Un sorprendente diagnóstico sobre el progreso

Un sorprendente diagnóstico sobre el progreso

P. Fernando Pascual por P. Fernando Pascual

26 Marzo de 2025
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El deseo de dominar el mundo, con la cultura, con la industria, con la técnica, con las computadoras, con Internet, y ahora con la así llamada Inteligencia artificial, ha sido analizado de muchas maneras. 

Unos exaltan ese deseo de dominio como triunfo de una nueva era de progreso y bienestar, donde la pobreza, las enfermedades y otros males humanos estarían a punto de desaparecer o, al menos, se reducirían radicalmente. Otros lo ven como amenaza, en parte por la contaminación o por el famoso miedo a las máquinas que han adquirido un poder inimaginable; en parte también, por el peligro de provocar actitudes de soberbia en millones de seres humanos.

Un sorprendente diagnóstico sobre esos peligros se encuentra en una de las novelas de un escritor italiano, Giovannino Guareschi, que se hizo famoso por su protagonista, el sacerdote don Camilo

En uno de los diálogos imaginarios entre el sacerdote italiano y el Crucifijo de su parroquia, Cristo juzga la actitud de quienes creen poder arreglar el mundo con el progreso y la ciencia sin tener ninguna necesidad de Dios. 

Estas son las palabras que leemos en la novela titulada Don Camilo. Mondo piccolo

"Ellos [los hombres] buscan afanosamente la justicia sobre la tierra porque no tienen ya fe en la justicia divina y procuran afanosamente los bienes terrenales porque no tienen fe en la recompensa divina. Por eso creen solamente en lo que se toca y se ve y los aviones son para ellos los ángeles infernales de este infierno terrestre que en vano tratan de convertir en paraíso. 

Es el fruto de la excesiva cultura que conduce a la ignorancia, pues si la cultura no está sostenida por la fe, en un cierto punto el hombre solo ve la matemática de las cosas. Y la armonía de esta matemática se vuelve su Dios y olvida que es Dios el creador de esa matemática y esa armonía". 

Ante este primer diagnóstico, Cristo consuela a don Camilo, porque ve en ese humilde párroco rural un modo sano de pensar y de vivir: 

"Pero tu Dios no está hecho de números, don Camilo, y en el cielo de tu Paraíso vuelan los ángeles buenos. El progreso torna el mundo cada vez más pequeño para los hombres: algún día, cuando las máquinas corran a cien millas por minuto, el mundo parecerá a los hombres microscópico y entonces el hombre se hallará como un gorrión en el ápice de un altísimo mástil, asomado sobre el infinito, y en este infinito volverá a encontrar a Dios y la fe en la verdadera vida. 

Entonces odiará las máquinas que han reducido el mundo a un puñado de números y las destruirá con sus propias manos. Pero aún se necesitará tiempo, don Camilo. Por el momento no temas: tu bicicleta y tu motorcito no corren ningún peligro". 

Quizá alguno sonría ante este diagnóstico del novelista, pues muchos están convencidos de que no hay marcha atrás, y piensan que la técnica y la ciencia crecerán sin límites y nunca dejarán de estar entre nosotros. 

Pero sin indagar si los hombres, en el futuro, desearán destruir las máquinas y volverán a fiarse en Dios, lo cierto es que el mundo hoy, como siempre, necesita superar cualquier actitud de soberbia. 

Entonces podrá reconocer que somos parte del planeta, y que el sentido pleno de nuestra vida solo se encuentra cuando recordamos que fuimos creados por un Dios que ama y que nos invita a amar...