Podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que hay miles de centros que difunden las doctrinas del “venerable maestro” –así lo consideran sus seguidores– Samael Aun Weor, especialmente en los países iberoamericanos, donde campan a sus anchas las diversas asociaciones que –enfrentadas entre sí– realizan a diario un proselitismo basado en cursos y conferencias de temas culturales, antropológicos y espirituales.
Aunque en sus inicios (sobre todo en la década de los 70) era habitual hallarlos con nombres de apariencia más “religiosa” como Movimiento Gnóstico Cristiano Universal o incluso Iglesia Gnóstica, hoy las denominaciones de los grupos más destacados son los de Instituto Gnóstico de Antropología Samael y Litelantes, Centro de Estudios de Antropología, Asociación Gnóstica de Estudios de Antropología y Ciencias, Asociación Gnóstica de Estudios Antropológicos, Científicos y Culturales, Círculo de Investigaciones de Antropología Gnóstica, Instituto Cultural Gnóstico… y hasta podemos encontrar supuestas ONG como el Instituto de la Caridad Universal o la Asociación de Ayuda Social, Ecológica y Cultural.
La revelación de una ex adepta
El investigador y youtuber español Carles Tamayo, que está haciendo un considerable trabajo de desenmascaramiento de las sectas, ha entrevistado recientemente a una ex adepta de uno de estos grupos derivados de Samael –el Centro de Estudios de Antropología (CEA)–. En el primer minuto de su intervención deja claro, tras su experiencia de una década en su interior, que “Gnosis es una organización coercitiva que se vende como iglesia”, cuyo fundador “lo que hizo fue plagiar varios autores esotéricos y de ciencia ficción y creó su propia secta en los años 50 en Colombia, y de ahí se expandió a otros países”.
“Lo que la Gnosis enseña es que todos tenemos un potencial para ser dioses”, resume con lucidez. “Con eso venden al público: te vamos a enseñar a desarrollar tus poderes internos, a eliminar tus defectos, a ser una mejor persona…”. Para ello, el grupo –al que se refiere esta ex adepta como “iglesia”– estructura su camino iniciático para los adeptos en tres fases.
Todo comienza en la Primera Cámara, que consiste en conferencias gratuitas sobre temas de autoconocimiento y psicología. Aquí ya los “maestros” de las sectas gnósticas introducen una doctrina fundamental: “a través de las relaciones sexuales, pero sin eyacular o sin llegar al orgasmo, se pueden eliminar defectos, alcanzar poderes superiores. Ésta es la supuesta clave que ellos enseñan que nadie más en la humanidad sabe y que los hace diferentes”. De forma que se inculca que “somos distintos, somos una élite que tenemos un conocimiento especial, somos los únicos con la conciencia despierta, y el resto del mundo está dormido”.
El paso de las conferencias a los rituales
Al principio la participación es gratuita, pero “ya luego, para pasar a la Segunda Cámara, hay un ritual para el que sí tienes que pagar unos implementos, pero en realidad la persona que hace ese ritual no sabe de qué se trata ni qué va a suceder en la Segunda Cámara”. En realidad, “la persona entra a ciegas en esta iglesia, sin saber tampoco que es una iglesia con rituales, porque en un principio son sólo conferencias”. Se trata de una realidad oculta, “algo que la persona no sabe hasta que está metida, jurándole lealtad a la iglesia”.
Tras su paso por la secta, la ex adepta cuenta que el dinero que tuvo que entregar antes del ritual era para la adquisición de “una vestidura azul (como una túnica de monje), unas sandalias negras y un cordón tejido”. De repente, se vio a sí misma “en un salón con personas con espadas, candelabros, un crucifijo, el suelo ajedrezado, banderas, un gallo, una hoz (que representa la muerte) …”. Elementos que recuerdan claramente a la simbología de las logias masónicas.
Además –añade– “te vendan los ojos y, cuando te quitan la venda, de repente hay tres personas apuntándote con una espada y diciendo que ése será tu castigo si quebrantas el juramento que vas a hacer. También te ponen a jurar con la mano sobre la ‘Biblia Gnóstica’ que debes ser fiel a esa doctrina”. Su conclusión es tajante: “todo ese ritual es algo para lo que la persona no está preparada, y obviamente nadie se siente en capacidad de decir: ‘mejor me voy, mejor no me consagro, no hago este ritual’, porque es la presión del grupo”.
Al término del ritual, una táctica muy frecuente en las sectas: el bombardeo de amor, la reacción de afecto extremo. En su caso, con expresiones como: “ay, estamos muy felices de tenerte aquí, eres nuestra hermana, te queremos, estamos orgullosos de ti”.
Una vida ritualizada
A partir de este momento, la vida cotidiana del seguidor de la Gnosis cambia completamente: estando en la Segunda Cámara, ha de realizar los rituales todos los días. “En un principio los rituales se sienten como algo emocionante. Nos decían que éramos como los cristianos primitivos en las catacumbas”, enfatizando el misterio y el formar parte de una élite.
Pero la realidad es otra, invisible en ese primer momento. “Después te das cuenta de que te están explotando”, algo que incluye la “explotación laboral”, una vida completamente dedicada a la secta con trabajos no remunerados. “De eso te das cuenta cuando ya estás metido de lleno”, reconoce ahora.
