Un empresario transita de la avaricia y la superstición a “un plan de sanación”, respetando los mandatos de Dios
Lo de emprender estaba en el ADN del colombiano Carlos Eloy Mira quien con apenas 11 años inició su primer negocio en la ciudad de Medellín: "Yo vendía medias y calzoncillos a 100 pesos en todo lo que llaman ahorita el Hueco (n. del ed.: barrio comercial)". Hoy Carlos ya no vende calzoncillos en la vía pública, sino que es un empresario de la construcción.
Creció practicando la fe católica inculcada por su familia, en particular gracias al ejemplo y guía de su abuelita paterna. "Cuando yo era niño, ella me ponía a las buenas o a las malas a escuchar el Santo Rosario por la emisora la voz del Rio Grande... y ella me regaló un niño Jesús de Praga; ese regalito para mí fue muy significativo", rememora.
Saboreando lo efímero
Su pasión por acumular riqueza y los placeres mundanos que el dinero financiaba, se confrontaban con la moral del Evangelio y en esa batalla, Carlos se dejó seducir por sus fragilidades. "¿Entonces qué pasa? Ya el éxito trae dizque amigos y amigas y uno ya con plata para gastar si no tienen plata los otros amiguitos, no pues, uno es el que paga - «venga que yo tengo plata» -, pa' eso yo soy empresario. Gracias a Dios no caí en la red de la droga, pero sí del alcohol..."
Con este desorden de vida el dinero se le iba entre las manos. Sin embargo, logró mantenerse a flote. Perdía todo y luego a empuje de trabajo lograba volver al ruedo de los negocios, aunque manteniendo un buen número de deudas con la banca. Hubo nuevos tiempos de bonanza y en ellos no faltaban los amigos e incluso una mujer que imaginó era el amor de su vida. Pero una vez que su desorden financiero le llevó de nuevo a quedar sin recursos, amigos y amores se esfumaron.
Fue entonces cuando un viejo amigo lo confrontó. "Me dijo: «hombre, Carlitos, anda a Corporación La Comunidad», yo fui y empezaron a hablar de la palabra de Dios". Las certezas de la fe que su abuela había sembrado en la niñez comenzaron a renovarse en su alma de hombre adulto y durante todo el año siguiente dedicó tiempos a escuchar, meditar y orar la Sagrada Escritura.
Al término de este caminar, el 31 de diciembre de 2009, cuando muchos se preparaban para celebrar con prácticas paganas el giro del calendario, Carlos se fue a misa a dar gracias. Era una primera conversión, afirma. "Fui a Misa a darle gracias a Él por ese año, a pesar de que había sido como dice uno una porquería; a las 12 recé un Padre Nuestro, le di el feliz año a los familiares que estaban conmigo y ya; el 1 de enero sentía una cosa muy extraña como que ya Dios había tomado posesión de mí, no me hizo falta tomar para pasarla bien, no me hizo falta emborracharme para pasarla bien".
La casa no estaba fortificada
Animado por las certezas de la fe este antioqueño comenzó -dice- "un plan de sanación financiera". Dios le había restaurado en la fe, su conciencia moral estaba despierta y podía ver sus errores. “Debía como 17 tarjetas de crédito y las pagué todas", dice Carlos. Pero tras estos primeros pasos, descuidó su alma y el enemigo -como enseña Jesús en los Evangelios- regresó a desordenarlo todo.
Medellín, confidencia Carlos, "está lleno de mujeres bonitas" y él no se resistía. Tanto que una de sus conquistas quedó embarazada y no asumió la responsabilidad que todo progenitor debe afrontar. "Es una de las cosas que más me arrepiento: justo en los primeros años cuando el bebecito es tan lindo, tan bello, tan delicioso disfrutarlo, no lo aproveché como debía. Me arrepiento mucho de no ser el papá que mi niño necesitaba en ese momento y no estar como él lo merecía", confidencia.
San José recuperó la relación con su hijo
El niño, aunque pequeño, expresaba a su modo el impacto que le causaba el débil vínculo con su padre y mostraba resistencia afectiva cuando Carlos estaba con él. Lejos de buscar una solución, la inmadurez de Carlos le llevó a estar a punto de cortar el vínculo y "hacer como hace todo el mundo, pagando lo legal y chao".
Fue entonces que conoció en "el grupo de oración de Emaús" -recuerda- a una joven por la cual se sintió atraído. Ella conocía la historia de Carlos y lejos de congraciarse por los galanteos, le recomendó al don Juan que se consagrase a San José... "«Concéntrate en tu hijo, mira que es un regalo de Dios. Pídaselo a san José, que es el papá del niño Dios en la tierra, para que te ayude a ser un buen padre», me dijo".
Rescatado para amar a Dios y al prójimo
Carlos aplicó el consejo y pronto creció su devoción por San José. Mejoró la relación con su hijo "y adicionalmente cuando estaba hablando con san José me pidió castidad. Empezaron a aparecer muchos milagros".
Uno de estos eventos extraordinarios, afirma, ocurrió minutos antes del conocido derrumbe del edificio Space de Medellín. Transitaba por la autopista que conectaba con una calle que llevaba a su domicilio, sobre la cual se derrumbó buena parte del edificio. A minutos del desastre Carlos se detuvo para ayudar a un señor mayor que estaba empujando en solitario un vehículo de grandes dimensiones. "En los dos minutos que le ayudé, si yo no lo hubiera hecho, literalmente ese edificio me hubiera caído encima...", recuerda.
La certeza de haber sido protegido fortaleció la fe de este empresario colombiano dedicado desde el 2010 a la construcción. La avaricia y superstición que en años pasados le doblegaron, fueron desplazadas por el proceso de sanación vivido gracias a 5 "victorias", que él destaca: "La oración, leer la Biblia, la Santa Misa, visita al Santísimo Sacramento y el Santo Rosario. Todas estas cinco victorias yo las empecé a hacer y la vida mía cambió impresionante en todos los sentidos. En el aspecto financiero, me cambió la forma de hacer las cosas y al leer la Biblia encontré en el libro de Romanos que dice no le deban nada a nadie solamente débanle el amor que Dios les tiene a ustedes", testimonia.