En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el Santo Padre aludió al pasaje de los Hechos de los Apóstoles, en el que Pablo se despide de los ancianos de la Iglesia para ir a Jerusalén “obligado por el Espíritu”. “Pablo – dijo el Papa Francisco – testimonia la obediencia al Espíritu Santo y el amor por la grey".
“Es un pasaje fuerte, un pasaje que llega al corazón; es también un pasaje que nos hace ver el camino de cada obispo a la hora de despedirse”, comenzó reflexionando el Vicario de Cristo.
En los Hechos de los Apóstoles –recordó el Pontífice- se relata cuando Pablo convoca en Éfeso a los ancianos de la Iglesia, a los presbíteros. Celebra una reunión del Consejo presbiteral para despedirse de ellos y ante todo hace una especie de examen de conciencia. Dice lo que ha hecho por la comunidad y lo somete a su juicio. Pablo podría parecer un poco orgulloso – advirtió el Papa Francisco – pero en realidad es objetivo. Sólo se vanagloria de dos cosas: “de sus propios pecados y de la cruz de Jesucristo que lo ha salvado”.
El Papa comentó también aquella experiencia que el apóstol confidencia cuando dice que “ahora está constreñido por el Espíritu” y que debe ir a Jerusalén. “Esta experiencia del obispo, el obispo que sabe discernir al Espíritu, que sabe discernir cuando es el Espíritu de Dios el que habla y que sabe defenderse cuando habla el espíritu del mundo”, precisó el Papa Francisco y agregó que Pablo, de alguna manera, sabe que está yendo “hacia la tribulación, hacia la cruz y esto nos hace pensar en la entrada en Jerusalén de Jesús, ¿no? Él entra para padecer y Pablo va hacia la pasión”. “El apóstol – prosiguió diciendo el Santo Padre – se ofrece al Señor, siendo obediente. Ese sentirse constreñido por el Espíritu. El obispo que va adelante siempre, pero según el Espíritu Santo. Éste es Pablo”.
En fin, el apóstol se despide, entre el dolor de los presentes, y deja algunos consejos, su testamento –recordó el Papa-, que no es un testamento mundano, el legado de cosas. “No aconseja: ‘Este bien que dejo dénselo a éste; este otro a aquel, a aquel…’ El testamento mundano. Su gran amor es Jesucristo. Su segundo amor, el rebaño. ‘Velen por ustedes mismos y por todo el rebaño’. Velen por la grey; son obispos para la grey, para custodiar la grey, no para trepar en una carrera eclesiástica, no”.
Pablo encomienda los presbíteros a Dios, con la seguridad de que Él los custodiará y ayudará. Después vuelve sobre su experiencia diciendo que no había deseado “para sí mismo ni plata, ni oro, ni el vestido de nadie”, reitera el Papa, destacando luego como… “El testamento de Pablo es un testimonio. También es un anuncio. Y también un desafío: ‘Yo he recorrido este camino. Sigan ustedes’. Qué lejos está este testamento de los testamentos mundanos: ‘Esto se lo dejo a aquel; a aquel o a aquel otro…’, tantos bienes. Pablo no tenía nada. Sólo la gracia de Dios, el coraje apostólico, la revelación de Jesucristo y la salvación que el Señor le había dado a él”.
“Cuando yo leo esto, pienso en mí – confidencia el Papa Francisco – porque soy obispo y debo despedirme”. Y concluyó diciendo: “Pido al Señor la gracia de poder despedirme así. Y en el examen de conciencia no saldré vencedor como Pablo que… Pero el Señor es bueno, es misericordioso, pero… Pienso en los obispos, en todos los obispos. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia de poder despedirnos así, con este espíritu, con esta fuerza, con este amor a Jesucristo, con esta confianza en el Espíritu Santo”.