por P. Miquel León Padilla es Párroco de Santa María d
25 Abril de 2014En una de esas ocasiones en que llevas el coche al taller para su revisión periódica, tuvo lugar esta conversación. Soy de los que piensan que el mecánico ha de ser, como el médico y el banquero, gente de gran profesionalidad, honrado y de absoluta confianza. Mi mecánico, mientras realizaba su tarea cambiando el aceite y revisando niveles, aterrizó en la conversación sobre sus hijos.
Aquel honesto trabajador, acongojado, me expresó su pesar por el clima tan adverso que envuelve a nuestro jóvenes y lo desorientados que andan... Y, de repente, me dice:
"¡Don Miguel, ustedes los curas si no existiesen habría que inventarlos! Una sociedad sana no puede prescindir de referentes éticos. Fíjese son imprescindibles para la buena formación: la educación moral, los valores humanos y cristianos, los consejos orientadores, la revisión periódica de la propia vida y el reconocimiento de los errores, el amor-temor de Dios, la definición clara del bien y del mal (que no se establece a conveniencia de los propios intereses como ahora se hace)... Vamos, lo de los Mandamientos, la dirección espiritual, el examen de conciencia y la confesión de toda la vida.
Aquí, al taller, acude la gente pensando que todo se arregla; pero de verdad el mejor taller del pueblo es la Iglesia, el único que todo puede arreglarlo es Dios.
Por eso ustedes estorban, resultan molestos a quienes quieren hacer vulnerables a nuestros jóvenes para poder manipularlos mejor...Nuestra generación se formó con criterio y rectamente, en gran medida por la influencia de la fe y el complemento que los sacerdotes aportaban a ella".
Profunda reflexión que comparto, que me dio materia de meditación por la gran responsabilidad que encierra el claudicar en esa tarea de acercar a los jóvenes la virtud de la religión. Nuestra sociedad necesita de una revisión técnica a fondo. Si hubiera más padres y madres que esto descubrieran y se esforzasen por transmitir la fe ¡Qué distinta sería nuestra juventud y que halagüeño nuestro futuro!