Los católicos y ciudadanos de Chile estamos llamados a votar en conciencia y debidamente informados el próximo 7 de mayo del 2023, eligiendo a aquellos hombres y mujeres que nos representarán en el Consejo Constitucional para la redacción de una nueva Carta Fundamental.
Para ese fin - que implica buscar el bien de Chile ante la inseguridad, la delincuencia, el terrorismo, el narcotráfico, la cesantía, los graves problemas en salud, migración y educación, más un largo etc. - se requiere de consejeros constitucionales que promuevan la centralidad de la familia, garantizando la libertad de los padres en la formación de sus hijos según sus valores y creencias, evitando un control monopólico e ideologizado por parte del Estado de la función educativa.
De igual forma es necesario el respeto irrestricto: a la dignidad de la persona humana desde la concepción hasta su muerte natural, a la libertad de conciencia, de culto y religión. Facilitando, además, en el desarrollo social y económico del país, el libre ejercicio de las organizaciones intermedias en conformidad al principio de subsidiariedad del Estado, garantizando a las PYMES y la clase media su pleno desarrollo.
Así, tendremos la esperanza, en alguna medida, de un orden constitucional que siente las bases de un Estado de Derecho donde la democracia mire a la integridad de la persona humana, poniendo al centro del debate a los más pobres y vulnerables, respetando el orden de la creación, el cuidado del medio ambiente y de la naturaleza que Dios tan generosamente nos ha regalado en Chile.
Entonces, elijamos - como católicos y ciudadanos - a los mejores representantes que respondan a los valores universales del Evangelio de Jesucristo, pues la fe se vive en medio del mundo aportando al desarrollo de la sociedad.