“He recibido dos grandes milagros en mi vida gracias a la adoración”, afirma Sara Martínez desde Nueva York

11 de junio de 2023

Sara, que trabaja como niñera, ni siquiera era asidua a la iglesia cuando se enteró de la existencia de la capilla de adoración de la iglesia del Corpus Christi en Woodside (Queens, NY).

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Cada día, Sara Martínez visita un lugar muy especial para ella, hasta el punto de que llora cuando habla de él.

 

"Amo a mi Señor y me encanta este lugar", dice, sentada en la capilla de Adoración de la iglesia del Corpus Christi en Woodside (Queens, NY, USA) y secándose las lágrimas de los ojos. "Vengo aquí todos los días. El Señor ha sido bueno conmigo. Debo ser buena con el Señor".

 

Martínez, originaria de Colombia, es una visitante habitual de la capilla de adoración de la parroquia y cree tanto en el poder de Dios que no duda en ponerlo todo, explícito, todo, en sus manos. Ella adora y alienta a que otros lo hagan para que siempre, a toda hora, Dios, su amado Jesús, humilde, escondido en la apariencia de una hostia consagrada, esté acompañado, sea adorado, amado.

 

Mientras realiza su jornada, Martínez habla a todos los que encuentra sobre la capilla y el poder de la oración. "He recibido dos grandes milagros en mi vida gracias a la adoración", confidencia al periódico Nuestra Voz de la Diócesis de Brooklyn (NY).

 

Hace unos años, su hija de 22 años desarrolló una grave infección tras un procedimiento médico y estos le dijeron que no podían hacer nada. Mientras su hija se debilitaba cada vez más, Martínez iba a la capilla todos los días a rezar. Un día, tuvo la revelación de que su hija se recuperaría. Ese mismo día, mientras le daba de comer una sopa, su hija la sorprendió diciéndole que se sentía mejor. Y desde entonces ha estado bien todos los días.

 

 

Martínez, dice estar segura de que la vida de su hija se salvó gracias a que Dios atendió sus oraciones de súplica al Santísimo Sacramento en la capilla de adoración. "Me cambió la vida. Me hizo acercarme más a mi Señor", explica. "Me hizo convertirme en una persona esperanzada".

 

La capilla, situada en el centro parroquial de Corpus Christi, a una manzana de la iglesia, cuenta con un gran retrato de Nuestra Señora de Guadalupe que fue donado por un feligrés. La pieza central de la capilla: una custodia que contiene la Sagrada Eucaristía.

 

"La idea aquí es que hay una correspondencia entre el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo y la Santa Eucaristía y lo que hay en el vientre de la Santísima Virgen María", dice el párroco, Jonas Achacoso.

 

La capilla de adoración también sirve para que los feligreses comprendan mejor uno de los principios básicos de la fe católica: que Jesucristo nos ama sin medida y es por ello que está presente en la Eucaristía.

 

Ese es también el punto principal del Renacimiento Eucarístico, el esfuerzo liderado por la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. (USCCB) que comenzó en la fiesta del Corpus Christi en junio y que pretende fomentar la comprensión entre los fieles de que la Eucaristía no es un símbolo, sino que es realmente el cuerpo de Cristo.

 

Martínez, que trabaja como niñera, ni siquiera era asidua a la iglesia cuando se enteró de la existencia de la capilla de adoración de la iglesia del Corpus Christi. Una mujer se le acercó de improviso a la salida de un supermercado de Woodside hace varios años y le habló de la capilla. "Quería verla, así que fui", recuerda. "Es curioso. Nunca volví a ver a esa mujer. Era una desconocida para mí".

 

 

El segundo gran acontecimiento que cambió la vida de Martínez tuvo lugar cuando estaba en su punto más bajo. Se quedó sin trabajo, la estaban desalojando de su apartamento y rezó en la capilla para que Jesucristo le encontrara un nuevo hogar. En sus oraciones, enumeró todas las características de su apartamento perfecto, incluida la cantidad de alquiler que estaba dispuesta a pagar.

 

Cuando salió de la capilla ese día, se encontró con un folleto colgado en la pared de un edificio que anunciaba un apartamento en alquiler. En él figuraban todas las comodidades por las que ella había rezado. En ese momento supo que Dios volvía a intervenir y así había encontrado su nuevo hogar.

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