por Portaluz
2 Septiembre de 2020Águeda tiene Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad neuromuscular progresiva que avanza hacia la parálisis total. Ella y su marido Alejandro han acudido con la Hospitalidad de Lourdes de Madrid hasta el santuario mariano francés en la peregrinación diocesana que tuvo lugar hace dos semanas. La aceptación de la enfermedad y la relación de este matrimonio con Dios y con la Iglesia en medio de la prueba impactó a todos los peregrinos, enfermeras y camilleros que les acompañaron. Tras su encuentro con Dios, en gran medida por su enfermedad, Águeda cuenta en esta entrevista publicada por Religión en Libertad que “puede que no merezca la ELA, pero menos aún merezco que Dios se hiciera hombre para rescatarme a mí de mi pecado y mi enfermedad, y no contento con esto, muriera injustamente clavado en una Cruz por amor a mí”. Puedes seguir a Águeda a través de su blog en el que relata su vida con la ELA y comparte sus ganas de vivir.En tu blog cuentas tu experiencia de la peregrinación con la Hospitalidad de Lourdes de Madrid a este santuario mariano, ¿qué fue lo que más te impactó?
Es difícil responder, porque me impactaron varias cosas, así que voy a contestar dos de ellas; me impactó muchísimo la gravedad de los enfermos que iban, tanto que yo no me sentía enferma, más bien hospitalaria. Quizá porque la enfermedad física no me parece tan grave como la del alma, y vi mucho sufrimiento del alma; lo otro que me impactó al mismo nivel fue el derroche de amor constante de los hospitalarios, en todo momento y ante cualquier circunstancia había ternura, comprensión, alegría, paciencia y ¡por parte de todos! camilleros y damas, veteranos y novatos, adultos y adolescentes. ¡impresionante!¿Cómo se acerca una persona con una enfermedad grave como la tuya a la Virgen María en una peregrinación como esta?
Yo llevo tiempo sintiendo que Ella me acompaña en mi enfermedad, pero sobre todo en mi camino de encuentro con Cristo, por eso hace años me consagré a su Inmaculado Corazón y desde entonces se hace muy presente en todo lo que acontece en mi vida. Por eso ir a cualquier santuario Mariano es para mí ir a encontrarme con Ella, a rendirle homenaje. Además iba con la esperanza de que hubiera llegado el momento de mi curación e iba a pedírsela. Pero nunca me acerco con exigencias sino con humildad, sabiendo que la curación más necesaria y valiosa es la del corazón. Y creo que ahí estoy recibiendo muchas gracias porque mi corazón de ahora nada tiene que ver con mi corazón de hace 10 años. Poco a poco me está transformando.Cuentas que no te curaste, pero que recibiste otro tipo de gracias. ¿Puedes compartirnos que recibiste de la Virgen en esta peregrinación, por ejemplo después de bañarte en las famosas piscinas con agua de Lourdes?
Bueno, en parte lo que he contestado en la pregunta anterior, otro paso adelante en la conversión de mi corazón, pero también muchos guiños o caricias de Ella, que venían de la mano de los hospitalarios que sin conocernos se nos acercaban a decirnos cómo nuestra vida tocaba sus corazones o también el detalle insignificante para el mundo, pero lleno de amor para nosotros de parar la Custodia justo donde nos encontrábamos mi marido y yo. Otra gracia que nos concedió fue sentir mucho amor hacia una persona que fue bastante injusta conmigo y con otra enferma; no sentir rabia en momentos de injusticia es una gran gracia, es vivir el Evangelio y ser consciente de ser bienaventurado.En tu blog hablas de una relación muy profunda que tienes con Cristo por medio del dolor. En concreto dices que entendiste que tu “ofrenda en la enfermedad, para que Cristo pudiera seguir crucificado en mí, iba a valerme el premio de la vida eterna, porque Él lo ha dicho, soy Su sierva y estaré con Él”. Esto rompe los esquemas de un mundo que solo predica la comodidad y placer. ¿Cómo has llegado a ver tan claramente la voluntad de Dios? ¿Son horas y horas de oración? ¿Es una gracia?
Creo que son ambas. El deseo de conocer a Cristo te lleva a buscarle en la oración, en la meditación de la Palabra y en los Sacramentos, que es gracia que se derrama. Pero es esto vivido con perseverancia y sin desfallecer.
El Señor poco a poco, si estás atento, te va regalando una palabra aquí, otra allá y vas entendiendo lo que te pide, lo que le gustaría recibir de ti. Y tú si quieres se lo das y te das cuenta que al dárselo eres más feliz y las cosas son más sencillas de lo que imaginabas; así vas conociendo la voluntad de Dios.Águeda, leyendo tu blog y conociéndote un poco, vemos que en tu camino hay alguien muy especial y que está a pie de cañón todo el día, tu marido Alejandro. ¿Cómo vivís ahora la enfermedad como matrimonio y como familia con vuestros hijos?
La enfermedad ocupa un lugar importante en la vida familiar debido a la gran invalidez que me produce, pero de ningún modo permitimos que se lleve el protagonismo. Hemos intentado aprovechar todo lo bueno que la enfermedad nos concedía: entre Alejandro y yo una mayor intimidad compartida y descargar de gravedad los problemas del día a día, y con nuestros hijos hemos hecho una piña, nos hemos unido mucho a pesar de las edades complicadas que tienen. Y luego pues es verdad que la mayor carga la lleva Alejandro porque la mayoría de necesidades son en el ámbito de la intimidad y él quiere ser quien lleve a cabo mi aseo y mi alimentación, y ciertamente yo no podría estar más agradecida y a gusto con que sea así.
Mis hijos siempre están dispuestos a echar una mano cuando se les pide, pero como digo, la enfermedad no es el centro, tratamos de seguir siendo una familia normal.¿La ELA os ha acercado a Dios en vez de rebotaros contra Él? ¿Puedes contarnos cómo fue este encuentro con Cristo, vuestras conversiones?
Es muy duro cuando recibes el diagnóstico de la ELA, la sentencia de muerte como suelo decir y no entiendes por qué te ocurre a ti, con la de cosas que tienes por hacer, con los hijos pequeños... Es cierto que mi historia no era un dechado de virtudes, pero aún así, esto era demasiado. Esta forma de pensar al principio era poco menos que suponer que la enfermedad era un castigo por mis pecados. Y no es así. Me negué a atascarme en esta idea y entendí que la enfermedad es parte de esta vida.
Por otro lado al enfrentarme a la muerte pensé en cómo había sido mi vida, y fui consciente de lo errado que había sido mi camino, no solo por los pecados, sino por la soberbia de haber pretendido vivir mi vida y mi acercamiento a Dios con mis condiciones, o sea, sin Dios. Además entendí que puede que no mereciera la ELA, pero menos aún merecía que Dios se hiciera hombre para rescatarme a mí de mi pecado y mi enfermedad, y no contento con esto, muriera injustamente clavado en una Cruz por amor a mí.
Esto me conmovió profundamente y aún hoy lo hace. Ante esto, solo podía adorar, agradecer y ofrecerme para lo que me necesitase.
Y bueno, mi enfermedad empezó a ser vivida con alegría, lo que provocó el asombro de mi marido, y el deseo en su corazón de vivirlo igual y de ser feliz a pesar del drama de la ELA. Un poco de tiempo y mi oración constante obraron su conversión también.