los tiraba. Solo así lograba parar al demonio".
Llevaban 1 año 11 meses en batalla, hasta que un día fueron invitadas y acudieron a una misa de sanación en el Santuario de Nuestra Señora de San Nicolás. "Al entrar caí al piso, empecé a mirar la procesión de la Virgen y no pude seguir. Así que me ingresaron en una silla de ruedas, como desmayada, a la misa y durante la consagración ocurrió mi liberación", dice Macarena.
Hoy agradece lo que ha vivido "porque todas las pruebas que Dios nos pone son para darnos muchas gracias espirituales", afirma y al finalizar alienta a cuidar el bienestar del alma "dejándose inundar por la oración, la vida sacramental, la obediencia a la Iglesia y jamás perder la esperanza, ni la fe en Dios".