La última actividad del Papa Francisco en su 22º Viaje Apostólico internacional a Chile y Perú fue la celebración de la Santa Misa del III Domingo de tiempo ordinario en Lima, Base Aérea Las Palmas.
Ante la imagen del Señor de los Milagros, el Vicario de Cristo reflexionó sobre la primera lectura del día cuando el Señor enviaba a Jonás a Nínive, para que predicase allí su mensaje, poniéndolo en movimiento hacia esa gran ciudad que estaba a punto de ser destruida por sus muchos males, y también sobre el Evangelio de Marcos, cuando Jesús se encamina a Galilea para predicar su buena noticia.
“Ambas lecturas nos revelan a Dios en movimiento de cara a las ciudades de ayer y de hoy”, dijo el Papa, y señaló cómo el Señor se pone en camino “a Nínive, a Galilea”… “a Lima, a Trujillo, a Puerto Maldonado… aquí viene el Señor”. Emmanuel, recordó Francisco, es el Dios que “quiere estar siempre con nosotros”, en donde sea y cualquiera sea la situación que estemos viviendo.
El Santo Padre recordó que esa tentación de Jonás por huir, también nos sucede hoy a nosotros… en nuestras ciudades ante las situaciones de dolor e injusticia. Y, compasivo, aseguró que “razones, ni a Jonás ni a nosotros nos faltan… Mirando la ciudad -puntualizó- podríamos comenzar a constatar que existen ciudadanos que consiguen los medios adecuados para el desarrollo de la vida personal y familiar -y eso nos alegra-, el problema está en que son muchísimos los ‘no ciudadanos’, ‘los ciudadanos a medias’ o los ‘sobrantes urbanos’ que están al borde de nuestros caminos, que van a vivir a los márgenes de nuestras ciudades sin condiciones necesarias para llevar una vida digna, y duele constatar que muchas veces entre estos sobrantes humanos se encuentran rostros de tantos niños y adolescentes. Se encuentra el rostro del futuro”.
A partir de tal realidad que denuncia, el Papa habló del “síndrome de Jonás”: un síndrome “de huida y desconfianza”, que “genera indiferencia” y nos transforma “en anónimos y sordos ante los demás”. En “seres impersonales de corazón cauterizado”, reforzó. “Con esta actitud, - lamentó sucesivamente el Pontífice- lastimamos el alma del pueblo”. Y en este punto recordó a Papa Benedicto XVI, cuando afirmaba que «la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre». «Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren – decía el Papa Emérito, señaló Papa Francisco - y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana».
Papa Francisco -como es habitual- puso de relieve la esperanza que Jesús comunica; haciendo presente que a diferencia de Jonás, “cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios”. Es decir, que ante un acontecimiento “doloroso e injusto como fue el arresto de Juan”, Jesús comienza a sembrar lo que sería el inicio de la mayor esperanza: “El Reino de Dios está cerca, Dios está entre nosotros”.
“Y el Evangelio mismo –prosiguió enseñando el Pontífice- nos muestra la alegría y el efecto en cadena que esto produce: comenzó con Simón y Andrés, después Santiago y Juan (cf. Mc 1,14-20) y, desde esos días, pasando por santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Martín de Porres, san Juan Macías, san Francisco Solano, ha llegado hasta nosotros anunciado por esa nube de testigos que han creído en Él. Ha llegado hasta nosotros para comprometerse nuevamente como un renovado antídoto contra la globalización de la indiferencia. Porque ante ese Amor, no se puede permanecer indiferentes”.
Por ese motivo, porque ante ese Amor “no se puede permanecer indiferente”, los últimos párrafos de la homilía el Vicario de Cristo los dedicó al modo divino con el que Jesús invita a sus discípulos a vivir el amor de Dios y al prójimo: “Jesús camina la ciudad con sus discípulos y comienza a ver, a escuchar, a prestar atención a aquellos que habían sucumbido bajo el manto de la indiferencia, lapidados por el grave pecado de la corrupción”. “Llama a sus discípulos y los invita a ir con Él, los invita a caminar la ciudad, pero les cambia el ritmo, les enseña a mirar lo que hasta ahora pasaban por alto, les señala nuevas urgencias”.
Hoy como ayer, Emmanuel: Dios con nosotros
También hoy, igual que ayer, afirmó el Papa, Jesús “sigue caminando por nuestras calles, sigue golpeando puertas y corazones para volver a encender la esperanza y los anhelos: que la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada con las armas de la paz”.
“Hoy- concluyó el Papa Francisco - el Señor te invita a caminar con Él la ciudad, tu ciudad. Te invita a que seas su discípulo misionero, y así te vuelvas parte de ese gran susurro que quiere seguir resonando en los distintos rincones de nuestra vida: ¡Alégrate, el Señor está contigo!”