
por Equipo Portaluz
12 Diciembre de 2013Con fiel devoción, miles de chilenos veneran a Teresa de Jesús de Los Andes, en el santuario de Auco. No les importa el clima, ni la época del año. Todos los días, visitan la cripta de una joven carmelita que vivió apenas 20 años y que hasta el último suspiro de su vida dio gracias a Dios por su vocación.
Entre los miles de peregrinos acude Gladys Riveros de Antúnez, quien tiene un cariño especial por “Teresita”, como le llama afectuosamente. Hace más de 25 años la religiosa carmelita irrumpió en la vida de su hija, Marcela Antúnez, cambiando radicalmente la experiencia de Dios que ambas tenían.
De la diversión al ocaso
Todo comienza, cuenta Gladys, el 7 de diciembre de 1988, cuando la pequeña Marcela, su hija, junto a otras 22 alumnas del Colegio Las Condes participaban de un día de asueto en un centro de recreación. Daban así fin al período escolar y para ello llevaron abundante comida y el infaltable traje de baño.
Durante todo el día disfrutarían de la piscina, pero Gladys dice que confió en que iban a cuidar de Marcela. “Mi hija tenía 11 años, era muy juguetona e inteligente, la primera del curso... después de almorzar y de un prudente reposo, ingresaron al agua. Marcela no sabía nadar, y se fue a una piscina más grande de la que estaba, que tenía una parte baja y otra parte más profunda”.
Nadie se percató hasta que una de sus compañeras comenzó a buscarla y divisó que en la otra piscina había una sombra en el fondo. Comenzaron a pedir auxilio y lo que iba a ser una tarde de recreación se transformó en dramáticos momentos.
Gladys no sabe cuánto tiempo estuvo la pequeña Marcela debajo del agua. Sólo recuerda que el salvavidas se sumergió para rescatarla. “La sacó inconsciente, totalmente morada, con la lengua afuera, los ojos entelados, fláccida y el vientre muy hinchado. La tendió sobre el pavimento, al borde de la piscina para prestarle los primeros auxilios”.
Emerge la plegaria a una beata carmelita
El llanto de las niñas agudizaba el momento y los apoderados que estaban acompañando al grupo auguraban un fatal desenlace. Sin embargo la madre de una de las niñas al ver la situación, sugirió a rezar a una religiosa carmelita llamada Teresa de Los Andes. “Ella decía que era la única que podía salvarla. Entretanto, otra muchacha decía con lamento: «Para qué rezar, si ya está muerta», y otras gritaban: «Si está muerta, ¡Teresita, resucítala!»”.
Las técnicas de reanimación no lograban sacar aliento en Marcela. “No daba ninguna señal de vida -nos cuenta su madre-, a pesar de la respiración boca a boca y de los masajes cardiacos. Mientras las niñas permanecían rezando de rodillas pidiendo la intercesión de Teresa de Los Andes, Marcela emitió un sonido gutural, como demostrando que el Señor estaba escuchando los ruegos de Teresita. Pero volvió a caer en la inconsciencia... en ese estado llegó a la Clínica Alemana de Santiago de Chile. En la ambulancia le suministraron oxígeno, pues el equipo de la piscina estaba defectuoso”.
Pronóstico de días “tormentosos”
El certificado de ingreso notificó que a las 15:34 horas arribó al centro médico una niña que sufrió asfixia por inmersión y su pronóstico era reservado. “El médico que la atendió de urgencia -recuerda Gladys-, el doctor Gabriel Muñoz, dijo: «yo he tenido la desgracia de recibir a varios niños con asfixia por inmersión, y por el estado en que Marcela llegó, esperaba dos o tres días tormentosos»”.
Lo expresado por el profesional en aquel entonces, auguraba lo peor. “La falta de oxígeno, por haber estado bajo el agua -agrega la madre de Marcela-, produce daños en todo el organismo: En el cerebro, en los riñones, en el corazón, en el hígado. En los días siguientes se produce un edema cerebral y disfunción cardiaca, como si a uno le diera un infarto”.
El trágico escenario intensificó las plegarias a la beata carmelita y Gladys animó a sus más cercanos a seguir rezando, con la esperanza de que la joven Marcela recobrara los sentidos. Al cabo de unas pocas horas sucedió lo inesperado... “Mi hija logró respirar espontáneamente y fue trasladada a la Unidad de Cuidados Especiales y tuvo una recuperación completa, sorprendente, tanto que los doctores se asombraron. En más de 4 minutos el deterioro neurológico pudo ser definitivo. Y por el estado en que la recibió, el doctor Muñoz calculó que Marcela estuvo más de cinco minutos bajo el agua. A este tiempo se debe añadir el lapso que tardaron en rescatarla y los minutos que estuvo sin respirar al borde de la piscina”.
Por prescripción médica, Gladys comenta que Marcela permaneció 3 días más en la clínica, y lo que aparentaba ser la crónica de un desenlace fatal, se transformó en una historia con ribetes extraordinarios, gracias a la intercesión de Teresa de Los Andes. “Salió sin la más mínima lesión cerebral, ni traumas. Y lo más sorprendente, siendo una alumna destacada en sus estudios, mi niña habría quedado en estado vegetal, pero tuvo una recuperación rapidísima, completa y sin la menor secuela”.
Entronizada en los altares
El caso no solamente conmocionó a la familia Antúnez Riveros, sino que a la Orden Carmelita de Chile. El padre Simeón Tomás Fernández postuló con este acontecimiento la causa para que Teresita fuera canonizada. Luego de un tiempo de estudio, en que se tomaron declaraciones a los testigos del hecho y a los médicos, el proceso fue remitido a Roma donde una comisión de cinco médicos de la Congregación para la Causa de los Santos, determinó que la recuperación total de la niña no tenía explicación científica, considerándolo un milagro.
Finalmente, Teresa de Los Andes fue elevada a los altares como la primera santa de Chile, el 21 de marzo de 1993, en una ceremonia oficiada por Juan Pablo II en Roma. El júbilo estalló en el pueblo chileno y, con cariño, hoy como ayer miles de personas visitan la cripta de la santa ubicada en el Santuario de Auco en Chile.
Desde aquel entonces Gladys y su hija Marcela tienen el compromiso de visitarla todos los años, como gesto de agradecimiento por su intercesión. “Desde entonces nos interesamos por conocerla en profundidad, impresionándonos su ardiente amor por Jesús. Se inició en nosotros un profundo proceso de conversión en nuestras vidas, por lo que nos empeñamos en que otros también conozcan a nuestra Santa”.
Gladys tiene la certeza de que Teresa es la santa intercesora más cercana a Dios, con que contamos en el cielo. “Es un regalo magnífico que nos fue otorgado para la gloria de la Iglesia de Chile y del mundo, pues lleva las almas a Dios”. Así lo ha constatado en su familia. Hoy Marcela es una destacada kinesióloga, está casada y es madre de dos pequeñas niñas. Vive consciente de que su vida es don de Dios, gracias a su gran amiga, Teresa de los Andes.