En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en el día en que la Iglesia recuerda a Nuestra Señora de los Dolores, el Papa Francisco invitó a contemplar a la Bienaventurada Virgen María a los pies de la Cruz.
“Contemplar a la Madre de Jesús, contemplar este signo de contradicción – porque Jesús es el vencedor, pero en la Cruz, en la Cruz. Es una contradicción, no se comprende… Se necesita fe para comprender, al menos para acercarse a este misterio”.
María sabía, y “vivió toda su vida con el alma traspasada”. Seguía a Jesús y oía los comentarios de la gente, a veces a favor, y otras en contra, pero estaba siempre detrás de su Hijo. Y “por esto decimos que es la primera discípula” – subrayó el Vicario de Cristo. María tenía la inquietud que le hacía nacer en su corazón este “signo de contradicción”.
Al final, estaba allí, en silencio, bajo la cruz mirando a su Hijo. Quizás oía comentarios que decían: “Mira a aquella, es la Madre de uno de los tres delincuentes”. Pero ella “mostró el rostro por el Hijo”:
“Esto que yo digo ahora son pequeñas palabras para ayudar a contemplar, en silencio, este misterio. En aquel momento, Ella nos dio a luz a todos nosotros: dio a la luz a la Iglesia. ‘Mujer’ – le dice su Hijo – ‘he aquí a tus hijos’. No dice ‘madre’: dice ‘mujer’. Mujer fuerte, valerosa; mujer que estaba allí para decir: ‘Éste es mi Hijo: no lo reniego’”.
El pasaje del Evangelio del día es, por lo tanto, más que para reflexionar, para contemplar. “Que sea el Espíritu Santo – concluyó diciendo el Papa Francisco en su homilía – el que diga a cada uno de nosotros aquello de lo que tenemos necesidad”.