por Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel
10 Enero de 2025Hechos
La esperanza mueve al mundo. Desde unos padres que esperan con ilusión la llegada de un hijo bien deseado, hasta quien muere sereno con la esperanza de vida eterna. Esperar, da sentido a la vida, a la lucha, al esfuerzo, a la alegría y a la fortaleza ante las adversidades.
Los que estudian anhelan obtener un título que les abra caminos para una profesión exitosa e ingresos económicos satisfactorios. Aunque tengan que desvelarse para hacer sus tareas y abstenerse de fiestas cuando llegan los exámenes, lo hacen convencidos de que esos sacrificios rendirán buenos frutos.
Los migrantes se exponen a muchas limitaciones y a peligros, con tal de llegar a un lugar donde puedan obtener una vida mejor. Los encarcelados cuentan los días y las horas que faltan para lograr su libertad. Los campesinos trabajan mucho, expuestos al sol y a las inclemencias del tiempo, con la ilusión de sacar el pan de cada día para ellos y sus familias. Los buenos gobernantes sacrifican su tiempo y su descanso para estar disponibles a las necesidades de la comunidad, porque esperan un reconocimiento público, o una reelección. Los enfermos soportan inyecciones, operaciones y ayunos con tal de recuperar la salud. Y así podríamos enumerar tantas otras situaciones en que la esperanza nos sostiene en pie. Cuando cambia un sexenio gubernamental, esperamos que se corrijan los errores del anterior.
Por lo contrario, aumentan los suicidios de quienes han perdido la esperanza. Pareciera que no ven salida a sus problemas económicos, familiares, laborales o emocionales. Lo mismo les pasa a alcohólicos y drogadictos, quienes sólo perdiendo la conciencia se olvidan momentáneamente de sus problemas, complejos, fracasos e incertidumbres. En vez de condenarlos, hemos de comprenderlos y ayudarles a recobrar la esperanza.
Iluminación
Con motivo de los 2025 años de la Encarnación del Hijo Eterno de Dios Padre, en Cristo, el Papa Francisco nos ha convocado a un Año Santo o Jubilar, no tanto para festejos y obtener ingresos económicos, sino para abrir puertas y que muchísimas personas se acerquen a Dios, fuente de esperanza. El lema para este año lo dice todo: Peregrinos de Esperanza. La cita bíblica básica es: «La esperanza no defrauda» (Rom 5,5).
Cuando abrió la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, la noche del 24 de diciembre pasado, iniciando así el Jubileo, nos invitó a una esperanza no pasiva, sino activa, acercándonos al Señor, para en El encontrar fuerza y ayudarle a remediar los males de nuestro mundo:
"¡Hay tantas desolaciones en nuestro tiempo! Este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo. Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida.
El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón. Con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda. A nosotros, discípulos del Señor, se nos pide que hallemos en Él nuestra mayor esperanza, para luego llevarla sin tardanza, como peregrinos de luz en las tinieblas del mundo".
Acciones
¿Quieres tener esperanza y llevarla a los demás? Acércate a Jesús, recibe su perdón, encuentra en Él la fortaleza y la audacia para luchar contra los males de este mundo. Empecemos el año con este espíritu. ¡Feliz Año!