Día de ingreso al Monasterio
Día de ingreso al Monasterio

Buscaba el novio perfecto y éxito, hasta que Dios le habló en una oración. Será esposa de Cristo

Dejó sus amigos, sus estudios de Trabajo Social, olvidó novios, anhelos de matrimonio e ingresó al Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Valladolid, enamorada de Cristo y para ser su esposa.

por Equipo Portaluz

11 Septiembre de 2013

Ana Martínez es hoy Ana de la Virgen del Carmen. Sus días los vive inmersa en la oración personal y comunitaria que tiene por centro la Eucaristía, tejiendo y también preparando los alimentos en el Monasterio del Corazón de Jesús y San José de las Carmelitas Descalzas, en la diócesis de Valladolid. Es una feliz esposa de Cristo. “Cuando haces todo en presencia del Señor, hasta respirar adquiere un sentido distinto”.

Sus hábitos de color café y las sandalias con suela de esparto que calza, son otro signo externo de una conversión que llegó cuando tenía los 23 años, tiempo que, según confiesa, veía la vocación religiosa como una palabra alejada de su vocabulario.

Sus padres nunca habían sido cercanos a la Iglesia y ella con alegría declara que “haberme convertido en monja es algo que rompe un equilibrio dentro de mi familia. Ni siquiera conocían a las hermanas, el lugar donde me encuentro y al enterarse de mi decisión se les pasó por la cabeza muchas cosas”.

Desde joven era una muchacha inquieta, con un intenso ritmo de vida, llena de amistades y también tuvo algunos novios. “Estudiaba Trabajo Social. De hecho ya trabajaba en un psiquiátrico y allí ayudaba a las personas; tenía mis amigos y por pasatiempo el pintar. De hecho había salido por varios años con distintos muchachos, pero llegó un momento en que me planteé la pregunta estrella «¿Soy Feliz?». Y me di cuenta que no”.

Sutil invitación en viernes Santo

Ana recuerda, como quinceañera enamorada, el momento exacto en que detonó todo, durante la semana santa de 2009. “Fui a orar un viernes Santo al convento de las religiosas del Monasterio de la Conversión, con las hermanas Agustinas. Muy ingenua, en la oración le hablé a Cristo y le dije «Te amo». En eso siento que lo acogió y Él me respondió con un «Yo también. ¿Te importaría que fueras esposa mía?»”.

Al momento de obtener aquella desconcertante respuesta, a la joven Asistente Social se le erizaron los pelos. “Le dije que en ese instante no había negocio posible; no quería aceptar su llamado. «Quiero un novio con excelentes características, que sea guapo, simpático», dije. «La verdad me da igual, proseguí, que fuera creyente o no creyente, lo importante es que me comprendiera, que me respetara», e incrédulamente le desafié agregando... «¡ya verás qué esposa iba a ser!».

Pasaron seis meses desde aquel diálogo y no hubo momento en que Ana dejara de recordar la invitación de Cristo. “Estaba temerosa, al principio no me imaginaba de monja. Para muchos, ser monja no era atractivo, no es lo primero que se te viene a la cabeza. Terminando mis estudios, me planteé el futuro y vi que todo coincidía con lo que quería el Señor. Ocurre que todos esos sueños que tenía, cuando llama el amor, con el Señor se modifican junto con los anhelos del corazón”.

Lo cotidiano se vuelve divino

En septiembre de 2012, Ana se despidió de sus padres y renunció a sus aspiraciones sociales para ingresar a la orden de las Carmelitas Descalzas del Monasterio del Corazón de Jesús y San José en Valladolid. En el lugar aprendió a despojarse de sí misma para ser toda de Cristo. También a tejer y cultivar las manualidades hasta en los más mínimos detalles, encontrando en ello una escuela para expresar también su amor a Dios en la comunidad. “Me ha sorprendido la vida en este lugar. La gente me decía que me aburriría mucho. Se piensa que somos rigurosas hasta el ahogo, que se vive plana, que íbamos a perder nuestra identidad, pero no. Soy yo misma, en el momento que deje de serlo, dejaría de ser de Dios”.

Añade que las cosas más complicadas que ha tenido que controlar es su deseo de comunicarse con los amigos a través de las redes sociales. “Era capaz de estar todo el día pegada en Twitter, Facebook, al Whats App y a todo eso. El saber cómo están o qué están haciendo mis amigos, o escribir una frase. Antes, si quería saber de mis amigos, les escribía o les llamaba. Ahora, le pido al Señor que me los cuide”.

Ya con 25 años de edad y en pleno noviciado, Ana aprende de los frutos que le brindan los votos de obediencia, pobreza y castidad. Está tranquila, porque disfruta cooperando con todas las tareas. “Era lo mismo que pedía cuando estaba afuera. Uno de mis últimos trabajos fue ser tele-operadora y tenía que atender a alguien como si eso fuera la vida. Y hacerlo bien, o al menos con esa intención, con cariño”.

La vida es un “gran puzzle”

La pequeña Carmelita Descalza ha descubierto el sentido del servicio como alabanza al Creador y no teme enfrentar sus desafíos acompañada de la oración. “Hay un mundo por descubrir y cuando más creo que sé, menos es así. Cada vez que leo o rezo, es un momento único. Es como si estuviese armando cada pieza de un gran puzzle. El Señor es generoso y te enseña las cosas de tal manera que poco a poco vayas teniendo en cuenta para qué estás hecho”.

Hoy en el convento, Ana de la Virgen del Carmen hace un conmovedor llamado a las mujeres que quieren consagrar su vida a Dios. “Cada uno tiene su vocación. Pero yo les preguntaría si quieren ser felices. Si de verdad quieren serlo, la felicidad tiene nombre: Jesucristo. No pierdes nada, y ya verás cómo te responde. No deben tener miedo. Tu vida no debe regirse de momentos bonitos, no necesitas de una noche de copas, menos de un botellón para ser feliz”.

El próximo 21 de septiembre de 2013 será la toma de hábito de la hermana Ana de la Virgen del Carmen. Ella agradece vuestras oraciones por su fidelidad eterna a Cristo.

Mira en video entrevista a la Hermana Ana de la Virgen del Carmen:

Fuentes:

carmelitasdevalladolid.es y su canal de videos en YouTube

archivalladolid.org y su canal de videos en YouTube