La casa del italiano Tiziano Rossi quedaba alejada de la escuela y sus tiempos libres solía pasarlos sólo. Así fue creciendo, dice, con baja autoestima y sin desarrollar habilidades sociales, propias de los vínculos con otros de su edad. No recuerda haber tenido amigos durante su infancia y adolescencia.
Cuando regresaba del colegio, era habitual que su padre lo llevase a trabajar al campo, en el viñedo. Y con el paso de los años Tiziano comenzó a sentirse molesto, frustrado, por tener que trabajar desde tan temprana edad. “Cargaba esa esa rabia en mi corazón. Mis padres no sabían cómo me sentía y no se los dije por temor a que se enfadaran”.
La familia Rossi tenía afición por el ciclismo y queriendo ganar el aprecio de sus padres, se esmeró para ser “uno de los mejores ciclistas de Italia”, recuerda. Hizo lo mismo en la escuela. Tenía sed de ser reconocido, valorado. Pero nuevamente no tuvo “el valor de hablar con ellos” y sincerar lo que “sentía realmente”, comenta Tiziano.
Muerte, frustración y evasión
En su memoria emocional está grabado como un factor protector, vital, el vínculo que cuando niño tenía con sus abuelos paternos. Vivían cerca de su casa, lo llevaban cada domingo a misa y esto le hacía sentirse amado. Pero la muerte del abuelo lo privó de estos momentos.
Ya con 14 años “a medida que crecía el vacío y la ira dentro de mí…” -reconoce- dio la espalda a ese vínculo con Dios vivido en la infancia. Luego, cuando el adolescente Tiziano empezó a fumar y a beber, se dejó seducir…
“Por primera vez me sentí una persona diferente y que podía expresarme con más confianza. Pronto dejé la escuela, también de andar en bicicleta y empecé a trabajar como vendedor de pescado en nuestro negocio familiar. Ahora tenía acceso a mucho dinero (no todo mío) que me llevó al comienzo de un rápido viaje cuesta abajo, hacia la oscuridad. En sólo unos años perdí una variedad de trabajos y amigos al empezar a consumir cocaína y heroína. Perdí las ganas de vivir. Mi vida consistía en despertarme por la mañana con el problema de dónde conseguir dinero (para comprar droga) y llorar de tristeza por un sentimiento de inmensa soledad”.
La verdad que sana
Hoy Tiziano (ver en imagen adjunta) está convencido que pudo sincerar a sus padres la esclavitud en que vivía, animado por “una pequeña llama de esperanza viva dentro de mí, que el Señor nunca dejó apagada”.
Pero los tratamientos habituales con médicos, fármacos y centros de rehabilitación donde su familia le llevó no daban resultados. Estando así las cosas con su hijo, la madre, quien no era una persona que hubiera cultivado el vínculo con Dios, se aferró a la Santísima Virgen María. “Después de muchos años de no practicar su fe, comenzó a rezar a Nuestra Señora y a encender velas por mí”, relata Tiziano.
Su padre sinceró por entonces a la familia y amigos cercanos lo que estaban viviendo. Descubrieron que no eran los únicos que enfrentaban la realidad de tener un familiar atrapado en la adicción y fue una de estas familias quien les habló de la Comunidad Cenáculo.
Tras haber pasado por otras comunidades sin resultados, Tiziano no tenía esperanza. Aceptó sin embargo participar de algunas visitas una vez por semana. Fue escuchando los testimonios de algunos miembros de la Comunidad, jóvenes como él, que renació la esperanza y decidió libremente pedir el ingreso. “Tenía 23 años; joven por fuera pero viejo por dentro; sin fuerza física, lleno de tristeza, muy confundido, con muchas máscaras; no sabía quién era. Todavía recuerdo que después de unas semanas un sacerdote de nuestra comunidad vino a celebrar la misa en la fraternidad en la que entré y me dijo, con mucho entusiasmo, que, aunque no comprendiera el sentido profundo de la misma, dijera esta oración: «¡Señor, muéstrate!» Así entonces, aunque a veces no estaba de ánimos, repetía esas palabras en mi corazón: «Señor, muéstrate, ¡te necesito!»”
Gracias de Dios para quien persevera
La disciplina y constancia fueron sosteniendo su anhelo por ser “un hombre mejor y más honesto”, dice Tiziano. Se confió en los hermanos que llevaban más años en comunidad, valorando su entrega generosa, al servicio y la amistad. Verlos vivir “sus vidas con fe y entusiasmo”, era un aliciente y a los pocos meses de ingresar comenzó a sentirse motivado por ir todas las noches a la capilla ante Jesús en el Santísimo Sacramento. Al principio -recuerda- solía rezar una decena del rosario pidiendo a la Virgen que le enseñara a rezar. “Cuando encontré el valor compartí todo lo que vivía con Cristo Eucaristía que al principio era un misterio para mí, pero que me dio paz y libertad después de muchos años sin Él. Me encontré a menudo llorando en la capilla y confiando mi vida a Dios. Ver que podía vivir mi día con una nueva voluntad, la serenidad y la confianza me hizo comprender la importancia de la oración”.
Completado un proceso de cuatro años en la comunidad de Kendal (Inglaterra), Tiziano Rossi ha consagrado su vida a Dios para acompañar a otros a lograr la sanación que él recibió. El pasado mes de mayo aceptó la invitación a fundar una nueva casa en Filipinas y así lo testimonia en el portal que Cenacolo sostiene desde una de sus comunidades en el Reino Unido:
“Me tomó mucho tiempo perdonarme por mi pasado, aceptar y amar a la persona que soy, tener autoestima y autocontrol; a veces todavía tengo pequeñas preocupaciones por mi futuro, pero las afronto de una manera diferente. Después de muchos años de vivir en la oscuridad, buscando la verdadera libertad a través de las ‘cosas equivocadas, el Señor y la Virgen, sin que yo lo mereciera, me llamaron a formar parte de la familia Cenáculo. Durante mi viaje, me di cuenta de que la verdadera paz, la verdadera alegría, el verdadero amor y la fe vienen de la santidad. Esto no es algo que yo buscaba, sino un camino de fe que me propone la Comunidad Cenáculo. Cuando vives en amor y das tu propia vida por los demás, como Jesús lo ha hecho por nosotros, tu corazón se llena de amor”.