“Duré más o menos tres meses consumiendo pornografía ocho horas diarias, o sea, no dormía. Llegaba a mi cuarto, me acostaba y era ver videos y más videos. Caí también en la cuestión de la masturbación que es otro engaño; ese placer que te dicen es necesario, es mentira, es un pecado”, afirma.
Portaluz. Ana Beatriz Becerra