por Jaime Nubiola
3 Mayo de 2024Hace muchos años -casi treinta- escribí el libro «El taller de la filosofía» (Eunsa, 1999), que podría sintetizarse quizás en la frase: «escribir para pensar». Aspiraba con aquel libro a ayudar a los futuros filósofos a lanzarse a pensar a través de la escritura a partir de la experiencia adquirida al hacer mi tesis doctoral y en mi trabajo en los años siguientes. Me parecía que este aspecto era quizá lo más difícil en la investigación al menos en humanidades. La experiencia me había enseñado que la mejor manera de ponerse a pensar sobre una cuestión era, después de documentarse lo necesario, comenzar a escribir pacientemente y perseverar con tenacidad en la tarea hasta que la niebla mental se disipe y se logre la claridad sobre el asunto que estemos afrontando.
En años más recientes he impartido muchos cursos de grado en los que lo más importante de la asignatura eran los ensayos que los alumnos escribían sobre un tema indicado de antemano. Se trataba de ensayos de un máximo de 600 palabras, que procuraba corregir enseguida y devolver en la clase siguiente. Seleccionaba algunos de los textos para que sus autores los leyeran en clase y fueran luego comentados entre todos. A menudo, los alumnos descubrían con sorpresa que en esos espacios de diálogo estaban haciendo filosofía y era porque previamente se habían parado a pensar a fondo sobre el asunto al dedicar tres o cuatro horas a poner por escrito lo que llevaban dentro sobre esa cuestión.
Ahora ChatGPT ha transformado totalmente el panorama porque escribe con mucha más facilidad que nosotros y probablemente en algunos temas con más calidad, sin faltas de ortografía ni errores de sintaxis. Llevo meses dándole vueltas a este asunto y consultando con expertos acerca de cómo reenfocar mi docencia si me piden que imparta un nuevo curso el próximo año. Hasta ahora en mis cursos hacía que mis alumnos escribieran ensayos con la finalidad de que pensaran por su cuenta y riesgo, pero temo que ahora pidan a ChatGPT que les haga el ensayo y eso les ahorre la tarea de pensar, que a veces les resulta tan ingrata.
Como mis lectores habrán comprobado no puede decirse que usar ChatGPT sea un plagio, pues sus textos son tan originales como los que se nos ocurren a nosotros sin consultar ninguna fuente, pues nuestra memoria se beneficia de todo el castellano que hemos aprendido y de la información que almacenamos tal como hace este magnífico «modelo de lenguaje». Mi problema como profesor empeñado en que mis alumnos piensen consiste en que el recurso de invitarles a escribir para pensar que había empleado hasta ahora ya no sirve, pues no puedo prohibirles que empleen para escribir ese recurso tecnológico u otros similares que están apareciendo. Si los alumnos transfieren a la máquina la tarea de escribir se ahorran el pensar que era lo que yo quería lograr. Me viene a la memoria una frase un tanto cínica de Bertrand Russell: “Many people would sooner die than think. In fact, they do so” («Muchas personas preferirían morir antes que pensar. De hecho, es lo que hacen»).
La primera estrategia que se me ocurrió era la de pedir a mis alumnos que sobre cada tema hicieran dos ensayos: uno que se lo pidieran a ChatGPT y otro que lo escribieran personalmente sin esa ayuda, y después los compararan haciendo su valoración personal. Le pregunté a ChatGPT qué le parecía y me contestó que esa estrategia «podía ser una excelente manera de promover la reflexión y el pensamiento crítico». El modelo de lenguaje añadió cinco «consideraciones sobre cómo llevar a cabo esta actividad de manera efectiva» con los títulos: «1. Clarifica los objetivos; 2. Proporciona orientación sobre la evaluación; 3. Fomenta la reflexión; 4. Promueve el debate; 5. Ofrece retroalimentación personalizada».
Los profesores Alejandro N. García Martínez y Francesc Pujol han estudiado a fondo esta cuestión y afirman que estos programas «son capaces de generar respuestas de calidad superior a los estudiantes tanto en conocimiento técnico y académico como en la capacidad de relacionar conceptos de manera profunda, base del análisis y de la generación creativa. [...] Ahora es posible alcanzar un resultado final de alta calidad sin que el alumno haya tenido que realizar un esfuerzo intelectual en ningún momento del proceso».
He hablado con expertos y con usuarios habituales de ChatGPT y todos coinciden en que hoy en día la clave está en aprender a hacer las preguntas, en lo que llaman las prompts, esto es, las pautas o claves para preguntar al sistema y lograr así que nos proporcione una respuesta excelente. La atención tiene que concentrarse en pararse a pensar en por qué el modelo de lenguaje ha entregado una respuesta concreta, en plantearse si estamos de acuerdo o no, en si hay alguna otra opinión que puede ser mejor, en si podemos mejorar el texto, etc. El esfuerzo intelectual se ha de mover ahora en un nivel superior al de la escritura pues requiere una mayor capacidad de reflexión. No se trata de delegar la tarea de pensar en una máquina, sino de pensar con la ayuda de lo que escriben las máquinas tal como nos servimos del GPS o de la calculadora.
Entiendo lo que me dicen los expertos, pero no estoy seguro de cómo hacerlo el próximo año si me piden que imparta un curso: puedo pedir que en el ensayo incluyan también las preguntas que han hecho a ChatGPT si lo han utilizado, pues es lo que en ese caso se valorará; puedo distribuirles un ensayo hecho por ChatGPT y pedir que lo valoren en clase por escrito y compartan luego en público su valoración, etc.
Estoy del todo abierto a sugerencias que favorezcan la utilización de estos sistemas de inteligencia artificial generativa para promover la reflexión y el trabajo de los alumnos. Gracias de antemano a quien esté en condiciones de ayudarme.