En los grupos gnósticos se impone una obediencia ciega a los líderes, ya que “los ‘maestros’ dicen que ya eliminaron todos los defectos, que ellos ya están autorrealizados. Entonces, cuando tú quieres tener un pensamiento crítico, te dicen: ‘no, es que tú tienes ego todavía, tienes defectos, así que no ves la realidad tal como es’; en cambio, los maestros sí. Todo lo que digan ellos se toma como verdad y como una ley”. Y los seguidores que cuestionaban las cosas “eran vistos como rebeldes, personas malas”.
Estrategias de control y miedo
Otro aspecto de la mentalidad gnóstica que destaca esta ex adepta es que “se habla del fin del mundo todo el tiempo, que ya estamos a punto de que el mundo se acabe, y que sólo a los gnósticos nos va a salvar una nave espacial de extraterrestres que nos van a llevar a una isla en el Pacífico que está en otra dimensión”. Algo que se entiende en una doctrina cuyo inventor, el autodenominado Samael Aun Weor, aseguraba haber viajado al Sol y a otros planetas y haber contactado en ellos con “otras humanidades”.
Ella llegó a tener depresión y ataques de ansiedad –algo frecuente en adeptos de las sectas gnósticas– “por todo el miedo que me metieron”. Y enumera todos los aspectos de la vida personal que llega a controlar el grupo hasta el último detalle: la forma de vestir, la alimentación, el no poder ver televisión o películas, no poder acudir a centros comerciales y muchas otras prohibiciones.
Otro miedo que inculcan fuertemente es el relativo a la sexualidad. “Si eyaculas, pierdes energía, y te vas a ir al infierno. Es el peor pecado posible”, recuerda la ex adepta, que añade que “los esposos deben tener relaciones sexuales cada 24 horas, todas las noches, quiera o no quiera la mujer”.
¿De dónde viene todo esto?
Como ya se ha dicho, el iniciador de este gnosticismo contemporáneo es Samael Aun Weor. Obviamente, no se llamaba así: su verdadero nombre era Víctor Manuel Gómez Rodríguez (ver en imagen anterior). Nacido en Colombia en 1917 en una familia católica, siendo ya adolescente comenzó a frecuentar el espiritismo, y poco después pasó a ser miembro de la Sociedad Teosófica, el mayor movimiento esotérico contemporáneo.
Sin embargo, las influencias en su propia doctrina no se detienen ahí: Gómez Rodríguez integró elementos importantes de la masonería y el rosacrucismo, además del ocultismo ritual y mágico de la Ordo Templi Orientis, entre otros sistemas de pensamiento esotérico. En 1950 publicó su libro principal, El matrimonio perfecto, en el que escribió que “la síntesis de todas las religiones, escuelas y sectas es la Magia Sexual y el Cristo Cósmico”.
Tras su muerte en 1977, su legado comenzó un proceso de fragmentación progresiva, que no ha dejado de suceder hasta el día de hoy. Lo común a todos los que se autodenominan “venerables maestros” es la referencia continua al gurú inicial, al que llegan a llamar “Nuestro Señor el Cristo Samael Aun Weor”, y lo consideran también “Kalki Budha Maitreya”, avatara e iniciador de la Era de Acuario. Samael afirmaba que la Nueva Era había comenzado “el 4 de febrero de 1962 entre las 2 y 3 de la tarde”, algo que –según él– “vieron los astrónomos de todos los países del mundo”.
Inaceptable desde el punto de vista cristiano
El teólogo Pedro Fernández Rodríguez, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), afirmaba en 1996 que este gnosticismo contemporáneo se inscribe en “una búsqueda confusa de lo espiritual y de lo divino a través de muchas formas esotéricas”. Un reencantamiento del mundo, según este dominico español, cuyo “resultado para el hombre es la salvación puramente inmanente concebida como transformación de uno mismo, logrando una armonía fundamental en lo físico y en lo mental”.
“Pero el reencantamiento gnóstico del mundo no es religioso, sino profundamente antropológico”, subraya el P. Fernández. Y las doctrinas de Samael Aun Weor, en concreto, se apartan de la fe cristiana. Por un lado, consideran a Dios “una energía cósmica abstracta y plural”. Jesús de Nazaret no es el Verbo encarnado, sino un simple “hombre, sobre el cual, después de haber sido iniciado durante su vida oculta por grandes maestros coetáneos, descendió en el Jordán una energía cósmica, cuando empezó a ser Cristo”.
Efectivamente: hay una distinción radical entre Jesús (el personaje histórico) y Cristo, que para los gnósticos “no es una persona, un individuo, sino una fuerza cósmica, que está también dentro de cada uno de nosotros, al que se llega por la gnosis”. Siguiendo su razonamiento errado, “la Iglesia Gnóstica sería la iglesia verdadera e invisible, mientras que la Iglesia católica sería sólo visible y, por ello, una desviación de la auténtica Iglesia de Jesucristo”.
Este sacerdote dominico concluye con una clara llamada de atención a los creyentes, consciente de que “algunos gnósticos hablan de la compatibilidad entre la Iglesia Católica y Gnosticismo, pero no es así”, ya que la gnosis de Samael “es una alternativa a la religión, y en este sentido se opone radicalmente al cristianismo, para quien el Dios de Jesucristo ni es una energía cósmica, sino un Dios escatológico que interviene en la historia, llevándola a su plenitud; ni es un mero perfeccionamiento del hombre, sino el Dios misericordioso que nos salva gratuitamente de nuestro egoísmo”.