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Un empresario agnóstico, pensando en suicidarse, conoce el "Gran Poder" en Sevilla y renace como Adorador

Desbordado por el vacío espiritual, carente de un sentido trascendente en su vida y agobiado por las dramáticas consecuencias que ello le trajo, supo abrir los ojos cuando Dios se manifestó, concreto, en un rayo de luz.

por Portaluz

11 Junio de 2015

El número 3 de Plaza Nueva en Sevilla (España), tiene su puerta siempre abierta, las veinticuatro horas del día. Al interior permanece expuesto, dando todo de sí... Dios, visiblemente presente en la sagrada forma de una Hostia Consagrada.

El recinto es conocido desde 1520 como la “Capilla de las Ánimas y San Onofre”. Pero inició como lugar de puertas abiertas, las 24 horas del día, para Adoración eucarística Perpetua, recién en 2005 y teniendo por coordinador a un norteamericano avecindado en Sevilla: Brad Waters.

Este emigrante de Estados Unidos, hijo de padre judío no practicante y una madre agnóstica (de familia protestante), había sido por años un empresario famoso en Sevilla, con dinero, amante de la juerga nocturna y en nada amigo de Dios. Pero Dios es padre y manifiesta siempre su voluntad y fue ante el “Gran Poder” que los ojos de Brad se abrieron.

Esta historia que aquí presenta Portaluz -teniendo por fuentes principales una producción de “El correo de Andalucía” y otra del “Hogar de la Madre”- inicia en la Sevilla del siglo XVI, cuando se edificó esa capilla como parte de un convento franciscano del que hoy, sólo ella queda en pie; puesta bajo la protección del eremita egipcio san Onofre, conocido por ser uno de los “Padres del desierto”. Pero con una identidad vinculada también a las almas del purgatorio. Sabrosa historia -con leyenda incluida- que puede disfrutar pulsando aquí.Dios era una cosa de las películasEl otro eje de esta historia es Brad Waters, nacido en Nueva York, quien considerándose ajeno a la fe, no podía suponer que sería siervo de la voluntad de Dios para coordinar en Sevilla (España) un cuerpo con más de seiscientos adoradores ante el Santísimo Sacramento. “Yo nunca había entrado a una iglesia en mi vida. Dios era una cosa de las películas y punto. Cuando pequeño sí me gustaba ver la película de Jesús de Nazareth en la Semana Santa, porque era para mí como una película de acción”.

En la infancia y luego de separarse sus padres, tuvo por referentes a los abuelos paterno y materno. Ambos, a diferencia del padre y madre de Brad, eran “millonarios” y el pequeño nieto fue seducido por el sueño que también el cine de su país alentaba... “La solución de la vida era ganar dinero y ser rico, como mis abuelos, no tenía la más mínima duda”, señala.

Orgullo y vergüenza

Su vida de niño y joven era tensa, dice, por la pobreza junto a su padre o madre -dependiendo con quien estuviere pasando un período- y los lujos que gozaba con los abuelos. Gracias a estos últimos podía asistir a un Club de Campo, vestir de marca, como estudiar en la mejor escuela y luego la universidad de élite, que ellos le pagaban. “Por mis abuelos iba al colegio más caro y el mejor de la zona. Tenía mucha vergüenza de donde vivía yo (con mi padre) y no quería decirlo a otros niños ni que vinieran a mi casa... Ya podía estar un momento en el club de campo cazando y luego yendo con mi padre al supermercado para comprar, pero con los cupones de descuentos”.

Estaba en tercer año de la universidad y era tradición pasar un año de estudios en el extranjero. Se decidió por España, seguro de que aprender español sería un adelanto para sus aspiraciones de trabajar en la Bolsa. Pero no se encontraba a gusto en el país... alejado de los lujitos que sus abuelos le procuraban, comenta Brad. Fue tras las fiestas de Navidad, en un viaje a Sevilla con sus amigos, cuando comenzó a gustar de las bondades que el país le ofrecía. Se enamoró y además, con algo de capital que le confió su abuelo paterno, instaló el primer centro de rayos UVA para bronceado de España. Un éxito rotundo.

