El Papa Francisco recibió en la mañana de este 4 de mayo a cerca de setecientos participantes en el Congreso Internacional promovido por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, y pronunció un discurso improvisado, acerca de “los criterios auténticos para discernir lo que está sucediendo”.
“Hoy suceden tantas cosas -dijo - que para no perderse en este mundo, en la neblina de la mundanidad, en las provocaciones, en el espíritu de guerra, necesitamos criterios auténticos que nos guíen en el discernimiento”.
Para hablar del discernimiento el Papa realizó una pregunta: “¿cuáles son las cosas que el Espíritu quiere que se mantengan fuerte en la vida consagrada?” Y respondió: “la oración, la pobreza y la paciencia”. Y a partir de allí desarrolló su reflexión.
“La oración es volver a la primera llamada, a la Persona que me ha llamado”, manifestó el Papa Francisco. “Es lo que hace que yo trabaje para ese Señor, no para mis intereses o para las instituciones para las que trabajo”.
Sin el “aire” de la oración, añadió, tal vez seríamos buenas personas, cristianos, católicos que trabajan en muchas obras de la Iglesia. Mientras que, en cambio, la consagración “debes renovarla continuamente en la oración, en un encuentro con el Señor”.
La pobreza es el muro que defiende de la mundanidad
Para explicar la pobreza en la vida consagrada, el Papa citó las Constituciones de san Ignacio. “La pobreza es la madre. Es el muro de contención de la vida consagrada”.
“La pobreza es el muro que defiende del espíritu de la mundanidad”, afirmó, y puso en guardia sobre los "tres escalones" que llevan de la consagración a la mundanidad religiosa:
“Primero, el dinero, es decir la falta de pobreza. Segundo, la vanidad, que va desde el extremos de pavonearse a pequeñas cosas de vanidad. Y tercero, la soberbia, el orgullo”.
De allí, “parten todos los vicios”, advirtió el Pontífice, y explicó que si se custodia el primero de los escalones, es decir, el de la pobreza, los demás no vienen. De ahí que la pobreza sea “el muro que defiende del desarrollo mundano que tanto daña cada consagración”.
Paciencia es capacidad de padecer
El Santo Padre concluyó su reflexión con la paciencia. Explicó que sin la paciencia, es decir, sin la capacidad de padecer, sin “entrar en paciencia” como Jesús, una vida consagrada no puede sostenerse. Se trata de la paciencia que va desde las pequeñas cosas de la vida comunitaria, hasta el sacrificio de sí mismos:
“Sin paciencia se entienden las guerras internas de una congregación”, observó. “Sin paciencia se entiende el afán de hacer carrera en los capítulos generales”.
Pero se trata “no sólo de la paciencia en la vida comunitaria”, agregó, sino también de la paciencia "ante los sufrimientos del mundo”, es decir, “llevar sobre las espaldas los problemas y sufrimientos del mundo”.
El ars bene moriendi, eutanasia espiritual
El Papa también denotó la falta de paciencia ante la escasez de vocaciones, lo que ha llevado a algunas congregaciones a la opción del ars bene moriendi, es decir, el “arte de bien morir”:
“¿Falta la paciencia y las vocaciones no vienen?” –interpeló el Santo Padre. “Vendemos y nos apegamos al dinero, por cualquier cosa que pudiese suceder en el futuro. Esta es una señal de que se está cerca de la muerte: cuando una Congregación comienza a apegarse al dinero”, advirtió.
De ese modo invitó a preguntarse si este “ars bene moriendi”, reside en los propios corazones:
“Sin paciencia no se puede ser magnánimos, -aseguró. No se puede seguir al Señor: nos cansamos. Lo seguimos hasta un cierto punto y a la primera o segunda prueba, adiós. Elijo el ars bene moriendi”.
“El ars bene moriendi es la eutanasia espiritual de un corazón consagrado que no da más, que no tiene el coraje de seguir al Señor”.
En la conclusión, el Vicario de Cristo pidió a los consagrados “estar atentos” a la oración, a la pobreza y la paciencia, y los animó a continuar con los estudios, el trabajo y a hacer propuestas buenas, "que siempre tengan la mirada que quiere Jesús".