por Portaluz
5 Diciembre de 2024Tenía trece años cuando por primera vez se hizo manifiesto el trastorno alimentario y su aguijón de miedos a verse fea o gorda, que en su mente distorsionaban la propia imagen. Hoy, cree que el "ser muy autoexigente y perfeccionista" fue un factor facilitador de su caída en la anorexia durante sus años de adolescencia y también después. "La anorexia siempre es consecuencia de algo, no te levantas de repente un día con ella, sino que siempre hay una causa, una herida... y todos tenemos heridas", reflexiona Nuria Casas en su libro testimonial "La cicatriz que perdura".
Como es habitual en quienes tienen estos trastornos, Nuria padecía por su baja autoestima cargando con el sufrimiento psico-emocional que teñía sus días de tristeza, angustia, irritabilidad y aislamiento social. En todo esto Dios o la fe estaban lejos de ser actores protagónicos o benéficos. "Yo me había alejado de Dios, porque no lo entendía: pensaba que no existía, o que no me quería, porque no le veía sentido a mi sufrimiento", explica.
Pero esa apatía espiritual cambiaría al sufrir un accidente montando en un quad en el que casi muere, y que le dejó como recuerdo una cicatriz junto a una ceja. "Lo tomé como una segunda oportunidad, y empecé a reconectar con Dios", confidencia.
Este punto de quiebre comenzó a permitirle mirarse por sobre los miedos y el propio trastorno alimentario. Fue así como concluyó que "la anorexia no sale de la nada: es una enfermedad, pero siempre consecuencia de alguna cosa. Al final lo físico y lo que se ve es la punta del iceberg, pero todo lo que hay enterrado es la causa de todo eso".
¿Qué pasa en el momento en el que dejas entrar a Dios? Aprendes a dejar ese control en sus manos
Y en este proceso de madurez Dios comenzó a ser el protagonista no porque le concediera en una intervención extraordinaria una fea adulta o la sanación. Dios comenzó a ser su compañero de ruta... "Llevaba meses sin hablar con Dios, pensando que era capaz de salir de esto sola... y no sé muy bien por qué, ese día decidí entrar en una capilla de adoración perpetua: allí me rompí", relata, recordando que rompió a llorar. Al día siguiente fue al médico.
"Es verdad que dentro de este proceso tuve momentos de mucha oscuridad con respecto a Dios y de estar muy enfadada con Él y no entender absolutamente nada, entonces igual también tengo un poco esa visión, pero a mí lo que me ha ayudado ha sido Dios. A mí Dios me ha ayudado en la parte profunda de aceptarme a mí misma, dejando de querer tenerlo todo controlado. La anorexia es una manera de tener algo bajo control en un momento en el que todo se desmorona o todo es caótico. ¿Qué pasa en el momento en el que dejas entrar a Dios? Aprendes a dejar ese control en sus manos. De hecho, el momento en el que reconecté con Dios fue rezando una oración así: «Yo no puedo más. He estado todos estos meses queriéndolo hacer yo, pero ahora lo dejo en tus manos». Hasta entonces había estado cerrada a ir al médico y sin embargo al día siguiente de rezar esa oración me decidí y fui, y empecé a dejarme ayudar".