“Como mi apellido es Waters, aguas, le pusimos por nombre Aguas. Se puso de moda como ni te imaginas. Iban famosos. Abríamos a las siete de la mañana y ya había ocho personas esperando para entrar. Llegaban hasta trescientas personas al día. Era una burrada”. Pero los diez mil dólares que en ocasiones dejaban los clientes en un día dejaron de importarle. También se enfadaba a menudo con sus padres cuando le llamaban desde Estados Unidos, inquietos, como presintiendo un desastre. No era menor la distancia con su novia, quien terminó por dejarle. Aparecieron entonces muchos que creyó amigos, la juerga de noche y el relajo con los compromisos que el negocio demandaba. Pero estaba ciego.Rescatado del abismo“No me bastó saberme conocido, quería ser el rey de la noche. Me dije, voy a montar otro centro de rayos UVA e inauguré el más grande de Europa. Local de quinientos metros cuadrados con más de veinte camillas de rayos UVA. Para entonces debía ya un millón de dólares. Tenía 26 años y comencé a tomar créditos para pagar las cuotas de lo que debía, luego acepté tarjetas para pagar la deuda de ese crédito y así”.

Era imposible que pudiere pagar y los primeros en embargarlo fueron los de la Seguridad Social, luego vino la presión de otros acreedores. “Comencé a pensar en el suicidio como única solución”. Estaba casi desquiciado al punto que una noche hablando por teléfono con su madre, “metido bajo la cama”, le dijo de sus intenciones. Abatido, dio un paso que cambiaría todo en su vida, confesando a un amigo de parranda lo que estaba viviendo. “No tengo ni para pagar la electricidad de casa”, le dijo.“Juan que era un amigo de fiesta para mí, nada más, me dice: «Pues Brad, ¿sabes lo que tienes que hacer? Tienes que ir al Gran Poder». «¿Eso qué es?», le respondí. «Una Iglesia, aquí en Sevilla», me dice (Basílica de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, Sevilla). «¿Qué voy a hacer yo en una iglesia? Tú no vas a la iglesia», dije. «¿Tú que sabes Brad?» me respondió. Y añadió: «Cuando he tenido problemas con mi madre, voy. Vete tú al Gran Poder, le dice tu problema, porque te lo va a solucionar, y cuando eso ocurra tu regresas, porque le tienes que dar las gracias»”.

El día estaba muy nublado cuando se decidió a dar el paso sugerido por Juan. Detalle importante, dice. “Yo era no creyente, pero cuando entro aquél viernes a la Iglesia del Gran Poder de Sevilla... nunca lo olvidaré. Siendo un día muy nublado, al ingresar, por el tragaluz que hay arriba, entró una luz muy fuerte... y supe que era para mí. De pronto comencé a mirar hacia todos lados y lo vi, al Señor, ahí. Recordé mi infancia y pensé, bueno, este es igual que el de las pelis de Jesús de Nazareth . Así comencé a hablarle, sin darme cuenta: «Perdona -le dije-, pero es que estoy jodido, estoy que yo no sé qué hacer...»”.El apóstol de la AdoraciónAquella sencilla, pero singular experiencia logró su inmediata conversión, confiesa Brad. Cuestión que tomó cuerpo en su ser por sobre las angustias que padecía y le permitió descansar, sereno, todo el fin de semana. “El lunes siguiente tuve un susto de muerte porque me llama uno de los acreedores a quien debía como quinientos mil euro y me dice: Mira Brad si esto no lo puedes pagar, tenemos la solución y es que vamos a montar un franquicia con la marca, una cadena nacional de locales, con nosotros”.

Estos fueron los primeros eslabones de una cadena de favores que fueron logrando no sólo la conversión de Brad, la solución a sus problemas, sino efectos benéficos en su familia y amistades. Regresó muchas veces hasta a la conocida Basílica de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder en Sevilla, para agradecer. También se bautizó y recibió los sacramentos. El año 2005, escuchando la prédica de un sacerdote que invitaba a mantener una Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, encontró el apostolado que hasta hoy nutre y da sentido a su vida...

“Por más problemas, por muchas ocupaciones y muchos líos que tenga, siempre salgo de aquí con la cabeza clarísima, con la respuesta que necesitaba. Cada aspecto de mi vida ha ido mejorando, inesperadamente, desde que hago la adoración. Es como si se dijera que me mantiene en el camino correcto”.