La mañana de este miércoles 9 de octubre el Papa Francisco tuvo su habitual cita con los peregrinos y fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para la Audiencia General.
El Santo Padre, reflexionó respecto de la conversión de Saulo que es, dijo, “una transformación, una pascua personal que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en basura, porque su verdadero tesoro ya era Cristo”.
La ceguera de Saulo
El Papa Francisco remarcó que el joven Saulo “era un ideólogo”, puesto que en él “la religión se había transformado en ideología”. Una “ideología religiosa, social y política”. Perseguía a los cristianos y los capturaba, y lo hacía “pensando en servir a la Ley del Señor”. Estaba “enojado”, y en él había un aliento que olía “a muerte, no a vida”.
“Esta condición de enojo y de conflicto que vivía Saulo, invita a todos a preguntarse: ¿cómo vivo mi vida de fe? ¿Salgo para encontrarme con otros o estoy en contra de los demás? ¿Pertenezco a la Iglesia universal (buenos, malos, todos) o tengo una ideología selectiva? ¿Adoro a Dios o adoro las formulaciones dogmáticas? ¿Cómo es mi vida religiosa? ¿La fe en Dios que profeso me hace amigable u hostil a los que son distintos de mí?”, reflexionó el Vicario de Cristo.
Encuentro con el Resucitado
“Después del episodio de la lapidación de Esteban -prosiguió el Papa Francisco en su catequesis- apareció la figura de un joven llamado Saulo, que aprobó la muerte de Esteban y, con la autorización del sumo sacerdote, perseguía a los cristianos, siendo intransigente con los que pensaban diferente de él.
En el camino hacia Damasco, el Resucitado se manifestó a Saulo y le pidió cuentas de su furor fratricida, preguntándole: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Así, el Señor Jesús dejó claro que perseguir a un miembro de la Iglesia era hacerlo a Él mismo.
Después de ese encuentro personal con Cristo, Saulo perdió la vista, quedó ciego, y pasó de ser un hombre fuerte e independiente a estar limitado y necesitado de los demás. Y comenzó para él una transformación, como una “pascua personal” que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en “basura”, porque su verdadero tesoro ya era Cristo.
Ananías bautizó a Saulo, y al imponerle las manos le devolvió la vista. El bautismo fue para Saulo el comienzo de una vida nueva, en la que se ve a sí mismo y a los demás según la mirada de Dios: los enemigos pasaron a ser amigos; y el ímpetu por perseguir a los que no pensaban como él, cambió en pasión por evangelizar, suscitando la fe en muchos corazones.”, concluyó el Santo Padre Francisco.