por Portaluz
11 Diciembre de 2024
Ni los miles de muertos y heridos, ni la falta de libertades y abusos a los que son sometidos millones; ni la diplomacia, ni el permanente riesgo de una conflagración global -que aniquilaría a la humanidad y al planeta-, logran que los líderes del mundo abracen el bien que guía la recta razón, para consolidar la paz y la justicia. La humanidad vive cada día al borde del abismo y los poderosos del mundo siguen calculando beneficios.
Solo Dios puede cambiar todo esto. Así lo proclama el Vicario de Cristo, quien no ceja de orar y llamar al mundo a unirse en esta súplica.
El 8 de diciembre ante la Imagen de la Inmaculada en la Plaza de España (Roma) el Pontífice le habló a la Virgen de esta "humanidad atormentada por las crisis y las guerras". Firme en la fe del Adviento, le agradeció "porque aún en este tiempo pobre en esperanza, nos das a Jesús, ¡nuestra Esperanza!".
Ese mismo día, durante el Ángelus, pidió a todos continuar "rezando por la paz dondequiera que se sufra por la guerra y la violencia", e invocó a la conciencia de los líderes del mundo exhortándolos así: "Hago un llamamiento a los gobernantes y a la Comunidad internacional, para que se pueda llegar a la fiesta de la Navidad con un alto el fuego en todos los frentes de guerra".
¡Seamos testigos de la esperanza que no defrauda!
Aunque a los ojos de algunos parezca una locura o desestimen el orar a Dios en la confianza de que escucha y responde, esto es una experiencia de fe, una firme esperanza sostenida por el Espíritu Santo, que acreditan con su testimonio millones a lo largo de la historia. Por ello en la médula de su Catequesis, durante la Audiencia General del miércoles 11 de diciembre de 2024, el Papa Francisco destacó:
"La esperanza es una de las tres virtudes teologales —junto con la fe y la caridad—, porque tiene como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. Y estas tres virtudes son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. La esperanza, por tanto, no es una virtud pasiva, que se limita a aguardar que las cosas sucedan; sino que es activa, porque el Espíritu la impulsa a luchar por lo que se anhela. Dar razones de la esperanza que habita en nosotros es una de las primeras y más eficaces formas de evangelización, y está al alcance de todos. ¡Seamos testigos de la esperanza que no defrauda!"