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Imagen gentileza de Cottonbro Studio. Pexels

Rituales y predicciones de videntes por año nuevo: Irresponsable difusión que normaliza el ocultismo

Con motivo del cambio de año se multiplican en algunos medios de comunicación de todo el mundo las apariciones de "profesionales de las ciencias ocultas" que aseguran predecir lo que sucederá en los próximos meses y aconsejan rituales y amuletos. ¿Entretenimiento inocuo? No: unas prácticas peligrosamente resbaladizas...

Portaluz. Luis Santamaría del Río

30 Diciembre de 2024

"Mucha cautela en año nuevo: predicciones, consejos y rituales para recibir el 2025" (El Nuevo Día, Puerto Rico). "Las predicciones de Nostradamus para el año 2025: desastres naturales y cambios globales" (Mundo Deportivo, España). "Numerología 2025: predicciones para un año que vibra en 9" (Clarín, Argentina). "Así puedes saber cuál es el arcano del tarot que regirá tu 2025" (Exa Radio, México). "Los mejores rituales para hacer el día de Año Nuevo y conseguir pareja, según la inteligencia artificial" (Semana, Colombia).

Son sólo algunos de los títulos de innumerables artículos que destacan ciertos medios de comunicación de todo el mundo y que se hacen virales en los dispositivos móviles de millones de personas. Lo que para muchos es un simple contenido superficial destinado a captar visitas -el famoso clickbait que condiciona al internauta para que entre en páginas determinadas- supone en realidad una grave e irresponsable difusión del ocultismo. 

Noticias de este tipo banalizan el recurso a videntes y a rituales, normalizándolo a nivel social, haciéndolo parecer algo inocuo y, en el fondo, adoctrinando a las masas en el pensamiento mágico y la superstición, que no sólo es lo más lejano al pensamiento crítico y racional, sino también lo opuesto a una actitud religiosa o de fe. Veamos algunas de las líneas principales de lo que se publica... y sus riesgos.

Las recurrentes predicciones del futuro

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En los últimos días de diciembre es cada vez más habitual encontrar en los medios de comunicación, y especialmente en los programas televisivos, a diversos videntes que, en una dinámica de retroalimentación, han ganado una enorme popularidad precisamente gracias a esas apariciones públicas. Los programas de entretenimiento se llenan de estos personajes que aseguran predecir lo que sucederá en el año nuevo, tanto a nivel sociopolítico -¡hasta se atreven con asuntos geoestratégicos globales!- como a nivel personal en el caso de las celebridades.

Videntes, astrólogostarotistas y practicantes de las más diversas mancias hacen sus profecías. A veces lo bastante genéricas para que se cumplan de una u otra forma (como sucedía en los oráculos de la Antigüedad). En otras ocasiones, con una mayor concreción, con asuntos que son fáciles de prever e intuir, u otros cuyo fracaso o desacierto nadie se preocupará en divulgar a posteriori. De esta forma, año tras año se sucede la misma farsa.

Rituales y conjuros para el nuevo año

rituales-ocultismo

Pero hay un fenómeno más preocupante aún, y que está aumentando exponencialmente en los últimos tiempos. Se trata de la propuesta de rituales o acciones para conseguir que se cumplan los deseos de salud, amor y prosperidad material para el año nuevo. Ya no se trata tanto de la búsqueda de conocimiento del futuro, sino de la voluntad de cambiar la realidad... desde parámetros mágicos, y no desde el esfuerzo personal y las vías ordinarias de la acción humana.

Muchos practicantes del ocultismo han intentado, con gran habilidad, que sus sugerencias no se parezcan tanto a conjuros mágicos, mostrándolos como técnicas más neutras, casi de carácter psicológico. La astróloga portorriqueña Laura Kryshtar declaraba hace unos días que "los rituales son dramatizaciones para entrenar a tu subconsciente en aquello que lo que se debe enfocar". Es un lenguaje que habla de visualización, atracción, enfoque... 

La realidad es la misma: se trata de una trampa. Aunque las acciones propuestas parezcan inocentes -repetir unas palabras o gestos, encender velas, vestirse de determinado color, utilizar flores o canela, dar vueltas con maletas vacías, arrojar agua por la ventana...-, se conciben como la causa de un efecto determinado en la vida de su protagonista, algo no sólo irracional y ridículo, sino que puede acabar haciéndolo preso de una actitud dañina. ¿En qué sentido?

