Era un joven Bautista que soñaba con ser el próximo LeBron James. ¡Pero Dios lo quería católico y sacerdote!
Pasó los cursos séptimo y octavo, ¡dos años!, trabajando duro para entrar al primer equipo de baloncesto del Instituto Monsignor Bonner & Archbishop Prendergast y entonces llegó el desastre.