Uno de los dolores más profundos que sufre nuestra Iglesia es el fracaso de nuestros jóvenes en el matrimonio. Decía, Virginia Satir que “el fracaso de un matrimonio es el exterminio de una sociedad”.
El problema se desarrolla e incrementa entre nosotros, por una parte, gracias a la cultura del “Descarte”, como lo llama el Papa Francisco, pero sobre todo por la falta de madurez y preparación de los jóvenes para una etapa de la vida que es fundamental, ya que es en ella en donde se han de poner las bases para el desarrollo del resto de nuestros días.
Si bien, cada una de las etapas de nuestra vida es importante, haremos la elección de una persona con quien habremos de vivir el resto de ésta. Por ello es sumamente importante que el noviazgo se haga de una manera correcta, para que en él se puedan ir consolidando las bases que sostendrán todo el edificio del matrimonio.
Sin embargo, este período lo viven en general los novios de una manera muy superficial y, me parece que, sin ser conscientes que es precisamente en él en donde tendrán que decidir si la persona que están eligiendo tiene las cualidades y capacidades para hacerlos felices TODA LA VIDA. No se cuestionan si la persona con la que van a vivir está dispuesta a jugarse la vida por ellos; si está dispuesta a luchar junto a ellos en todas las crisis que seguramente vendrán; si será capaz de comprenderlos cuando las cosas sean complicadas y sobre todo si tendrá la valentía de perdonarlos cuando se equivoquen.
Al mismo tiempo las parejas tienen que revisar si en realidad ESTÁN DISPUESTAS A MORIR a todo lo que pueda ser un obstáculo para construir la unidad. Todo esto desde la perspectiva humana es francamente imposible, por ello el noviazgo tiene que ser profundamente espiritual y abierto a la Palabra de Dios para que sea ésta quien los guíe.
Ha de ser un tiempo de mucha comunicación, diálogo, encuentro y verdad que ha de hacerse bajo la guía del Espíritu Santo. Hay que recordar que el pecado es el principal obstáculo para que la Luz de Dios los ilumine. No olvidemos nunca que el amor es algo que viene de Dios y es lo ÚNICO que puede sostenernos en el camino de comunión con una persona. Oremos para que nuestras parejas puedan hacer un buen noviazgo y sean siempre felices.