Una normalización peligrosa

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Hay personas que se toman a broma todo esto, y otras que atienden a las predicciones de los videntes o incluso se atreven a realizar algunos de los rituales propuestos por simple curiosidad... o "por si acaso". Piensan que, con una actitud distante y hasta algo escéptica, "jugar" con estas cosas sin darles más importancia no tendrá más consecuencias en su vida. Si acaso, abrigan una idea más o menos consciente de que todo esto les pueda dar algo de "suerte". Por supuesto que no creen en la magia ni en lo oculto, como otras personas... pero piensan que no pierden nada con "probar".

Pero es muy fácil sucumbir a la tentación de la mentalidad mágica. Cuando alguien cede a cualquiera de estas prácticas o rituales está otorgando algún tipo de autoridad a quienes los enseñan o realizan, e incluso a los mismos objetos utilizados o técnicas empleadas. En el fondo, se está dando un valor indebido a cosas que no lo tienen, depositando una confianza que, si no es fe, se le parece mucho a la fe.

Ceder a la tentación de la adivinación y de la magia no puede traer nada bueno para sus "usuarios" -aunque más bien deberíamos hablar de "víctimas"-, porque se empezará a vivir en una suerte de cosmovisión alejada de la realidad, con lo que eso supone de falta de responsabilidad personal, vulnerabilidad hacia grupos y gurús que se erijan en guías para ese camino mágico, problemas psicológicos de miedo y ansiedad... y confianza depositada en unas supuestas "fuerzas ocultas" cuyo origen, desde el punto de vista cristiano, está muy claro.

La actitud religiosa

Madre de Dios

A veces, desde posturas racionalistas y ateas se ridiculiza la religiosidad asociándola a todo lo que hemos estado viendo hasta ahora. Magia y religión serían, según dichas posturas, las dos caras de una misma moneda: la de la irracionalidad, la de un sentimiento que se proyecta en el ámbito de lo sobrenatural, sin correspondencia alguna con la realidad (que sería sólo lo que se puede ver y tocar).

Sin embargo, un vistazo a las prácticas cristianas en torno al cambio de año sirve para mostrar que se trata de dos actitudes diametralmente opuestas: mientras que la magia y la adivinación radican en la voluntad de poder sobre la realidad -con intención de conocer lo incognoscible y transformar las cosas a través de fuerzas ocultas-, la fe se basa en la confianza en Dios ante el futuro y urge al compromiso por cambiar la realidad con los medios humanos, naturales y técnicos.

De hecho, en las tradiciones litúrgicas de la Iglesia católica en torno al 31 de diciembre y el 1 de enero (que no tiene tanta importancia en el calendario cristiano, ya que para los creyentes el año nuevo comienza con el Adviento, cuatro domingos antes de la Navidad), se ven las pautas desde las que se vive el cambio de año. Podríamos destacar las siguientes:

1. Acción de gracias por el año finalizado. Las vigilias tradicionales de fin de año incluyen un tiempo de adoración silenciosa ante el Santísimo Sacramento que da paso al canto solemne del Te Deum, porque los doce meses finalizados se contemplan desde la gratitud de un tiempo regalado por Dios.

2. Súplica confiada ante el año nuevo. En la primera lectura de la Misa del 1 de enero, los católicos escuchan Num 6, 22-27, que contiene la fórmula de bendición utilizada por el pueblo judío: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz". Se pide todo eso al Señor, cantando con el Salmo 66: "Que Dios tenga piedad y nos bendiga".

3. Siempre, el nombre de Jesús. El 1 de enero es la fecha en la que se conmemora la circuncisión de Cristo, ya que los judíos tenían -y tienen- la costumbre de realizar este ritual a los ocho días de nacer, como signo de la alianza de Dios con Abrahán. Y es el día en el que se pone el nombre al varón recién nacido. "Le pusieron por nombre Jesús", leemos en Lc 2, 16-21. Y bajo este nombre empiezan el año sus seguidores, un nombre que significa precisamente "Dios salva".

4. De la mano de la Virgen María. La liturgia de la Iglesia dedica el 1 de enero a la maternidad de María, su título más importante: Madre de Dios. Ella acompaña maternalmente a la comunidad creyente y es su mejor intercesora, modelo y testigo.